Todo tiene un precio y el de los bitcoins también lo paga el medioambiente. Esta nueva forma de pago, aparte de desafiar al sistema monetario tradicional, choca con el objetivo que perseguimos de lograr una economía sostenible.
El blockchain, la tecnología que permite las transferencias de forma segura y sin intervención de terceros y la creación de nuevas monedas de bitcoin, es muy costosa en términos energéticos. Actualmente, se crean unos 900 bitcoins nuevos cada 24 horas. Como se acuñan mediante ordenadores, se requiere una enorme cantidad de energía que proviene, en mayor parte, de combustibles fósiles.
Una de las principales características del bitcoin es que es un proceso descentralizado sobre el que nadie tiene todo el control de la red. Esto permite que diferentes usuarios se conviertan en mineros, es decir en usuarios que ponen en marcha el conjunto de procesos necesarios para validar y procesar las transacciones de una criptomoneda, así como para garantizar la seguridad en la red.
Es un trabajo que requiere un gran esfuerzo y demanda mucha energía. De acuerdo con los cálculos de Digiconomist, esta actividad representa un 0,3% del consumo anual mundial de electricidad, su gasto energético es similar al de Finlandia y su huella de carbono anual equivale a la de Suiza. Con estos registros, muchos expertos ven complicado que las criptodivisas alcancen la masa crítica necesaria para convertirse en un medio de intercambio.
“La continua minería de bitcoin genera un enorme consumo de electricidad que es incompatible con los requerimientos de la inversión responsable. En la cuestión medioambiental, bitcoin es cualquier cosa menos verde. La intensidad de carbono de la minería de bitcoin -y por tanto su efecto sobre el medio ambiente- es, como mínimo, significativa”, señalan desde AXA IM.
“Las criptomonedas suelen requerir gigantescos recursos energéticos para su funcionamiento: en el caso del bitcoin, validar y asegurar las transacciones requiere un largo y complejo proceso de cálculo. El consumo anual de electricidad de bitcoin supera ya al de Argentina, Holanda o Noruega … una pena, teniendo en cuenta lo sensibles que son sus usuarios (de las generaciones más jóvenes) a los problemas medioambientales”, añade Pierre Savarzeix, gestor de carteras de Seeyond.
Tal y como advierte el experto, con un crecimiento vertiginoso y una gran dimensión política, el bitcoin ha pasado rápidamente de ser un tema tecnófilo de vanguardia a ser una cuestión crítica tanto para los inversores como para los bancos centrales; y ahora plantea muchas preguntas sobre los riesgos y beneficios de su adopción generalizada.
Bitcoin y el cambio climático
A pesar de que su emisión de carbono sea considerable no se puede concluir que el bitcoin contribuye directamente al cambio climático. Según datos de la Universidad de Cambridge, incluso suponiendo que la minería de bitcoin se alimentara exclusivamente de carbón -un escenario poco realista – las emisiones totales de dióxido de carbono no superarían los 58 millones de toneladas de CO2, lo que correspondería aproximadamente al 0,17% de las emisiones totales del mundo.
“Esto no quiere decir que las preocupaciones medioambientales sobre el consumo de electricidad de bitcoin deban ser ignoradas. Existe una preocupación válida de que el creciente consumo de electricidad de bitcoin pueda suponer una amenaza para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas en el futuro”, advierten desde el Centro de Finanzas Alternativas de la universidad. Además, se debe tener en cuenta que el bitcoin no es la única criptomoneda que existe. Por ejemplo, el consumo de etherum puede compararse con el de Eslovaquia o Nigeria. Si juntamos el impacto de estas dos monedas, bitcoin y etherum, su consumo equivale al de países de la talla de Noruega o los Países Bajos.
Para que los usuarios asimilen a qué equivale el consumo de esta criptomoneda, la universidad ha creado algunos “fun facts”. Por ejemplo, la cantidad de electricidad consumida por la red bitcoin en un año podría alimentar todas las teteras utilizadas durante 30 para hervir agua en Reino Unido. Mirándolo desde otra perspectiva, la cantidad de electricidad consumida cada año por los dispositivos domésticos que están siempre encendidos pero inactivos en Estados Unidos podría alimentar la red bitcoin durante 1,6 años.