Estos meses hemos sido testigos del revuelo que han generado las decisiones de los principales bancos centrales, pero ¿por qué? ¿Cuál es su papel en la economía y cómo puede influir a los ciudadanos?
Centrándonos en la zona euro, la función principal del Banco Central Europeo (BCE), según explica él mismo de forma didáctica en su web, es trabajar para mantener la estabilidad de precios en la zona del euro (lo hacen para que con tu dinero puedas comprar mañana las mismas cosas que puedes comprar hoy), y contribuir a la seguridad y la solidez del sistema bancario europeo, para que tu dinero esté seguro en el banco.
Para cumplir sus objetivos de mantener los precios estables, el BCE usa un conjunto de instrumentos de política monetaria. Estos instrumentos incluyen la fijación de los tipos de interés, la concesión de préstamos a los bancos para apoyar el flujo de crédito a los hogares y a las empresas, y las compras de activos para mejorar las condiciones de financiación en todas las partes de la economía.
Tipos de política monetaria: restrictiva y expansiva
Dentro de la política monetaria podemos distinguir dos tipos, que se diferencian en función de los objetivos que persiga el BCE. Por un lado, puede adoptar políticas monetarias restrictivas, en estos casos el objetivo del BCE es disminuir la cantidad de dinero que circula en la economía. Para ello, aumentan el precio del dinero (subiendo tipos) o recurren a la venta de activos (para retirar dinero del mercado). Este tipo de políticas se ponen en marcha en ocasiones en las que la inflación es demasiado alta.
Por otro lado, las políticas monetarias expansivas, que han sido las protagonistas estos últimos años, se adoptan cuando es necesario estimular la economía introduciendo más dinero en el sistema. Para ello, los tipos de interés se bajan (de esta forma, es más barato endeudarse y se fomenta el consumo) y se compran activos para que llegue más dinero a la economía.
Efectos de las políticas
Si una política expansiva es demasiado agresiva podría desembocar en una subida de precios, es decir, en inflación, debido al exceso de dinero que se ha inyectado en la economía. Por lo que, como ciudadanos, perderíamos poder adquisitivo (con el mismo dinero podríamos comprar menos cosas que antes). Asimismo, cuando los tipos de interés son bajos, las inversiones más conservadoras como, por ejemplo, los depósitos, ofrecen escasas rentabilidades.
Por otro lado, una política restrictiva con subidas de tipos encarecería los préstamos, pero a cambio los bancos nos ofrecerían mayores rentabilidades por los depósitos.
Asimismo, las diferentes políticas afectan a nuestros ahorros invertidos de diferentes formas. En momentos de políticas expansivas, la renta fija suele comportarse peor, mientras que la variable lo hace mejor en momentos en los que las políticas que adopta el banco central son expansivas. “Las políticas monetarias del BCE tienen un impacto directo en las inversiones de renta fija, que, ante la retirada de estímulos y subidas de tipos de interés, sufren una lógica caída de sus precios. En el caso de la renta variable, el precio de las acciones puede verse afectado por los mayores costes de financiación que deben soportar las empresas, así como por una valoración más exigente, en función del método que se utilice para el cálculo su precio”, detalla Íñigo Peña, asociado de Aseafi y socio director de Valor Óptimo.
¿En qué momento nos encontramos?
El BCE está presidido por Christine Lagarde, y después de muchos años con políticas monetarias catalogadas como “ultra expansivas” (los tipos llegaron incluso a estar en negativo), motivado por la inflación se ha visto obligado a empezar a virar hacia políticas más restrictivas. Los expertos pronostican que, una vez el BCE acabe su programa de compras (junio/julio) comenzará a subir de manera tímida los tipos. De esta forma, podrá contener la inflación y poco a poco intentar llevarla a su tradicional objetivo del 2%.
Según explica Peña, nos encontramos en un momento de “normalización monetaria”. El experto recuerda cómo, tras la crisis financiera de 2008, y con varios años de retraso con respecto a la Reserva Federal Estadounidense (Fed), el BCE adoptó en 2011 una serie de medidas de estímulo monetario, que reforzó, incluso con mayor intensidad, poco después de declararse la pandemia en marzo de 2020.
“Una vez que parecen superados los peores momentos de la pandemia, y se empiezan a ver signos de mejora en el consumo y en el crecimiento de las principales economías del mundo, la inflación comienza a repuntar, pero aparentemente de manera temporal. Sin embargo, este incremento de la inflación parece no ser tan temporal como en un primer momento se pensaba, y se ve además agravada por los factores de oferta que comienzan a ejercer presión sobre los precios, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia”, contextualiza el experto.
En este sentido, la primera reacción del BCE fue la reducción del programa de compra de deuda desplegado para combatir la pandemia (PEPP), que finalizará el 30 de junio de este año, y que, probablemente, irá seguido de una gradual subida en los tipos de interés, que previsiblemente se iniciará en el próximo Consejo de Gobierno del BCE del 21 de julio.
Controlar la inflación sin afectar al crecimiento
Como hemos visto, los bancos centrales tienen dos misiones, controlar la inflación, pero, a la vez, no comprometer la recuperación económica. Sin embargo, las herramientas que pueden usar los banco centrales para controlar la inflación también pueden frenar el crecimiento.
“Este es el gran dilema al que se enfrentan actualmente los bancos centrales, especialmente en un momento en el que el aumento de los precios se debe en Europa, no solo a factores de demanda, sino que son también los factores de oferta los que están provocado el incremento de la inflación. Por ello, más allá de la política monetaria, las herramientas de política fiscal podrían jugar un papel determinante para ayudar al BCE a conseguir sus objetivos en materia de inflación”, detalla Peña.