La educación financiera habitualmente aparece relacionada con nuestras propias decisiones personales. Así, el riesgo y bienestar financiero dependería de buenas o malas actuaciones personales, y no de las características del propio sistema financiero o de las malas prácticas y abusos que comete la banca.
Bajo esta premisa, entidades que promueven o trabajan en el ámbito de las finanzas éticas o parabancarias como Fiare, Economistas sin Fronteras, SETEM Hego Haizea, Oikocredit, Elkarcredit o Koop 57, han querido impulsar una reflexión sobre la educación en finanzas con el lanzamiento de un documento bajo el título: “Repensando la educación financiera desde una perspectiva ética y parabancaria”.
El documento sostiene que, al justificar la educación financiera con una “mayor complejidad de los productos financieros”, se pone el foco en la capacidad individual para hacerles frente y no en la respuesta colectiva para exigir mayor transparencia y protección jurídicamente vinculante.
“Así como no podemos asignar únicamente una responsabilidad individual ante los riesgos financieros asumidos, tampoco podemos considerar que las decisiones financieras individuales sólo tengan impacto sobre el bienestar personal, sino también colectivo”, explican en una nota de prensa.
En este sentido, se cuestionan el hecho de que sean las propias entidades financieras, directa o indirectamente, quienes estén elaborando los objetivos y contenidos en materia de educación financiera impartiendo formación financiera a diferentes sectores de la población en los que tienen intereses corporativos específicos (captación de clientes, planes de pensiones privados…).
El informe concluye que la introducción de la educación financiera como materia específica del currículum educativo presenta riesgos evidentes derivados del paradigma económico del que parta la consideración de lo que es capacitación financiera y, por tanto, de cuáles sean los contenidos seleccionados en el programa formativo, cuáles los omitidos y quién los imparta.
Entre estos riesgos, destacan, el que se haga invisible el impacto de las decisiones financieras en el bienestar colectivo, la ausencia de imparcialidad de las entidades financieras privadas en su rol como educadoras, focalizar la responsabilidad ante los riesgos financieros en las personas y presentar las finanzas como las herramientas a través de las que gestionar y asegurar de forma privada e individual derechos que deben ser provistos públicamente o ámbitos que pueden ser alcanzados de forma cooperativa.
Según este documento, el sistema educativo debe dotar al alumnado de competencias, espíritu crítico y madurez para saber desenvolverse en su entorno utilizando herramientas financieras cotidianas para trabajar de forma práctica estas competencias. Pero también señalan que “este enfoque pedagógico no justifica la introducción de la educación en finanzas en el sistema educativo, tal como se está desarrollando actualmente. Las finanzas son parte del sistema económico y es éste el que se debe abordar en los centros escolares desde una perspectiva crítica, holística y ligada a valores y al concepto de sociedad”, afirman.
Los impulsores de este documento de reflexión creen que si la educación financiera forma parte del proyecto educativo es fundamental incidir para que incluya la sensibilización sobre los impactos humanos, sociales y ambientales del sistema financiero y de la operativa bancaria y para asignar responsabilidades individuales y colectivas en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.