Ya han pasado once de años de la caída del banco de inversión Lehman Brothers, que marcó el inicio de la última gran crisis financiera mundial. Aquel 15 de septiembre la frenética actividad que se desarrollaba en Wall Street sufrió un revés y los años dorados se tiñeron de negro. El cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos estaba en quiebra.
Con 163 años de historia, Lehman Brothers superó una guerra civil, dos guerras mundiales, el Crack del 29 y la burbuja tecnológica del año 2000, pero no fue capaz de salir airosa de esta crisis. Un siglo y medio de historia se esfumó y se llevó por delante el empleo de miles de trabajadores y el dinero de muchos.
Las hipotecas subprime o «hipotecas basura»
La concesión en masa de estas hipotecas fue una de las principales razones del inicio de la crisis. Se trataba de hipotecas que se concedían a personas con escasa solvencia, por lo que el riesgo de impago era bastante alto, al igual que los tipos de interés a los que se concedían. Mientras el mercado inmobiliario no paraba de crecer y daba esperanzas de que nunca se detendría, las hipotecas subprime parecían un negocio redondo. Los bancos comenzaron a comercializar paquetes de deuda insolvente que vendían como productos rentables y se fue cocinando a fuego lento la mayor crisis de la historia.
Sin embargo, con la subida de los tipos de interés, los inversores empezaron a experimentar dificultades para enfrentarse a los pagos y todos los bancos que habían vendido esa deuda sufrieron una oleada de impagos. Esto hizo que cientos de entidades se declarasen en banca rota. El cóctel de la abusiva comercialización de hipotecas de alto riesgo, mezclado con la falta de liquidez dio como resultado la explosión de la burbuja del sector inmobiliario y la caída del mercado.
¿Qué hemos aprendido?
Algunos expertos consideran que esta obsesión por ganar dinero de forma fácil no ha desaparecido. Y si una crisis tan devastadora como la de 2008 no ha podido hacerla desaparecer, ¿qué lo hará? Según Nick Clay, gestor principal del BNY Mellon Global Equity Income, “en vez de afrontar las graves deficiencias en la asignación de capital que acabaron provocando la crisis, la expansión cuantitativa mundial solo ha servido para perpetuar esta adicción al dinero fácil gracias a unos bajos tipos de interés y a un exceso de liquidez. Además, la deuda continúa viéndose respaldada en gran medida por el valor de los activos en vez de por la solvencia de los prestatarios, lo que inevitablemente nos recuerda a la burbuja inmobiliaria previa a la crisis. Esta idea de que el valor de ciertos activos siempre sube está a punto de verse cuestionada, una vez más, con el paso de la expansión cuantitativa a una gradual restricción cuantitativa”.
Por otro lado, desde Fidelity consideran que los inversores y las autoridades sí han aprendido de la anterior crisis. En su opinión, no parece probable que se pueda producir otro colapso financiero como el desencadenado por la quiebra de Lehman Brothers. “Las causas últimas parece que se han atajado: los bancos mantienen unos niveles de capital mucho más altos para cubrir sus carteras de créditos, las normas de concesión de préstamos se han endurecido y los precios de los activos se han recuperado. A pesar de la fuerte revalorización de los activos durante los últimos años, los inversores han mantenido la cautela y han huido del optimismo inherente que llevó a tantas personas a apalancarse para exponerse a las alzas de los precios de los activos. Además, el sistema financiero se encuentra mucho menos interrelacionado que cuando se desató la crisis, lo que significa que el riesgo de contagio es menor; si bien siguen existiendo, y existirán, focos de agitación macroeconómica y geopolítica”, señalan desde Fidelity.