Para los expertos de Azvalor, la lógica ha dejado de mandar en las decisiones de los inversores. Su éxito en el pasado se basó en no abandonar jamás el compromiso incondicional de comprar acciones baratas. En un entorno racional, esta estrategia funciona bien. Sin embargo, según explica el equipo de Azvalor en su carta trimestral al inversor, en un entorno como el actual, pocos parecen detenerse a analizar el precio de los activos con los beneficios que éstos generan. «La mayoría prefiere hablar de narrativas en torno a la disrupción y a la tecnología de futuro, donde la lógica deja de importar, detallan.
“El mercado les ha dado la razón en 2019, generando un refuerzo positivo y, por tanto, la sensación de que la narrativa es robusta e irrompible. El resultado es una nube de estrés para el inversor de valor, frustración ante los resultados relativos mediocres… y nada que garantice un final rápido a la vista. Nosotros apostamos a que la lógica volverá a imponerse, como ha sucedido tantas y tantas veces en el pasado”, aseguran Álvaro Guzmán de Lázaro y Fernando Bernad, codirectores de inversiones de la entidad.
“La paciencia y la tolerancia a la volatilidad son activos valiosos”
Según los expertos, este entrono exige una paciencia adicional. “Una suma de impacientes buscando activos poco volátiles generan distorsiones en los flujos de capital: hay industrias que no paran de recibir dinero (por ejemplo, Tesla, tecnología, private equity) mientras otras son asfixiadas (industrias extractivas como carbón, petróleo, uranio)”, explican los expertos. Para ellos, el resultado es que tarde o temprano este proceso acaba topándose con límites: «sobran unas cosas, y faltan otras”, explican. «Se trata de un mercado en el que la tolerancia a la volatilidad y la paciencia son activos escasos y valiosos”.
Por lo tanto, y pese a los tibios resultados de la entidad en 2019, los expertos se consuelan gracias «al hecho de que las inmutables realidades de la ciencia, la geología y el agotamiento de recursos por el lado de la oferta, no podrán ser siempre ahogadas por la política de turno o la popularidad”.
“Cada año que pasa sin que ocurra la reversión de resultados, solo agrava el desequilibrio de las industrias en las que invertimos, siendo la volatilidad de hoy una frustración temporal y probablemente incluso una condición previa sine qua non de la recompensa futura”, añaden. Es precisamente, con el objetivo de aprovechar estas perturbaciones de mercado, con el que construyen las carteras desde Azvalor, para poder así monetizar y aprovechar la volatilidad y las modas, en lugar de convertirse en sus víctimas.
Inversión pasiva, criterios ESG y posible impacto en el mercado
Para los expertos de Azvalor, la inversión bajo criterios de ESG debe ser considerada sobre una base idiosincrática, caso por caso. “Creemos que muchas industrias están siendo ignoradas y privadas de capital por razones caprichosas y superficiales, cuando al mismo tiempo, son administradoras ejemplares de capital, por lo que deberían ser recompensadas”, aclaran.
En primer lugar, respecto a los efectos medioambientales, los expertos han señalado que existe una narrativa de que las compañías mineras y energéticas son intrínsecamente antagónicas al medio ambiente. «Tal narrativa aconseja no invertir en ellas, se frustra así la disponibilidad del imprescindible capital creando una probable escasez a futuro”, apuntan.
“Muchos proyectos mineros ofrecen empleo y oportunidades a regiones desfavorecidas, por no hablar de que la minería moderna está dotada de meticulosos sistemas de rehabilitación y recuperación, de tal forma que los proyectos se suelen traducir en algo positivo tanto para las economías regionales como para sus habitantes”.
¿Dónde encuentran valor?
Según explican los expertos, sus ponderaciones sectoriales y bursátiles representan una posición muy alejada del consenso y de los principales índices. Dicho consenso es que el petróleo, el gas, el transporte marítimo, el carbón y el uranio, tienen mucho riesgo. “Nosotros creemos que siguen siendo sectores muy necesarios y, que al no gozar de popularidad, tienen menos margen para decepcionar, sus acciones sufrirán menos reveses y resultan, por ende, menos arriesgadas por norma general que los índices, en los que tras las subidas vemos muchos riesgos”, aclaran.
Asimismo, los expertos han debatido sobre “la seguridad” que representa la gestión pasiva. “Resulta irónico que se considere de bajo riesgo en un momento en el que el índice nunca ha cotizado con una prima tan elevada, lo que casi garantiza una rentabilidad nula a largo plazo. Creemos que el mercado en sentido amplio definido como “el índice” nunca ha sido una inversión de tanto riesgo, mientras que los sectores desfavorecidos, vapuleados por los efectos de la inversión pasiva y la ESG, constituyen una gran oportunidad con una relación riesgo/retorno muy asimétrico (poco riesgo y mucho retorno esperado)”, detallan.
Por ello, insisten en que llevar la contraria obliga a aceptar episodios de volatilidad, que acaba siendo el “precio” a pagar para aspirar a un retorno significativo. Esa paciencia no obstante tiene donde anclarse. “En primer lugar, activos comparables a los nuestros se venden con primas sustanciales respecto a las valoraciones de mercado, la más pura afirmación de su valor intrínseco. En segundo lugar, el pesimismo en las acciones (por ejemplo Tullow, Consol) no “casa” con las probabilidades de impago implícitas en los instrumentos de deuda de esas compañías y, por último, tratamos constantemente de cuestionar la validez de nuestros planteamientos según va transcurriendo el tiempo», argumentan.
Para concluir han señalado que «los precios de mercado de nuestra cartera son tan atractivos que no requieren que tengamos “toda la razón”: basta con no estar totalmente equivocados para que alcancemos rentabilidades muy importantes”.