Un asesor financiero es el profesional que ayuda a planificar y gestionar la economía de una persona o de una empresa según sus ingresos, patrimonio y necesidades financieras y personales. Su principal función es ofrecer los productos financieros y diseñar la estrategia de inversión que mejor se adapten al perfil de cada ahorrador, así como acompañar al cliente en sus decisiones de inversión y ahorro, donde el cliente siempre tendrá la última palabra.
A diferencia de lo que generalmente se cree, un asesor financiero no es una figura exclusiva para los grandes patrimonios y, como clientes, podemos enfrentarnos a varias formas de pago. Tarifa plana, pago por hora, porcentaje sobre el capital asesorado (suele ir desde el 0,15% para las grandes fortunas hasta más del 1% para patrimonios muy modestos) o retrocesiones, son las opciones de pago más comunes a las que nos podemos enfrentar. Esta última vía implica que el asesor no es remunerado por el cliente, sino que recibe comisiones de la gestora o banco de los cuales haya vendido productos.
Teniendo en cuenta la fuente de sus ingresos podemos diferenciar entre asesores independientes que son aquellos que no tienen otra fuente de ingresos que no sea la del cliente y los asesores dependientes, los cuales están sujetos a los requisitos del banco o gestora para la que trabajan y su asesoramiento podría verse afectado por conflictos de interés. Aunque con MIFID II, una regulación que entró en vigor en 2018, se establecieron unos requisitos mínimos de comunicación por parte de los asesores y entidades con los que se intentan eliminar estos posibles conflictos de interés e incrementar la transparencia.