La I sesión de Fórmate a Fondo, la iniciativa de educación financiera de Futuro a Fondo, contó el pasado 22 de octubre con la participación de cerca de una treintena de ahorradores que tuvieron la oportunidad de aprender y resolver dudas sobre finanzas personales, asesoramiento financiero y finanzas conductuales de la mano de Telmo Rueda, formador financiero; José María Luna, asesor de la red de Caser Asesores Financieros y Francisco Javier Velasco, analista de fondos de Andbank.
Los tres tarros del ahorro
En la primera de las ponencias sobre finanzas personales, el formador financiero Telmo Rueda, explicó que para elaborar un presupuesto personal y/o familiar es necesario «ponerse la gorra de contable» y replicar la estructura de ingresos y gastos de una empresa. «Nuestros objetivos financieros deben ser medibles, específicos, temporales y alcanzables», afirmó. De esta forma, «cuando un objetivo es medible, es mejorable», añade.
Este formador financiero recomienda la fórmula del «preahorro», es decir, establecer una transferencia autómatica y periódica de un porcentaje de nuestros ingresos antes de que sean susceptibles de gastarse. «Al hacerlo nos estamos situando a nosotros mismos los primeros en la cola de proveedores por delante de la factura telefónica o de la de la luz», explica.
En cuanto al porcentaje que debemos destinar al ahorro, Rueda lo establece en el 10% de nuestros ingresos y, además, recomienda utilizar el sistema de «los tres tarros» del ahorro para diferenciar el destino de ese dinero que vamos acumulando. Así, el ahorro que realizamos puede dividirse en el tarro del «colchón de seguridad», que debería contener entre 2 y 3 meses de nuestros ingresos mensuales y el tarro de los «gastos programados», en el que debemos incluir desde ese viaje que queremos realizar hasta la educación de nuestros hijos o la compra de un nuevo vehículo. «Este segundo tarro es un cajón desastre en el que ahorramos para objetivos concretos que necesitamos o que nos hacen felices, aunque siempre en función de nuestras posibilidades», defiende Rueda. El tercer tarro es al que debemos poner la etiqueta de «no tocar» porque corresponde al ahorro a largo plazo para nuestra jubilación. «Este es el ahorro que podemos invertir para obtener una rentabilidad porque el beneficio de la inversión a largo plazo de nota cuando no se toca», concluye.
El intrusismo en el asesoramiento financiero
En materia de asesoramiento financiero, José María Luna, asesor financiero de la red de Caser Asesores, ha criticado duramente el intrusismo que, en su opinión, sigue existiendo en esta profesión. «La ley (MiFID II) ha hecho bastante, pero todavía hay mucho intrusismo en los medios de comunicación por parte de personas que dicen asesorar pero que solo van a vender sus productos», afirma Luna.
En este sentido, cree que la principal función de un asesor financiero, una profesión regulada y que exige una determinada certificación, es la de «ayudar a gestionar las emociones del inversor». «Se gana más dinero evitando piedras en la carretera que llegando el primero al destino», señala este experto.
Respecto al coste del asesoramiento financiero, Luna explica que dependerá del nivel de especialización y de la gama de productos sobre los que el profesional asesora. «La pregunta es realidad para el inversor al que hay que preguntarle si está dispuesto a pagar por un asesoramiento realmente independiente. En España no estamos acostumbrados a pagarlo y tenemos las consecuencias», afirma.
¿Cómo identificar y gestionar nuestras emociones al invertir?
La sesión de educación financiera puso el broche final con una ponencia de Francisco Javier Velasco, analista de fondos de Andbank, sobre finanzas conductuales. Como ahorradores, y desde luego si damos el paso a inversores, debemos aprender a gestionar la montaña rusa de nuestras emociones. En palabras de Velasco, «los profesionales también tenemos emociones, pero nos pagan por equivocarnos menos y no por acertar más».
De hecho, entre los sesgos de conducta a los que tiene que hacer frente un inversor, Velasco ha destacado el autoengaño, cuya principal enseñanza es que «nunca vamos a conseguir un 100% de aciertos porque en realidad invertir se trata de equivocarte menos». Otro de los sesgos importantes a identificar por parte del inversor es el de confirmación. «Queremos reafirmar nuestras propias ideas y esto nos lleva a decisiones de inversión erróneas», explica.
El «efecto iceberg» o la infravaloración de los riesgos y el «efecto ancla», según el cual nuestras experiencias de inversión pasadas suelen tener más peso en nuestra toma de decisiones, también forman parte del catálogo de sesgos de conducta que el inversor debe conocer.