Roberto Ampuero Espinoza, ministro de Cultura de Chile, fue uno de los invitados de lujo que tomó parte en el II Seminario de Inversiones PICTON – El Mercurio celebrado en Santiago el pasado 26 de septiembre. En el seminario, inspirado en el libro “Why Nations Fail» de los profesores Daron Acemoglu y James Robinson, Roberto Ampuero parte de su experiencia personal para opinar sobre las razones que explican por qué unos países fracasan y otros no.
«Para horror de mis padres, abuelos y amigos, ingresé entonces a las Juventudes Comunistas y opté sólo por Quilapayún»
Un viaje, en el que el autor va desde “Creedence Clearwater Revival” hasta “Quilapayún”, para volver al principio y concluir alertando sobre “los riesgos del dogmatismo, del estancamiento del conocimiento, donde no debemos olvidar que tanto la política del avestruz como la de considerarse el centro del mundo son sumamente nocivas y paralizantes”.
A continuación transcribimos algunos párrafos de esta ponencia, que se podría definir también como un ensayo político-económico, a la que tienen acceso en su totalidad a través del archivo pdf adjunto, o bien pulsando en este link.
“Crecí oyendo las canciones de Creedence Clearwater Revival y de Quilapayún en mi adolescencia. Ella transcurrió, al igual que mi infancia, en el antiguo colegio alemán del Cerro Concepción, allá en el apacible Valparaíso de los años sesenta. Chile no era entonces el mejor país de América Latina, pero tampoco el peor. Digamos que figuraba entre los tres más estables, prósperos y democráticos del continente, y que aquello nos enorgullecía como chilenos, entonces austeros, algo grises y quitados de bulla. (…)
«Creíamos que la llave del desarrollo estaba en los antropólogos y sociólogos, no en los ingenieros, médicos y economistas»
Déjenme decirles que, influido por el período de efervescencia pre-revolucionaria de Chile de fines de los sesenta-comienzos de los setenta (…) no pude seguir navegando con mi ingenuidad juvenil entre Creedence Clearwater Revival y Quilapayún. Para horror de mis padres, abuelos y amigos, ingresé entonces a las Juventudes Comunistas y opté sólo por Quilapayún. Dejé de escuchar HAVE YOU EVER SEEN THE RAIN?, música por lo demás decadente e imperialista, y opté por canciones de estirpe revolucionaria latinoamericana como LA BATEA o LA MURALLA.
Esta última, invitaba a construir un muro que debía ir: “desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, allá sobre el horizonte”.
No mucho después, más bien en 1974, viviendo mi exilio voluntario detrás del Muro de Berlín, una polola germano-oriental me preguntó que significaba aquel texto. Cuando se lo traduje, me dejó. Caí en la cuenta que la bella sajona de ojos azules y larga cabellera rubia no estaba para lirismos sobre un tema como ese, pues ella y su familia, como todos los germanos orientales, eran víctimas precisamente de un muro que iba de los Montes Metálicos hasta la playa de Stralsund y más allá, sobre el horizonte (…)
«Basado en mi experiencia de piel yo quería democracia sin apellidos, libertades individuales, respeto a los derechos humanos…»
Creo que entonces en la izquierda no supimos valorar en su justo término al Chile modesto, pero promisorio y democrático que teníamos. No sólo eso, perdimos la relación con la realidad y no conocíamos la realidad del mundo. Echamos a Chile por la borda. Lo hicimos con la pasión y la convicción de que debíamos construir una sociedad inspirada en modelos como Bulgaria, Cuba o Viet Nam. Veo hoy allí, junto con nuestra incapacidad para reconocernos en nuestra continuidad histórica nuestra diversidad e insuficiencias, una concepción esquemática y dogmática de la realidad. No eran los facts lo que contaban, sino la fe en dogmas políticos. Creíamos que la llave del desarrollo estaba en los antropólogos y sociólogos, no en los ingenieros, médicos y economistas, pero en el socialismo la llave estaba en la policía política, el ejército, los ideólogos y los guarda frontera. (…)
Mi conclusión fue entonces básica: ni pinochetismo ni socialismo para Chile. No hay dictaduras justificables. Basado en mi experiencia de piel yo quería democracia sin apellidos, libertades individuales, respeto a los derechos humanos, un estado pequeño e indispensable, un proceso de correcciones y perfeccionamientos de acuerdo a mayorías y con garantías para las minorías.» (…)
Puede acceder a la tanscripción completa de la ponencia de Roberto Ampuero en el pdf adjunto o a través de este link.
Roberto Ampuero Espinoza (Valparaíso, 20 de febrero de 1953) es un escritor chileno y actual ministro de Cultura de Chile bajo el gobierno del presidente Sebastian Piñera. Ampuero es conocido principalmente por sus novelas policiacas protagonizadas por el detective privado Cayetano Brulé. El autor —que hasta fines de 2011, cuando fue nombrado embajador en México, residía en Estados Unidos, donde era profesor en la Universidad de Iowa—, fue nombrado ministro presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile por el presidente Sebastián Piñera el 7 de junio de 2013. En su juventud, Roberto Ampuero se exilió de Chile viviendo en la Alemania Democrática, detrás del muro de Berlín y en Cuba.