Desde Azvalor siguen un estilo de inversión basado en el value investing, con el que buscan, tal y como expresan desde la entidad, “aprovechar las ineficiencias a corto plazo entre precio y valor para intentar maximizar los retornos de nuestras inversiones a largo plazo, minimizando en la medida de lo posible pérdidas permanentes”. Un estilo de inversión en el que, según apuntan, el tiempo juega a su favor y la paciencia es un factor clave.
En una entrevista realizada por Value Investors Insight, Álvaro Guzmán de Lázaro, socio fundador y CEO y codirector de inversiones en Azvalor, explica que, en conjunto, sus carteras han tenido un desempeño “un poco mejor” que el de sus iguales, pero admite que las diferencias dentro de la cartera han sido “dramáticas”.
“En general, hemos sido negativos en cuanto a las valoraciones del mercado durante los últimos dos o tres años, por lo que hemos gravitado en buena medida hacia áreas más deprimidas como los sectores cíclicamente sensibles, la energía y otras materias primas, donde en muchos casos las valoraciones se encontraban a la mitad de los niveles de hace ocho o nueve años. Desde que se desató la crisis de la pandemia, el 30% de nuestra cartera en minería de metales preciosos y uranio lo ha hecho bastante bien, pero nuestras acciones relacionadas con el petróleo han sido crucificadas”, explica.
Ante este contexto, Guzmán del Lázaro admite que han intentado seguir las enseñanzas de Benjamin Graham y “sacar provecho a la volatilidad”. “Para nosotros eso significa principalmente reequilibrar las cosas que van relativamente bien con las que no. Si identificas negocios sostenibles y te asocias con gerentes que tienen skin in the game e incentivos alineados, los precios bajos deberían ser, con el tiempo, el remedio para los precios bajos. Cuando compras barato, pasan cosas buenas”, asegura.
Apuestan por la energía y el sector hotelero
Fernando Bernad tiene en su cartera a Maersk Drilling, propietaria y operadora de plataformas de perforación marítimas —flotantes para aguas profundas, autoelevables (jackups) para aguas poco profundas—. Según relata en la entrevista, cuando se hizo pública cotizaba relativamente cara en comparación con sus iguales, pero, en Azvalor empezaron a comprar en los últimos dos meses, cuando las acciones del sector energético se derrumbaron.
Se trata de un sector en crisis, y, según apunta el experto, las acciones han bajado hasta un 75% desde los máximos del año pasado. Sin embargo, en su opinión, la compañía tiene el balance para capear la actual tormenta del mercado. “Dicha tormenta reconfigurará el equilibrio global de la oferta de petróleo de forma que beneficiará a la exploración y producción offshore”, asegura.
“El shale oil estadounidense, el cual consideramos que ha sido una gigantesca asignación errónea de capital, probablemente no volverá a sus niveles anteriores. No sucederá de la noche a la mañana, pero el petróleo y el gas offshore —aproximadamente el 30% de toda la oferta global actual— tendrán que revertir niveles históricos de subinversión para satisfacer la demanda global normal. Eso beneficiaría a los supervivientes del sector, como Maersk Drilling”, explica.
El otro sector, una clara víctima de la crisis del COVID-19, al que apuntan desde Azvalor es el hotelero. El experto confiesa que hay muchas cosas que en estos momentos no le gustan, «los viajes y el ocio están obviamente en el centro de la tormenta actual y la mayoría de los hoteles de la compañía están cerrados. Este año será un año de pérdidas significativas, y es difícil evaluar la velocidad y la magnitud de la recuperación. También hay otras cuestiones seculares que pesaban sobre el precio de las acciones incluso antes del virus, en particular el impacto a largo plazo de las agencias de viajes online [OTAs], como Booking.com y Expedia, en la rentabilidad de los hoteles, así como el crecimiento de la nueva competencia de Airbnb y otros similares”.
Sin embargo, en este entorno, consideran que Meliá es una buena apuesta. “La primera pregunta que hay que responder es sobre la capacidad de subsistencia. Hemos analizado el balance de la compañía aplicando escenarios materialmente peores de lo que pensamos que realmente sucederá, y creemos que tiene sobrada flexibilidad para soportar una larga tormenta. La mayoría de los vencimientos de su deuda son posteriores a 2025”, explica en la entrevista.
En este sentido, para el experto, los compromisos de deuda no son un problema y considera más importante que la compañía tenga una capacidad considerable, si fuera necesario, para conseguir préstamos avalados por una gran cartera de propiedades inmobiliarias libres de cargas. “Cuando las cosas vuelvan a la normalidad —y para ellos creemos que se trata de cuándo, no de si— Meliá estará allí para sacar provecho”, asegura.
Respecto a las amenazas que localiza, el experto cree que se vuelve menos, y no más, dependiente de las OTAs, debido a su potente marca y base de clientes. “Meliá tiene 11 millones de miembros en su programa de fidelidad, que en una base de miembro-por-habitación es de alrededor de 110, no muy lejos de los niveles de cadenas mucho más grandes, como Starwood y Marriott. Casi un tercio de las reservas de la compañía son directas, y ese porcentaje está aumentando. Creemos que eso la protege, mejor de lo que la gente parece pensar, de la continua presión de las OTAs sobre los márgenes”, explica.
La otra gran amenaza, Airbnb, Guzmán del Lázaro la tacha de “exagerada”. “Creemos que esas compañías suponen una competencia bastante menor para los operadores de hoteles resort, los cuales ofrecen mucho más que un lugar limpio y asequible para alojarse. Esa ventaja para los hoteles resort se amplifica por la que consideramos una cultura muy orientada al cliente de Meliá. Mientras que la empresa centraliza las cuestiones clave para ser rentable y aprovechar economías de escala, está descentralizada a nivel del gerente del hotel, por lo que los gerentes se comportan como si el hotel fuera suyo y su principal tarea fuera servir al cliente”, expresa.