Regalar oro es algo bastante habitual en San Valentín. Hacerlo en forma de oro físico de inversión, lingotes y monedas, no tanto, “pese a las ventajas que esto supone respecto al oro transformado en joyas”, asegura Tomás Epeldegui, director general en España de Degussa.
La primera de esas ventajas es que todo lo que se paga es oro. “Cuando se adquiere una joya de oro, la mayor parte del valor de la misma procede del trabajo de diseño y ejecución de la misma, no de los gramos de metal precioso que contiene”, explica Epeldegui, quien señala que, “por el contrario, cuando se compra un lingote de oro físico de inversión, prácticamente hasta el último euro que se paga se lo lleva uno en oro”.
Otro beneficio, en palabras del director general de Degussa, es que, “si en un momento dado de su vida el poseedor de la alhaja de oro tiene que venderla para hacer frente a una mala racha, probablemente la joya se la paguen solo por su peso, lo cual le permitirá ingresar mucho menos dinero de lo que se desembolsó por ella”.
Una tercera clave, pero no menos importante, que sitúa por delante al oro físico de inversión es la fiscalidad. “Mientras la venta de joyas, y el resto de metales preciosos, está gravada con el 21% de IVA, los lingotes (a partir de dos gramos) y las monedas que cumplan los requisitos para ser considerados oro físico de inversión están exentos de pagar este impuesto por normativa comunitaria”, señala Epeldegui.
Cuando a todo ello unimos el hecho de que el precio del oro a largo plazo históricamente tiende a incrementarse, “está claro en qué interesa más invertir también el Día de los Enamorados”, en palabras del directivo de Degussa, quien pone como ejemplo los alrededor de 1.100 euros en que se hubiera incrementado el valor de un kilo de oro regalado el día de San Valentín de 2018 con respecto a hoy.