Seguro que has oído hablar del ayuno intermitente, una tendencia nutricional que consiste en establecer periodos de ayuno más largos entre comidas. Sin embargo, esto también puede trasladarse a las finanzas personales, tal y como ha hecho la creadora del “ahorro intermitente”, Michelle Singletary, también columnista en el Washington Post.
La autora del libro “The 21-Day Financial Fast: Your Path to Financial Peace and Freedom” ha desarrollado un método agresivo de ahorro inspirado en el ayuno intermitente. Su idea es que durante 21 días no se gaste absolutamente nada, sin contar con las cosas básicas para vivir como el alquiler o la comida. Es decir, poner en marcha un ayuno de consumo.
El ahorro intermitente puede ser acertado después de épocas de mucho gasto, como, por ejemplo, después del verano o las fiestas navideñas. En este periodo estarían prohibidos los caprichos y gastos innecesarios intentando poner en práctica aquello que se dice de que se necesitan 21 días para crear un hábito. Por ello, en este periodo de austeridad máxima, aparte de conseguir una masa de ahorro significativa, los que lo practiquen podrán eliminar malos hábitos de gasto.
“Considero que utilizar un método radical puede ser útil para cambiar hábitos de consumo muy arraigados. Tres semanas pueden parecer mucho tiempo, pero creo que puede ayudarnos a ser más conscientes de todas las cosas en las que gastamos dinero y de lo que realmente necesitamos en nuestra vida diaria”, dice Paula Cabrito, experta en finanzas para el mercado español en Vivid, sobre este método de ahorro.
La experta la recetaría el ahorro intermitente a aquellas personas que se encuentran en un momento decisivo de su vida, como, por ejemplo, si están pensando en cambiar de carrera, si planean un desembolso importante de dinero en un futuro próximo -como comprar una vivienda, ampliar la familia o pagar una deuda pendiente- o para quienes se acercan a la edad de jubilación.
Pero, a pesar de que el método está pensado para liquidar deudas o recuperarnos financieramente, Cabrito considera que no está de más que todos nos replanteemos nuestros gastos. “Este plan no sólo interesa a quienes se ven obligados a ahorrar por necesidad. Cualquier persona, incluso en una buena situación financiera, debe pensar que, aunque las cosas vayan bien hoy, mañana podría no ser así. Con 20 o 30 años, a menudo es difícil pensar en ahorrar para cosas como la jubilación, por lo que es esencial promover una educación financiera con una mayor visión de futuro”, insiste.
Por su parte, Pablo Tellería, Relación con Inversores de inbestMe y asesor financiero certificado EFPA, compara este método con las famosas “dietas milagro”. Aunque admite que eliminar cualquier gasto innecesario de nuestro presupuesto siempre será positivo para nuestras finanzas y que un método tan agresivo puede actuar a modo de “primer empujón”, advierte de que debemos tener siempre presente que no hay atajos. “Si hacemos un esfuerzo durante 21 días y luego volvemos a una dinámica de gasto incontrolado, solamente habrá sido un paréntesis al cual le seguirá el tradicional “efecto rebote” que también hemos visto habitualmente en las dietas milagro”, advierte.
El experto insiste en que este ayuno solo tendrá sentido si después del día 21 podemos mantener nuestra disciplina de ahorro y una buena planificación. “Al final, nuestra dieta alimentaria y nuestras finanzas personales tienen muchos puntos en común: en cualquiera de los dos casos, con suficiente fuerza de voluntad, control y planificación se puede hacer el camino en solitario. Sin embargo, esto no siempre resulta sencillo y es recomendable dejarse ayudar por un profesional certificado”, recomienda.
¿Qué fórmula de ahorro es la más adecuada?
A parte del ayuno intermitente existen otros muchos métodos, pero ¿cuál es el adecuado? Según aclara Paula Cabrito, la estrategia depende de los recursos y las necesidades particulares de cada persona. “Algunas de las recomendaciones que siempre hacemos a nuestros usuarios es apartar un porcentaje mensual de sus ingresos tan pronto reciban su nómina, tratar de aumentar esta cantidad progresivamente o ahorrar el dinero en diferentes tarros o pockets virtuales dedicando cada uno a un objetivo de ahorro. Por supuesto, tener claro nuestro objetivo es fundamental porque así será más fácil mantener la motivación”, aconseja.
Otro método que la experta sugiere es la inversión. “Una vez se hayan cubierto sus necesidades y tengan un colchón para imprevistos”, matiza. Para aquellos que aún no han encontrado el momento de ahorrar, Cabrito señala que el primer paso es que piensen en por qué lo hacen, cuáles son sus objetivos y sus planes tanto en su vida personal como profesional.
“Es importante pensar en la cantidad que necesitan ahorrar para alcanzar esos objetivos. A continuación, deberán calcular cuánto dinero podrían reservar cada mes, teniendo en cuenta los gastos fijos (el alquiler, las facturas, la comida, el transporte, posibles préstamos… Esto no debería superar el 50% del salario neto) y lo que quieren dedicar a su tiempo de ocio y a las cosas que les gustan (podrían destinar hasta un 30% a ello). Este último detalle es importante porque, al igual que con la comida, una dieta demasiado restrictiva puede tener efectos negativos si supone, por ejemplo, que dejemos de hacer las cosas que nos gustan en nuestro día a día. Si distribuyen su salario, acabarán disponiendo del 20% de sus ingresos para ahorrar”, explica.
Una vez superado este paso, Cabrito aconseja decidir cuál es nuestro horizonte temporal. En función de este, podremos elegir la estrategia que usaremos para reunir esa cantidad. “Si tienen mucho tiempo y no es una gran cantidad de dinero, pueden decidir invertir en activos más volátiles que tengan una mayor rentabilidad a largo plazo. Pero si no tienen tanto tiempo y necesitan estar seguros de que el dinero estará disponible en el momento adecuado, pueden simplemente mantenerlo apartado en tu cuenta -los pockets que empleamos en Vivid son muy útiles para ello. Su futuro yo dentro de unos años estará enormemente agradecido”, concluye.
Pablo Tellería también recomienda guiarse por porcentajes. En relación a los ingresos que generamos, señala que idealmente tendríamos que apartar entre un 10% y un 20% que dedicaremos al ahorro e inversión. El porcentaje restante para gastos, tenemos que dividirlo en dos categorías: gastos imprescindibles y gastos no imprescindibles. “Hacerlo simple ayudará a comenzar un plan y a mantenerlo en el tiempo. Cuantas más categorías y subcategorías definamos más difícil será comenzar y luego más difícil aún mantener un control mensual (aunque hoy en día podemos apoyarnos en alguna App que nos facilite esta tarea)”, recomienda.
“También es verdad que hay un nivel de ingresos por debajo del cual el ahorro se hace muy difícil. Con todo y con eso, siempre tenemos que intentar al menos comenzar separando entre un 5% y un 10%”, anima.
“Tal vez una “terapia de choque” como la que propone la dieta del ayuno financiero pueda darnos una primera sacudida que nos haga tomar conciencia de los gastos superfluos que tenemos. Pero, sin un conocimiento real de nuestra situación y de cómo nos relacionamos con el dinero y sin establecer un plan financiero de largo recorrido, estos 21 días no servirán de mucho”, insiste.
Convertirse en ahorrador
Para dar ese paso que a veces cuesta tanto, Tellería recomienda usar algún software, aplicación o simplemente una libreta y boli, tener apuntado el flujo de entradas de dinero (ingresos), la cantidad separada para el ahorro (e inversión) y salidas (gastos). Y a las salidas de dinero asignarle “imprescindible” y “no imprescindible”.
“Si estas dos categorías las asumimos con ese 80% o 90% que separamos después del ahorro, ya tenemos mucho ganado, lo que no quita que siempre conviene analizar si podemos mejorarlas. Si los gastos de estas dos categorías hacen que ahorremos menos de un 10%, entonces más que nunca hay que revisarlas a fondo”, apunta.
En cuanto a la categoría de “no imprescindibles”, Tellería señala que es importante mantenerla dentro de un 25% a 30% de los ingresos. “Puede resultar más difícil actuar sobre esta categoría porque además de buscar una tarifa más ajustada, en algunos casos significa reducir drásticamente o directamente eliminar algunos de los gastos. Y en este punto, nuestro cerebro será el encargado muchas veces de sabotear nuestros planes. Es una categoría en la que podemos encontrarnos con que tenemos que tomar decisiones más emocionales. Y como demuestra la “economía conductual» o “economía del comportamiento, muchas de las decisiones que tomamos (incluidas las financieras), tienen sesgos emocionales que nos alejan de la racionalidad”, explica.