Sabemos que el año pasado fue un año muy atípico por volatilidad porque el índice VIX (índice de volatilidad del mercado de opciones de Chicago) se mantuvo en niveles históricamente muy bajos, pero también porque los precios de los activos cotizados sufrieron pocas variaciones. Tal vez nos preguntemos qué es la volatilidad y si es este un término aplicable únicamente al mercado financiero.
En química, la volatilidad es la tendencia de una sustancia de pasar de líquido a vapor. En el ámbito electoral, se refiere al número de votantes que modifican su voto de unas elecciones a otras. Hablamos incluso de un carácter volátil para referirnos a personas con cambios bruscos de humor. En general, podemos decir que la volatilidad mide la variabilidad o dispersión de un comportamiento dado, respecto a su tendencia histórica central, en un periodo de tiempo definido.
En el mercado financiero, la volatilidad mide el riesgo de que el precio de una inversión cambie con brusquedad. Es una medida de riesgo en cuanto que estima las posibilidades de que el precio de una acción, un bono o cualquier otro activo financiero cambie entre dos puntos temporales
Un incremento de un 10% de la cotización de una acción en un año puede ser muy o poco volátil, dependiendo de cómo se ha movido el precio de la acción durante ese tiempo. Si el precio de la acción aumenta un poco cada día, de forma que a final de año ha subido un 10%, puede decirse que su volatilidad es baja. Pero si el precio sube de forma notable durante semanas y entonces baja durante un tiempo, repitiéndose esta pauta a lo largo del año, la acción se considera muy volátil, aunque termine el año con un aumento en su cotización del 10%.
Las inversiones que son altamente volátiles se describen frecuentemente como de riesgo alto porque las posibilidades de perder dinero con ellas son mayores. Por otra parte, es posible realizar un cálculo estimado del precio de las acciones a lo largo del año. Tal como hemos visto en el ejemplo anterior, si un inversor tuviera que vende una acción cuya volatilidad es elevada durante el año, las posibilidades de que perdiera dinero serían mayores que con la acción de baja volatilidad.
El dinero que se mantiene en una cuenta corriente sabemos que normalmente ofrece retornos constantes y poco volátiles, con poco riesgo de pérdida. Pero también, los retornos ofrecidos son habitualmente inferiores a los que podrían obtenerse invirtiendo la misma cantidad en bonos, valores inmobiliarios o acciones, que suelen tener un comportamiento más volátil. Podemos decir por tanto que, aunque volatilidad y riesgo no son la misma cosa, sí que están relacionados.
En términos matemáticos, la volatilidad es una medida de la frecuencia e intensidad de los cambios en el precio de un activo definiéndose como la desviación estándar de este cambio en un periodo de tiempo dado. Así pues, la volatilidad de un activo es la medida de la dispersión de las rentabilidades de un activo con respecto a su rentabilidad media y suele expresarse en términos porcentuales y anuales. Si decimos que la volatilidad de un fondo a un año es de 10%, significa que el rango de variabilidad de su valor liquidativo durante ese año ha sido de +/-10 por ciento.
En términos generales, el dinero en una cuenta bancaria tiene normalmente una volatilidad baja, cercana a cero. Un índice de bonos emitidos por gobiernos puede tener una volatilidad de alrededor de un 5% en un periodo de entre 5 y 10 años. Un índice bursátil, como el S&P500 es típicamente más volátil, entre un 13 y un 18%.
En el caso del índice VIX el cálculo técnico es algo diferente del habitual. Refleja la estimación de cómo van a moverse las acciones estadounidenses, en base a los precios de las opciones sobre estas acciones, no en base a los precios a los que realmente se han movido en el pasado, y se calcula para un periodo de 30 días.
La volatilidad no es el único riesgo de una inversión. Existen otros riesgos, como pueden ser el de liquidez, el de contrapartida, el de tipos de interés o, para los inversores internacionales, el riesgo por cambio de divisa. Por ello, el que una inversión tenga una baja volatilidad no significa necesariamente que sea una inversión segura. Recordemos, por ejemplo, los inversores que se sintieron atraídos por la baja volatilidad de los retornos ofrecidos por Madoff en 2008 y de las pérdidas en que incurrieron cuando el fraude se descubrió.
La volatilidad puede afectar a las reacciones de los inversores. Los que pueden controlar las emociones y tienen suficiente riqueza para soportar grandes fluctuaciones en los precios, puede que opten por inversiones volátiles. El resto normalmente prefiere la relativa seguridad y la tranquilidad emocional de una inversión con baja volatilidad.
Paula Mercado, directora de análisis de VDOS Stochastics y quefondos.com