Hemos escuchado en multitud de ocasiones lo importante que es que el conjunto general de la ciudadanía cuente con un nivel mínimo de conocimientos financieros. Tanto es así que la educación financiera se ha convertido en un objetivo prioritario para los países de todo el mundo con un cierto grado de desarrollo, el mero hecho de que se celebre una semana de la educación financiera pone de manifiesto ese creciente interés.
En el caso de España, la concienciación sobre la importancia de la educación financiera ha crecido de forma exponencial en la última década. No obstante, tampoco conviene ocultar la realidad. Según la Encuesta de Competencias Financieras, elaborada por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), nuestro país se sitúa todavía por debajo de la media entre los países de la OCDE en cuanto a conocimientos financieros. El enfermo mejora, pero todavía tiene tocados algunos órganos vitales.
Dicho esto, hay un asunto que no suscita demasiado interés cuando se habla de educación financiera y que tiene que ver con la responsabilidad de los propios profesionales del sector, a la hora de poner su granito de arena para fomentar la educación financiera y el uso de las herramientas adecuadas para poder hacerlo. Más allá de las necesarias y merecidamente alabadas iniciativas que se desarrollan en el ámbito público y privado, es importante poner el foco en el análisis sobre cuál es la mejor forma de que los propios profesionales hagan llegar esos conocimientos financieros a las personas que no están familiarizadas con las finanzas.
Aunque la educación financiera está de moda, también falta hacer hincapié sobre cuáles son las herramientas, técnicas o la metodología adecuada para fomentar el conocimiento financiero. La figura del asesor financiero, que es el que trata en el día a día con el cliente final, debe ser fundamental para acercar las finanzas al común de los mortales.
Una mayoría de profesionales está plenamente concienciada, hasta el punto de que lleva años realizando una apuesta por la formación continua y mejorando su cualificación, consciente de que se trata del canal adecuado para ofrecer el mejor servicio al cliente, en un escenario cada vez más complejo por la situación de los mercados, la irrupción de nuevas herramientas tecnológicas, así como el lanzamiento de nuevos productos. Pero los asesores financieros también necesitan tener a su alcance el acceso a los instrumentos necesarios para transmitir, no solo el conocimiento imprescindible para promover la inversión y generar valor sobre el sector, sino que les permitan también fomentar ese interés por las finanzas, el ahorro o la inversión entre aquellos que nunca lo tuvieron.
Seguir avanzando en diferentes planes pedagógicos de educación financiera empieza a tener carácter de urgencia. Es un camino por el que debemos perseverar, ya se habla incluso de instruir a los niños en el colegio, desde bien pequeños. Aunque la fórmula o los planes de estudio adecuados puedan generar un cierto debate, que se plantee esa necesidad ya supone un punto de partida muy esperanzador.
Pero educar en finanzas tiene dos aristas. Por un lado, cualquier ciudadano debería aprender conceptos básicos que utilizará en su vida diaria, desde los conocimientos básicos para realizar la declaración de la Renta, aprender a realizar un presupuesto personal, conocer los gastos fijos a los que tiene que hacer frente…Pero también debe tener a su alcance las herramientas adecuadas y la máxima información para contar con una verdadera libertad financiera. Un cliente particular no tiene por qué conocer el funcionamiento de todos los productos financieros ni la situación de los mercados, pero sí contar con la ayuda de alguien que le guíe antes de invertir y le informe de forma pormenorizada, antes de tomar una decisión definitiva. Educar en finanzas es algo que los profesionales debemos incorporar en nuestro día a día. Contamos con la ayuda de Internet y las nuevas tecnologías, tenemos el compromiso de una gran parte de la industria y las ganas de una ciudadanía cada vez más concienciada. Ahora solo queda un último empujón para que la educación financiera, con mayúsculas, sea una realidad en España y nos equipare al resto de países de nuestro entorno.