A la hora de invertir siguiendo la filosofía de value investing, existen una serie de trampas que pueden dañar seriamente el retorno de las inversiones. Para Javier Ruiz Ruiz, director de Inversiones de Metagestión, las más importantes son las trampas de valoración y las trampas psicológicas, según explicó en una reciente charla en Madrid bajo el título «Los errores más comunes que nos convierten en peores inversores».
En primer lugar, las trampas de valoración, que aparecen principalmente cuando no se hace un análisis cualitativo de la compañía (calidad del negocio) y cuando se utilizan ratios sin entender de dónde salen los números (uso de filtros de inversión). “Para el análisis cualitativo una solución es no salirse del círculo de competencia de cada uno. Es decir, intentar centrarse en modelos de negocio con los que uno se sienta más cómodo cuando hace su análisis”, dice, explicando que para él es más sencillo entender el negocio de Barón de Ley que el de un conglomerado con un sinfín de divisiones.
“En el caso de los ratios, es importante comprender cada componente de éstos. En el caso del PER, magnitudes como la amortización pueden distorsionar la verdadera generación de caja del negocio. En el caso del ROE, el apalancamiento financiero de la compañía puede hacer que este ratio sea elevado pero insostenible en el tiempo. También la rentabilidad por dividendo puede parecer atractiva, pero la gestión de capital de la compañía un horror”. Y así varios ejemplos.
En segundo término, están las trampas psicológicas, que se producen por la forma de funcionar de nuestro cerebro. “Según los expertos en el campo de la economía conductual (como Daniel Kahneman), nuestro cerebro funciona con dos sistemas: sistema 1 y sistema 2. El sistema 1 es muy impulsivo y utiliza atajos mentales para resolver cualquier problema que se le presente, mientras que el sistema 2 es muy racional pero requiere un esfuerzo mental para ponerlo en funcionamiento”.
Para el experto, en un mundo con información cambiante, estrés, decisiones que dependen de lo que hagan otros, etcétera, el sistema 1 tiende a imponerse sobre el sistema 2. “Un ejemplo claro de ello es la bolsa, lo que lleva a que los inversores suframos una serie de sesgos que condicionan nuestra forma de invertir”.
Entre los más importantes destaca la aversión a perder (sufrimos más las pérdidas de lo que disfrutamos las ganancias), el efecto disposición (como no queremos asumir pérdidas, mantenemos posiciones perdedoras y vendemos rápidamente las posiciones que van ganando dinero, lo que nos hace quedarnos con peores negocios en cartera), exceso de confianza e ilusión de conocimiento (lo que nos lleva a salirnos de nuestro círculo de competencia a la hora de invertir), efecto ancla (utilizar referencias numéricas que no aportan nada para invertir: “como el precio de esta acción está más alto hoy que hace unas semanas no invierto…”), sesgo de disponibilidad (pondero en exceso la información reciente: “como el Ibex-35 ha subido un 67% desde verano de 2012, lo normal es que siga subiendo”) o efecto rebaño (seguir lo que hace todo el mundo porque vivimos más cómodos en el consenso).
Las soluciones
Ante esta situación, Ruiz explica algunas soluciones. Ante las trampas de valoración, recomienda invertir en negocios que uno entienda (círculo de competencia), que tengan un equipo gestor que haga una buena gestión de capital, que tengan un perfil financiero sólido, barreras de entrada importantes y margen de seguridad en la inversión, es decir, que coticen a niveles muy atractivos.
En cuanto a las soluciones a las trampas psicológicas, propone utilizar un diario de operaciones (escribir la tesis de inversión y hacer seguimiento); utilizar checklists o tomar decisiones con el mercado cerrado.