Hay dos razones que han llevado a los inversores a adoptar posturas pesimistas, llegando a temer al mercado, según explica Iván Martín, director de inversiones en Magallanes, en su última carta a inversores. La primera de ellas es la desaceleración de la economía mundial, con revisiones a la baja generalizadas de las previsiones, acompañada, además, del estancamiento de las negociaciones comerciales entre China y Estados Unidos.
En su opinión, otro de los argumentos de la moderación generalizada del crecimiento económico es la elevada incertidumbre derivada de un posible «Hard Brexit. “Como consecuencia, el Banco Central Europeo ha rebajado su previsión de crecimiento para la zona Euro este año desde el 1,7% hasta el 1,1%. Del mismo modo, el FMI en su última publicación ha recortado el crecimiento global desde el 3,5% hasta el 3,3% para el 2019” explica.
Según explica, esta caída de la actividad ha llevado a los bancos centrales a realizar importantes cambios en su política monetaria. “La Reserva Federal ha reconocido en su última reunión que las incertidumbres sobre las perspectivas de la economía de Estados Unidos han aumentado, interpretado por el mercado como primer paso para una posible bajada de los tipos de interés”, aclara. “El BCE, por su parte, anunció en su última reunión retrasar la subida de los tipos de interés al menos hasta la primera mitad de 2020. Al mismo tiempo abrió la puerta a más recortes en la tasa de depósito, actualmente en el -0,40% para así intentar dar más estímulos a la economía europea”, explica Martín.
El temor al fin del ciclo
Para Martín, este pesimismo al fin de ciclo se ve retroalimentado con datos como los PMI globales, principal encuesta a gestores de compras de compañías, que comienzan a dar señales de caída de actividad empresarial. “Más relevante aún nos parece la encuesta mensual a gestores de carteras de inversión, elaborada por Bank of America Merrill Lynch: el temor a una corrección de mercados es tal que la exposición a renta variable de las carteras gestionadas está en niveles mínimos, no vistos desde el año 2009. Otra vez más, el miedo a la guerra comercial entre China y EEUU junto con la posibilidad de una desaceleración económica, son las principales explicaciones detrás de dicho pesimismo” argumenta Martín.
Según el experto, ante estos acontecimientos el inversor opta por “refugiarse” en activos percibidos como de bajo riesgo, principalmente en bonos de gobierno o de empresas, el dólar, o en empresas consideradas como de alta calidad, lujo o tecnología entre otras. “Tenemos por ejemplo compañías del sector lujo cotizadas en Francia cuyo múltiplo de beneficio alcanza las 50 veces. En nuestra opinión, más que activos libres de riesgo, son inversiones libres de rentabilidad”.
En el otro lado, según el experto, nos encontramos las empresas percibidas como más arriesgadas, básicamente “lo que nadie quiere”, lo cíclico, lo complejo, lo barato. “Lo que es una buena noticia para inversores en valor como nosotros: ahora compramos empresas que poca gente quiere, para venderlas más adelante y a un mayor precio. Es la historia de la inversión en valor” explica Martín.
El riesgo de los monopolios no naturales de las empresas tecnológicas
A estas alturas, Iván Martín, considera que el riesgo de intervención gubernamental en las grandes empresas tecnológicas es más alto que nunca. “No por ser demasiado grandes o por una acumulación desmesurada de poder, sino más bien por quebrantar las normas de libre competencia, es decir, por el modelo adoptado para conseguir sus objetivos” explica Martín.
Según relata, la forma preferida actualmente en Silicon Valley para triunfar consiste en ganar tamaño sobre rentabilidad, aunque ello conlleve quemar ingentes cantidades de caja durante un largo período de tiempo, siempre y cuando el objetivo se cumpla: eliminar la competencia por completo.
Esta forma de actuar, a ojos de Martín, desemboca en la creación de monopolios no naturales a costa de vulnerar la regla básica de la competencia empresarial: vender por debajo de coste de producción.
“Perder para hacer caer al competidor” es el modelo que usan este tipo de empresas y que se denomina disrupción. Iván Martín señala como “dato preocupante” que, según la casa de análisis Bernstein, el porcentaje de empresas tecnológicas que han salido a bolsa este año y que pierden dinero a nivel de flujo de caja supera el 50%, niveles no vistos en más de diez años y no muy lejos de la burbuja tecnológica del año 2000.
“Es tanto el entusiasmo por salir a bolsa cuando todavía no se gana dinero que, cuando las métricas tradicionales de valoración no sirven, entonces se buscan otras” apunta. Para el experto, este escenario recuerda demasiado a la burbuja tecnológica de hace 20 años, es por ello por lo que no invierte en empresas tecnológicas que siguen este modelo. “No se trata de tecnología sí o tecnología no, se trata de empresas baratas o empresas caras, claramente preferimos las primeras a las segundas, independientemente de que éstas pertenezcan al sector de la tecnología, farmacéutico o de fabricación de coches”, concluye.