La rentabilidad de la renta fija cercana a tipos cero o, en muchos casos, en terreno negativo, es campo abonado para que los gestores de activos hayan empezado a buscar nichos de inversión que permitan ofrecer a sus clientes mayores retornos. Una de las apuestas que ha entrado con más fuerza en las carteras es la inversión alternativa y, en concreto, el private equity o capital privado. Esta clase de activo describe la inversión en el capital de compañías que no cotizan en bolsa e incluye una amplia variedad de tipologías: desde la inversión en nuevos proyectos empresariales (venture capital) a la inversión en empresas maduras (Buyout) , pasando por las que se encuentran en una etapa de crecimiento y expansión.
Los inversores deben saber que cuanto más temprana sea la fase en la que se encuentra la compañía el riesgo que asuma al invertir en ella es mayor. Como explica Marta García Prieto, gestora de Private Equity de Renta 4, «invertir en compañías no cotizadas implica que no hay liquidez diaria y que no puedes deshacer tu inversión en el momento que quieras, pero no es muy diferente a invertir en bolsa. El miedo que tiene que perder el inversor es al gestor al que le da el mandato de gestión».
Además de la clasificación anterior, existe otra tipología de private equity o capital privado. Estaría, por ejemplo, la deuda Mezzanine, que es un tipo de deuda híbrida entre la deuda senior (la de mayor calidad y primera en el orden de prelación o cobro en caso de quiebra) y las acciones (que estaría en útimo lugar en el orden de prelación) y la deuda Distressed, que es la de compañías que están en bancarrota o al borde de la misma.
En opinión de García Prieto, como clase de activo tiene unas características principales que el inversor debe conocer. Se trata de una inversión a largo plazo, entre 5 y 10 años, con una rentabilidad superior a la renta variable tradicional que, además, se descorrelaciona con la evolución de los mercados. «El hecho de estar jugando con plazos distintos de inversión les hace evitar la volatilidad de los mercados», argumenta. «La clave aquí es que en las compañías cotizadas, sobretodo en las grandes, hay miles de compradores tratando de comparar lo mismo y con mucha información. En el private equity hay pocos compradores y menos competencia, lo que supone una ventaja para el inversor», añade esta experta.
¿Cómo funciona un fondo de private equity?
El funcionamiento de un fondo de inversión de private equity consta de cuatro fases. La constitución del fondo, que se extiende durante un período de un año o año y medio, es el proceso de búsqueda de inversores dispuestos a comprometerse a invertir un determinado capital en el fondo durante los siguientes años. «El ticket o inversión mínima en un fondo de private equity suele ser de 100.000 euros, pero no es una cantidad que el inversor deba aportar íntegramente en el primer momento. Únicamente debe comprometerse a invertirla y es la gestora la que le irá demandando aportaciones (capital calls) durante los primeros cinco años», explica Claudia Espronceda, especialista en private equity en Renta 4 Gestora.
Una vez alcanzado el capital necesario, el fondo se cierra y comienza el proceso de inversión. A medida que va identificando oportunidades de inversión la gestora va solicitando desembolsos parciales a los partícipes a razón del 20% anual hasta alcanzar el 100% en el quinto año desde la constitución del fondo.
A partir del quinto año comienza el proceso de desinversión en el que puede solaparse alguna desinversión con inversiones nuevas. Finalmente, cuando la gestora considera que se dan las condiciones óptimas para la desinversión, va procediendo a la venta de distintos activos en cartera y va devolviendo el capital más los retornos netos. Es importante destacar que este tipo de inversión implica que el inversor no puede, en principio, disponer del capital comprometido durante toda la vida del fondo.
España, país idóneo para el desarrollo del private equity
Con un 65% del PIB generado por PYMEs y un 89% de empresas familiares, España es un lugar idóneo, según las expertas de Renta 4, para el desarrollo de la industria del private equity. De hecho, buen parte de los fondos de private equity internacionales han establecido su presencia en España en los últimos años. En concreto, en los últimos diez años el número de fondos de private equity extranjeros ha pasado de 25 a 167, superando a los nacionales. En números absolutos, el nivel de inversión en 2018 fue de 5.884 millones de euros, de los que el 73% corresponde a fondos internacionales. «Los extranjeros han descubierto que hay que estar en España para invertir en private equity porque hay mucho recorrido con un 95% de PYMEs en busca de financiación», argumenta García Prieto.
Sin embargo, los niveles de captación de fondos y de inversión aún están por debajo de otros países europeos. En total, en 2018 unos 4.000 millones de euros del ahorro anual de los españoles fue a parar a fondos de private equity, repartido entre fondos de capital riesgo (2.151 millones) y fondos de fondos españoles que invierten en fondos de private equity internacionles (2.000 millones). Teniendo en cuenta que los fondos captados por fondos de private equity españoles en los últimos 6 años sigue invertido, estaríamos asumiendo que hay unos 11.000 millones de patrimonio de familias españolas en estos activos. «Esto representa el 2% del patrimonio de la banca privada española cuando debería situarse entre el 5 y el 10%», señala García Prieto.
De momento, el mayor interés en la inversión en private equity está llegando desde los fondos de empleo. «Hay mucho interés y no ha habido ni una sola reunión con fondos de empleo en la que no nos hayan preguntado por esta clase de activo», asegura Antonio Fernández Vera, presidente de Renta 4 Gestora. Sin embargo, añade, a la hora de incorporarlo a su cartera, los fondos de empleo «dependen de los sindicatos, de si tienen o no un asesor independiente y de las comisiones de control que no están preparadas para tomar decisiones de inversión».