La abundancia del gas pizarra es, según apuntan todos los expertos, su principal ventaja, seguida por el menor nivel de emisiones nocivas para el medio ambiente, sobre todo si se comparan con el carbón. Estas dos razones son más que suficientes desde un punto de vista macroeconómico para apoyar la extracción de gas del esquisto, un tipo de pizarra cuyos yacimientos se encuentran a unos 5.000 pies de profundidad y de los que se extrae el gas mediante el fracking, tecnología que consiste en la fractura hidráulica de las formaciones de esquisto para extraer el gas”.
Energía limpia pero no exenta de inconvenientes
Si bien medioambientalmente los expertos aplauden el shale gas como energía limpia, no todo son ventajas. Thomas Guennegues, analista senior de RobecoSAM, enumera una serie de inconvenientes que preocupan a la hora de analizar la sostenibilidad del gas pizarra. Según Guennegues, “la extracción del gas conlleva el riesgo de contaminación de los acuíferos subterráneos, y además los químicos que se mezclan en el agua durante el proceso son nocivos; adicionalmente es un proceso muy intensivo en la utilización de agua y produce importantes alteraciones y disturbios en la superficie”.
Estos incidentes, incluso incluyen terremotos de mediana intensidad, como los registrados en el área conocida como “Marcellus Shale” en Ohio y West Virginia, la zona más rica en yacimientos de esquisto de EE.UU. Esta zona, que lleva explotándose desde el año 2011, ha registrado cientos de terremotos en los últimos años a pesar de que nunca había experimentado actividad sísmica. Sin embargo, varios estudios científicos han calificado este problema como excepcional ya que debe conjugarse el almacenamiento de aguas residuales procedentes del fracking –y no del fracking en sí- con la existencia de una falla –como la falla antigua que estaba inactiva hasta la fecha en esta región.
Guennegues, en una entrevista publicada por Robeco en la edición de abril 2013 de Advance Magazine, va rebatiendo uno a uno estos inconvenientes “lavando la imagen” del shale gas como inversión sostenible, aunque el experto identifica varios temas en los que se debe avanzar en sostenibilidad.
- Contaminación de acuíferos subterráneos: los acuíferos suelen encontrase a una profundidad de 50 a 500 pies, mientras la mayor parte de las formaciones de esquisto están a unos 5,000 pies, haciendo casi imposible que se produzcan fugas desde los áreas objeto de fracking por el hombre para la extracción de gas hasta los acuíferos, contaminándolas.
- Uso intensivo del agua: de hecho, el agua necesaria para generar la misma cantidad de energía es 7 veces menor para el shale gas que para el carbón. Sin embargo, dado que el agua necesaria (de 15.000 a 20.000 metros cúbicos) se utiliza en un periodo muy concentrado de tiempo, sí es posible que se produzcan carestías en los recursos acuíferos locales, “cuestión que debe regularse muy bien a nivel local y negociarse con los municipios”, señala Guennegues.
- Aguas residuales contaminadas: El agua que se utiliza para el fracking incorpora químicos que pueden ser nocivos, un área en el que las empresas extractoras están trabajando para, por un lado, aumentar la información disponible al público general y por otro, mejorar sus estrategias de gestión de aguas incrementando la proporción de agua reciclada en el proceso. Así, Guenngues destaca la existencia de FracFocus, un registro público en el que se desglosan por área geográfica los químicos utilizados para el fracking y que ya cuenta con los datos de 15.000 torres de extracción pertenecientes a 200 compañías.
- Perturbaciones a las comunidades locales: la actividad de extracción de gas, máxime en una comunidad que históricamente no ha estado expuesta a esta industria, genera inconvenientes que van desde el abundante tráfico de camiones hasta el impacto visual o medioambiental de una torre de extracción en medio del campo. Como recalca Guenngues, el diálogo con la comunidad y la contratación de equipos locales para generar empleo suelen ser buenas medidas paliativas.
Si bien las ventajas del shale gas superan los inconvenientes, desde el punto de vista de la sostenibilidad hay mucho terreno por conquistar. La especialista senior en involucración accionarial de RobecoSam, Sylvia van Waveren está realizando un estudio con 22 compañías que operan en la extracción no convencional de energía. Ha empezado por discutir con cada empresa su política del agua, con el objetivo de que implementen medidas de eficiencia en su utilización.
“La mayoría de las empresas ya han dado algunos pasos informando sobre la utilización de recursos acuíferos, vertidos de agua y reciclaje; en estas empresas trabajaremos por mejorar sus políticas mientras que en un par de firmas rezagadas debemos empezar por convencerlas de la importancia que tiene seguir una política adecuada de recursos acuíferos”, agrega van Waveren. En este sentido, el estudio ha identificado un grupo selecto de empresas que están haciendo una excelente labor al respecto, como Hess Corporation, Suncor Energy y Canadian Oil Sands.
¿Qué países ganan y cuáles pierden en la revolución del shale gas?
Ganadores: EE.UU., México, Japón y Corea del Sur
Durante la próxima década el gas pizarra va a ser un fenómeno eminentemente norteamericano, beneficiando a la industria extractora y al país en general, que conseguirá conquistar la independencia energética. México, como miembro de NAFTA, va a conseguir importar gas natural a precios más bajos, contribuyendo a su posicionamiento como país manufacturero competitivo, con costes energéticos y laborales bajos que podrán competir con China. Japón y Corea del Sur se beneficiarán porque no tendrán que competir con EE.UU. y México como importadores de gas licuado (LNG), y podrán obtener precios más bajos.
Perdedores: Rusia y Oriente Medio
Para Rusia, la revolución del gas pizarra se traduce en una pérdida de poder como proveedor de gas natural de Europa. Por un lado, ya no podrán amenazar a países hostiles con cortar el suministro de gas, ni subir precios a su antojo. Por otro, los planes de Rusia para exportar LNG a China mediante la construcción de nuevos gasoductos son cada vez menos realistas. Oriente Medio, la región con mayores reservas de crudo y gas, también empeorará su posición geopolítica, en especial cuando se vayan desarrollando las tecnologías que también permitan la extracción de petróleo de las formaciones de esquisto.
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