Al leer un folleto u otros documentos informativos de un fondo de inversión, nos encontramos muy frecuentemente con la frase «rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras» de forma reiterativa. ¿Qué significa esta frase y por qué son tantas las gestoras que insisten en incluirla? Es en realidad una llamada de atención sobre una consideración importante a la hora de tomar decisiones inteligentes de inversión: lo que cuenta es la metodología, no la última rentabilidad obtenida.
Al analizar un fondo, o una compañía, son muchos los inversores que se dejan llevar por el síndrome de perseguir la rentabilidad; tan pronto como un sector o un tipo de activo está teniendo un comportamiento superior, transfieren su patrimonio desde otras inversiones a sus nuevos objetivos de rentabilidad.
Si las entidades gestoras de fondos incluyen la advertencia de que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras es, en parte, porque son muchas las gestoras que han utilizado las rentabilidades pasadas como parte de sus campañas comerciales. Pero dejarse llevar por estos cantos de sirena puede tener consecuencias negativas para el plan de inversión.
Algunos estudios han demostrado que en periodos en que los fondos de inversión ganaban entre un 9 y un 11% de rentabilidad, los inversores en esos fondos sólo conseguían retornos de entre 2 y 4%, por su afán de «perseguir la mayor rentabilidad posible» comprando y vendiendo en los momentos menos oportunos, dejándose controlar por sus emociones en lugar de tener una visión a largo plazo. Esta forma de actuar puede ser catastrófica cuando se tiene un horizonte de inversión a largo plazo, especialmente si se toma en consideración la inflación.
Esto no significa que haya que dejar de lado el análisis de las rentabilidades pasadas del fondo, pero sí que es importante considerar un horizonte a largo plazo. Si un fondo gana un 15% por rentabilidad en un año, ese dato aislado no nos dice mucho sobre si es o no una buena inversión ahora o si lo será en el futuro. Nada está garantizado, pero la evolución en el largo plazo puede ofrecer una perspectiva sobre el potencial de crecimiento de un fondo.
Cuando se analizan rentabilidades pasadas, generalmente es mejor ignorar los retornos de los últimos 1 a 3 años y focalizarse en periodos de hasta 5 e incluso 10 años. Esas rentabilidades pasadas son más indicativas de la estabilidad y fortaleza del fondo en que se va a invertir. Pero además de este dato conviene analizar en profundidad su filosofía y el proceso de inversión, la trayectoria de sus gestores y su evolución respecto al mercado en que invierten, para comprobar si sus rentabilidades pasadas fueron fruto del azar o si serán reproducibles en el futuro.
Un ejemplo es un fondo de inversión con vocación inversora en el sector salud, que el pasado año obtuvo las mayores rentabilidades. Aunque es un sector defensivo que podría mantener un comportamiento positivo durante este año, parece bastante posible que su revalorización sea más modesta. Por el contrario, un fondo de estilo value o valor es capaz de obtener rentabilidades sostenidas a lo largo del tiempo en periodos de entre 5 y 10 años, de una forma sistemática, no aleatoria.
Así pues, es importante preguntarse si los gestores consiguen rentabilidades superiores por puro azar o bien porque gestionan la cartera del fondo siguiendo una filosofía clara. Para contestarse a esta pregunta es conveniente analizar la trayectoria no sólo del fondo, sino también de los gestores, así como su formación y metodología de gestión.
Paula Mercado, directora de análisis de VDOS y www.quefondos.com