Tanto si hemos conseguido ahorrar, como si hemos recibido una herencia, nos ha tocado la lotería o hemos hecho vendido un inmueble, nos encontraremos ante la necesidad de gestionar el patrimonio recibido en efectivo. Las Letras del Tesoro fueron muy populares en etapas en que ofrecían retornos reales (descontando la inflación) aceptables, al igual de los depósitos bancarios. En los últimos años, con los tipos de interés ultra bajos, estas alternativas han dejado de ser una opción para los inversores que desean obtener rentabilidad. Una coyuntura en la que se tiende a buscar opciones de inversión más rentables, como pueden ser acciones o bonos corporativos. O bien invirtiendo a través de una Institución de Inversión Colectiva (IIC), como puede ser un fondo de inversión. Veamos qué ventajas ofrecen ambas opciones:
La inversión directa en el mercado de acciones o bonos permite seleccionar títulos individuales, bien autónomamente o con la ayuda de un asesor financiero. Sin embargo, este tipo de inversión directa seguramente no alcanzará el mismo nivel de diversificación que un fondo de inversión.
Una IIC recibe el patrimonio de varios inversores (inversión colectiva) para alcanzar un objetivo concreto. Ese patrimonio se invierte en una cartera que generalmente incluye un buen número de diferentes inversiones y su evolución depende de los cambios de valor de estas inversiones. Con frecuencia, los fondos de inversión utilizan un índice de referencia para medir su evolución respecto a este índice.
La inversión en un fondo ofrece acceso a un abanico de sectores económicos, mercados, países y divisas. Esta dispersión o diversificación de la inversión se puede utilizar para reducir el riesgo, ya que puede ayudar a suavizar las fluctuaciones en el valor individual de bonos, acciones u otros activos en el largo plazo, siempre que estén suficientemente descorrelacionados.
Obtener un nivel de diversificación equivalente a través de una inversión directa puede ser caro y requerir una importante inversión de tiempo y de conocimiento previo, pero también de atención y monitorización una vez realizada la inversión.
Los fondos de inversión están gestionados y monitorizados por equipos de profesionales de la inversión. Son una forma de inversión de coste moderado que permite beneficiarse del crecimiento del capital y de las rentas periódicas que puedan recibirse en forma de dividendos (a partir de la renta variable) o de cupones (en el caso de los bonos). Distribuyen el riesgo entre diferentes tipos de valores y reducen los costes de inversión, que se distribuyen entre los inversores (partícipes) del fondo.
Puede que algunos inversores, conocedores del mercado e interesados en su seguimiento diario, decidan poner en práctica su conocimiento invirtiendo directamente, pero son muchos los que prefieren confiar en los conocimientos, la información, los contactos y experiencia de un equipo gestor.
La cartera de un fondo de inversión puede invertir en una variedad de instrumentos financieros. Pueden ser acciones, bonos, instrumentos del Mercado Monetario (títulos de deuda a corto plazo) o incluso otros fondos de inversión o fondos cotizados (ETFs). Algunos fondos invierten también en instrumentos especializados como derivados, como parte de su estrategia de asignación de activos. Otros tipos de fondos pueden invertir en otro tipo de activos, como valores inmobiliarios o capital privado.
El objetivo de inversión de un fondo se refleja en parte en los tipos de activo que incluye en su cartera. Los fondos que invierten en renta variable ofrecen por lo general mayores retornos, pero también asumen mayores riesgos que algunos fondos de renta fija, que invierten en bonos. Los fondos mixtos incluyen una combinación de acciones y valores de renta fija (bonos, instrumentos del mercado monetario). La ponderación de cada componente individual se asigna de acuerdo con el objetivo del fondo, la visión del gestor respecto a la situación del mercado y las expectativas económicas.
Además del mayor riesgo asumido en la inversión directa y de sus costes operativos más elevados, su tratamiento fiscal es también diferente. Al vender un activo del mercado monetario, un bono o una acción, automáticamente se practica una retención, al igual que sucede cuando se reciben rentas derivadas de pagos de cupones o dividendos.
Sin embargo, en España el patrimonio invertido en un fondo puede traspasarse a otro fondo cuantas veces se considere necesario, sin que se practique retención alguna. A los dividendos o cupones que el fondo reciba se les aplicará igualmente una retención, que se repercute en el patrimonio del fondo y, por tanto, en su valoración o Valor Liquidativo. Pero este coste, distribuido entre todos los partícipes, es mucho menor de lo que sería para un inversor directo.
Paula Mercado, directora de análisis de VDOS