La cantidad de dinero que obtenemos de una inversión se denomina rentabilidad. Ésta suele expresarse como un porcentaje del importe invertido inicialmente. Por ejemplo, supongamos que compra una mesa por 100 euros porque cree que su precio subirá en el futuro. Si posteriormente la vende por 110 euros, habrá obtenido una rentabilidad del 10%.
Pero toda inversión conlleva un componente de incertidumbre. Cabe la posibilidad de que el valor de la mesa no haya subido tanto como esperaba o puede que ese tipo de mueble ya no esté de moda y el precio haya caído.
La probabilidad de que su inversión no obtenga la rentabilidad que esperaba se denomina riesgo. En general, para obtener una rentabilidad más elevada de una inversión, debe asumir más riesgos.
La relación entre rentabilidad y riesgo puede plantearse en otros términos. Cuando se enfrenta a un elevado nivel de incertidumbre acerca del resultado de una inversión cabría esperar una más alta remuneración que compense el alto riesgo.
Por ejemplo, si le presta dinero a alguien con una trayectoria de reembolso puntual de sus préstamos, podría aceptar a cambio un tipo de interés bajo. Sin embargo, si le presta dinero a una persona manifiestamente poco fiable, es probable que exija una rentabiliad superior para compensar el incremento del riesgo de impago. Esto suele denominarse balance de riesgo-beneficio.
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