Junio es un mes importante para la política monetaria mundial, dado que la Reserva Federal y el BCE van a tener que exponer cómo piensan poner fin a las condiciones monetarias expansivas. Sin embargo, y a pesar de lo mucho que se ha hablado sobre el endurecimiento monetario, los bancos centrales podrían terminar mostrándose más favorables a no tocar los tipos de lo que muchos esperan, lo que de nuevo pondría de relieve las dificultades para dejar atrás las políticas ultraexpansivas ocho años después de la crisis financiera.
En opinión de Anna Stupnytska, economista global de Fidelity, la subida de tipos de la Fed en junio probablemente será la última de 2017. “Las condiciones financieras expansivas han alentado a la Fed este año, pero claramente la economía no ha colaborado. La debilidad del consumo está haciéndose cada vez más evidente debido a nuevos obstáculos como el crecimiento negativo de los salarios en términos reales, a lo que hay que sumar el descenso de la asequibilidad de la vivienda y el endurecimiento de la concesión de créditos. Aunque la inversión por fin está repuntando después de ser un lastre para el crecimiento durante muchos trimestres, todavía no es capaz de compensar el declive del consumo”.
Al mismo tiempo, la experta cree que la inflación prevista sigue siendo baja y ya no se puede contar con que suban los precios de las materias primas. “Aunque la inflación subyacente va a aumentar ligeramente durante los próximos meses, es poco probable que eso inquiete a la Fed. Las presiones crecientes en el mercado laboral podrían por fin tirar al alza del crecimiento de los salarios, pero la escasa pendiente de la curva de Phillips en esta fase del ciclo sugiere que la aceleración será muy gradual”, explica.
Stupnytska considera que cuesta aventurar qué podría propiciar un rebote significativo del crecimiento estadounidense frente a los discretos niveles actuales. “Dado el elevado grado de incertidumbre en torno a los planes de Trump para la economía estadounidense, las perspectivas de reforma fiscal e inversión en infraestructuras se han disipado por ahora, si bien la reactivación del crecimiento por la vía de los estímulos presupuestarios era algo que, en mi opinión, en ningún caso se iba a dejar sentir este año”. Esto, cree, podría tener incidencia en 2018, pero si se traduce en un aumento de la inflación, la Fed ya no podría permitirse el lujo de mantener los tipos, lo que podría adelantar el final de la expansión actual.
BCE: un cambio de postura cauteloso
Para Stupnytska, la economía de la zona euro ha estado disfrutando de su periodo de crecimiento más fuerte desde la crisis de deuda pública y, en este sentido, la naturaleza sincronizada de la recuperación es un buen indicador de su perdurabilidad. “Es una coyuntura favorable para que el BCE comience a retirar algunos elementos de su política ultraexpansiva, pero dado que la recuperación actual depende enormemente del apoyo del BCE y que el ciclo mundial ya ha tocado techo, el BCE no tendrá prisa”, apunta.
La economista global de Fidelity cree probable que veamos cómo se abandona la postura ultraexpansiva en la reunión de junio, posiblemente mediante cambios en las previsiones y en consonancia con los últimos mensajes de algunos miembros del consejo de gobierno del BCE. “Los detalles sobre la reducción de los estímulos cuantitativos seguramente se conozcan hacia finales de año, pero probablemente esta sea más lenta de lo que estima el consenso y dependerá de la fortaleza del euro”. En su opinión, los mercados también podrían buscar pistas sobre la secuencia de reducción de los estímulos cuantitativos y las subidas de los tipos de depósito, pero el BCE no está listo todavía para tomar esta decisión. “Es algo que se abordará el año próximo”, concluye.