Cuando la economía se desacelera es inevitable que los precios de las acciones acusen esa desaceleración. Son tiempos difíciles para los inversores en renta variable, pero eso no tiene por qué hacer que los inversores se dejen llevar por el pánico. En realidad, son etapas de mercado que pueden ofrecer la oportunidad de revisar la cartera y asegurarse de que está bien posicionada para capear cualquier tormenta que pueda venir.
Esto no significa que sea necesario hacer cambios radicales, del mismo modo que el proteger y aislar el hogar frente al invierno no significa derribar la casa y volver a construirla. Es suficiente con realizar determinados cambios con sensatez, que proporcionen resistencia y aislamiento adicional. Se proponen a continuación algunas sugerencias prácticas que pueden ayudar a luchar contra los peores efectos en momentos difíciles.
Diversificar es la regla básica número uno de inversión, pero puede ser necesario revisarla. Teniendo en cuenta que diferentes clases de activos funcionan bien o mal en diferentes momentos, si la cartera está expuesta a una sola clase de activos (por ejemplo, acciones) su evolución por rentabilidad seguirá la tendencia del mercado de renta variable, con lo que es probable que su volatilidad repunte. Sin embargo, si la cartera contiene una selección de diferentes clases de activos, diversificada entre diferentes países y regiones del mundo, los diversos elementos pueden funcionar de manera diferente en diferentes momentos, por lo que si uno de ellos evoluciona mal puede que otro esté funcionando mejor y ayude a compensar posibles pérdidas.
Invertir internacionalmente, como forma de diversificación, buscando oportunidades en otras regiones geográficas. Así, una cartera focalizada en España podría parecer una opción sensata y conservadora para un inversor residente en este país, pero esta estrategia deja la cartera a merced del sentimiento en el mercado español. Otros mercados podrían ofrecer una perspectiva más positiva o simplemente estar mejor posicionados para ayudarle a pasar por una recesión interna. Es necesario ser consciente de los diferentes riesgos en los diferentes mercados internacionales, pero una pequeña exposición, incluso en otras economías occidentales desarrolladas, podría ayudar a diversificar parte del riesgo.
Estar preparado para ‘surfear la ola’, la actitud durante tiempos difíciles es tan importante como la estructura de la cartera. Hay que aceptar que las economías simplemente no pueden seguir creciendo indefinidamente y que las recesiones pueden ocurrir cada pocos años. Los inversores con éxito tienden a ser pragmáticos y realistas: invierten a largo plazo y esperan que, si bien habrá buenos momentos, también habrá algunos malos. Una desaceleración a corto plazo no debe pues considerarse como una razón para dejarse llevar por el pánico.
Seguir la evolución de los datos económicos. No hay que olvidar que los datos económicos son retrospectivos. Al comienzo de una desaceleración, las cifras seguirán pareciendo positivas, tal vez contradiciendo las experiencias cotidianas, ya que continúan considerando datos antiguos para su cálculo. Pero, del mismo modo, una vez que el crecimiento económico comience a recuperarse, pasará un tiempo antes de que se reflejen plenamente en los nuevos datos. Titulares como ‘peores cifras de los últimos 30 años’ pueden confirmar lo que acaba de pasar, pero no reflejan necesariamente las perspectivas para el mañana.
El efectivo no es necesariamente el rey. Durante una recesión, puede ser muy tentador salir del mercado de valores y optar en su lugar por la aparente seguridad del efectivo. Sin embargo, esta estrategia puede ser engañosa. Los mercados de valores son volátiles, lo que significa que, así como pueden caer rápidamente, también pueden recuperarse rápidamente, tal vez con poca o ninguna advertencia. Si un inversor ha decidido que, por su perfil, edad y situación económica, la renta variable es la clase de activo adecuado para él, deshacer sus posiciones cuando ya ha sufrido una pérdida, podría significar perderse la recuperación cuando finalmente suceda. Por otra parte, la inflación puede erosionar el poder adquisitivo del efectivo con el tiempo, por lo que, si bien puede estar seguro de que el valor nominal del dinero se mantendrá, en realidad no es una opción completamente ‘libre de riesgo’.
Buscar calidad. Las empresas establecidas de alta calidad y financieramente fuertes tienden a tener mayor resistencia durante las recesiones que las empresas nuevas o más cargadas de deuda. En un entorno difícil las empresas con dificultades pueden verse obligadas a reducir sus dividendos o a revisar a la baja sus expectativas de beneficios y/o ingresos. Por lo tanto, mantener una cartera de calidad podría ayudar a salir de la tormenta. También conviene señalar que, si el mercado de valores está cayendo de forma generalizada, esta puede ser una gran oportunidad para invertir en acciones de calidad a precios relativamente baratos.
Evaluar la exposición a empresas de menor tamaño. Históricamente, como clase de activo, las empresas de pequeño tamaño se han visto más afectadas durante una recesión. Es necesario ser consciente de este hecho, porque el inversor debe estar seguro de su capacidad de asumir el riesgo que las empresas pequeñas llevan asociado, antes de decidir tomar posiciones significativas en ellas. Cuando las cosas van bien, las empresas más pequeñas pueden ofrecer la posibilidad de mayores ganancias que sus equivalentes de mayor tamaño, pero cuando las cosas van mal las pérdidas también pueden ser mucho mayores. Si la volatilidad le pone nervioso o si su cartera es relativamente pequeña, podría considerar reducir la exposición a empresas más pequeñas y tal vez reinvertir en algunas alternativas menos arriesgadas.
Comprobar si la cartera está sobreexpuesta. Puesto que diferentes sectores tienden a funcionar bien en diferentes etapas del ciclo de inversión, durante una desaceleración económica algunas empresas son menos sensibles a los efectos de esa desaceleración porque la demanda no se ve tan afectada. Por ejemplo, empresas de sectores como venta al por menor de alimentos, productos farmacéuticos y servicios públicos, tienden a aguantar mejor que, por ejemplo, empresas de ocio y constructoras de viviendas, que dependen de que las familias dispongan de dinero de sobra. Por lo general, vale la pena aferrarse a las empresas de alta calidad, independientemente de su comportamiento a corto plazo, por lo que en etapas recesivas convendría asegurarse de no estar sobreexpuesto a ningún sector o región.
Horizonte de inversión a largo plazo. Una recesión se define comúnmente como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo (medidos por el PIB o Producto Interior Bruto). Seis meses en la vida media de una cartera, sin embargo, no es una gran cantidad de tiempo. Incluso incluyendo el comportamiento negativo de los mercados antes y después de la publicación de este conjunto de datos, seis meses no son mucho en comparación con el horizonte a más de 20 años al que solemos planear la jubilación. Si la cartera sigue cumpliendo con los criterios personales del inversor y está bien diversificada, una recesión no debería hacerle cambiar de plan. A veces no hacer nada puede ser el mejor curso de acción.
Considere esto un simulacro, no un fuego. Recordemos la frase de un poema de Rudyard Kipling ‘Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor la pierden…’ Las recesiones son un gran ejemplo práctico de esta máxima. Un simulacro de incendio es algo bueno, ya que el fuego podría no ocurrir realmente, pero, si ocurre lo peor, al menos puede estar seguro de que ha tomado todas las precauciones.
El verdadero ‘truco’ es asegurarse de planificar la cartera correctamente desde el principio, con la ayuda de un experto. Cuando una recesión golpee, el inversor que haya ’hecho sus deberes’ podrá mantener la calma y revisar su situación con sensatez y confianza, en lugar de dejarse llevar por el pánico y tomar una decisión potencialmente no rentable