Tal vez porque Madrid fue el pasado año la sede de la 25 Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, o tal vez por la creciente preocupación por este tema, cada vez son más frecuentes las referencias a la Inversión Socialmente Responsable (ISR) y al seguimiento de los factores Ecológicos, Sociales y de Gobernanza (ESG).
La inversión responsable es una industria joven que carece de normas, directrices y definiciones precisas y ampliamente reconocidas. Hasta ahora, se ha utilizado como un término genérico referido a una amplia gama de enfoques que integra los criterios ESG en los procesos de inversión. Pero más allá de eso, la inversión responsable tiene una variedad de formas, aunque se pueden identificar dos enfoques principales.
El enfoque ISR abarca todos los productos financieros que tienen una estrategia de inversión socialmente responsable específica. El inversor entiende los criterios ESG como una herramienta para asegurar que las inversiones que realiza reflejen sus valores morales. En consecuencia, quiere alinear la inversión con fines éticos, sociales o ambientales con el fin de mejorar el impacto sostenible de las decisiones de inversión. Por lo tanto, los emisores con bajo rendimiento ESG o cuya actividad se encuadre en sectores que pueden generar controversias, se consideran inversiones problemáticas. Los productos específicos de ISR están diseñados para inversores para los que las consideraciones éticas desempeñan un papel importante en su estrategia de inversión (por ejemplo, fundaciones).
La integración ESG alude a la integración de los criterios ESG en el proceso de inversión. El gestor de carteras o de fondos entiende que la ESG forma parte de su deber para con su cliente, ya que los criterios ESG tienen un impacto importante en el valor económico de las participaciones de la cartera. Estos aspectos deben integrarse en el análisis financiero de todos los activos bajo gestión para optimizar el perfil de rentabilidad/riesgo, tanto de los activos como de las carteras. Puede haber una motivación ética específica, pero no esencial. En los últimos años, un número creciente de gestores e inversores han adoptado prácticas diferentes de este tipo, que pueden conocerse con mayor detalle en los informes de inversión que generan ellos mismos o terceras partes.
En términos de estrategias de Inversión Responsable (IR), los fondos habitualmente invierten en acciones, bonos y activos monetarios. Los emisores son generalmente empresas o países seleccionados por su comportamiento favorable en cuanto a los criterios ambientales, sociales y de gobernanza. Son varias las estrategias a seguir para conseguir los objetivos propuestos:
La estrategia de selección ESG consiste en seleccionar emisores con las mejores prácticas ambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Esta selección puede adoptar diferentes formas: se puede seleccionar el mejor de su clase (selección de los mejores emisores con clasificación ESG de una industria o sector), la mejor de un universo (selección de los mejores emisores con clasificación ESG independientemente de su industria o sector), el que hace el mayor esfuerzo por cumplir los criterios ESG, o bien utilizar un índice de referencia ESG o ponderar por ESG.
La exclusión basada en normas o convenciones internacionales es una estrategia en la que los gestores excluyen de su cartera los emisores que no respetan estas normas o convenciones, como violación de los derechos humanos, trabajo infantil o grave contaminación del medio ambiente.
En la estrategia de exclusión sectorial, los gestores excluyen los emisores en sectores controvertidos, como alcohol, tabaco, armas, juegos de azar, pornografía, Organismos Modificados Genéticamente (OMG) o energía nuclear. Las consideraciones medioambientales como el cambio climático han llevado recientemente a la adopción de sectores como centrales de carbón o minería.
Los fondos temáticos focalizan su inversión en empresas activas en sectores que favorecen el desarrollo sostenible de energías renovables o agua, o más generalmente se ocupan del cambio climático, la eficiencia energética, la salud o el envejecimiento de la población.
Por último, la participación de los accionistas consiste en influir en las empresas para que mejoren su desempeño ambiental, social y de gobernanza. Los gestores de fondos y carteras, que invierten grandes volúmenes, pueden lograrlo a través del dialogo con las compañías, ejerciendo sus derechos de voto en las Juntas Generales de Accionistas que se celebran cada año.