Casi todos conocemos parejas que provienen de culturas distintas, y por tanto, hablan dos idiomas maternos diferentes. Incluso hay veces que entre ellos suelen hablar en un tercer idioma, el del país en el que viven, por ejemplo. Todo fácil hasta que llegan los hijos ¿En qué idioma deben hablarles? ¿Serán dos idiomas demasiado para el desarrollo normal del bebé?
Los resultados de un estudio realizado por un equipo internacional de investigadores y publicado recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences deberían servir para tranquilizar a estos padres, así como a profesores y cuidadores de niños que crecen en entornos bilingües. El estudio concluye que los niños bilingües a partir de los 20 meses de edad ya son capaces de procesar de forma eficiente y precisa dos idiomas.
Casey Lew-Williams, profesor asistente de Psicología en Princeton University, una de las universidades que ha participado en el estudio, asegura que un niño de esta edad “no piensa que ‘dog’ y ‘chien’ son simplemente dos versiones de la misma cosa: implícitamente sabe que cada palabra viene de un idioma diferente”.
Para este estudio, los investigadores mostraron a 24 niños y 24 adultos bilingües (inglés y francés) en Montreal parejas de fotos de objetos conocidos. Los participantes escuchaban frases sencillas en un único idioma (Look! Find the dog!) o en una mezcla de los dos idiomas (Look! Find the chien!). Estas frases en idiomas mezclados suelen ser comunes en comunidades bilingües. Mediante la medición de la fijación de la vista en una foto y en la dilatación de la pupila se registraba el esfuerzo cognitivo de los niños y los adultos.
Los investigadores comprobaron que tanto los niños como los adultos incurren en un “coste” al procesar frases en las que se mezclan dos idiomas, ya que en el momento en el que se cambia de idioma, las pupilas se dilatan. Sin embargo, el coste (medido por la dilatación de la pupila) se minimiza o incluso desaparece, cuando en la frase se pasa del idioma no dominante al dominante.
“Identificamos comportamientos convergentes y marcadores psicológicos que demuestran que si bien existe un ‘coste’ asociado con el cambio de un idioma a otro, los individuos cuentan con una estrategia eficaz para procesarlo”, explica Lew-Williams, que además de ser co-autor del estudio es también co-director del Priceton Baby Lab en Princeton University. Además, los resultados fueron similares entre adultos y niños implicando que “los bilingües lidian de forma similar con el procesamiento del lenguaje a lo largo de toda su vida”.
“Estos resultados suponen un avance en la forma en que podemos utilizar el bilingüismo tanto en niños pequeños como en las fases iniciales de adquisición de una nueva lengua para los adultos”, explica Janet Werker, profesora de Psicología en University of British Columbia, que no formaba parte del estudio. “Una de las implicaciones más obvias es que no tenemos que preocuparnos de que los niños que crecen en un entorno bilingüe van a confundir ambos idiomas. De hecho, el estudio muestra que incluso los bebés son capaces de activar el vocabulario del idioma que se está utilizando en cada situación”, concluye.
¿Ventaja bilingüe?
Lew-Williams sugiere que este estudio también explica por qué las personas bilingües muestran ventajas cognitivas a lo largo de toda su vida. Tanto los niños como los adultos que dominan dos lenguas han demostrado un mejor rendimiento en “tareas que requieren cambios o la inhibición de respuestas adquiridas previamente” asegura Lew-Williams.
«Los científicos solían creer que esta ‘ventaja bilingüe’ provenía de la práctica de lidiar con dos idiomas distintos al hablar. Sin embargo, ahora creemos que el hecho de escuchar de forma habitual dos idiomas durante la infancia, procesar constantemente este cambio de un idioma a otro, puede ser la clave de las ventajas cognitivas que se han documentado tanto en niños como en adultos bilingües’, concluye.
Referencia: Krista Byers-Heinlein, Elizabeth Morin-Lessard, and Casey Lew-Williams. Bilingual infants control their languages as they listen. Proceedings of the National Academy of Sciences, Aug. 7 DOI: 10.1073/pnas.1703220114