En este 2022 estamos presenciando un año especial, un año en el que vivimos una inflación que no veíamos desde hace casi cuatro décadas y esto nos está afectando en nuestro día a día: a la hora de ir al supermercado, de llenar el depósito del vehículo y cómo no, en nuestros ahorros, ya que en la mayoría de los productos de ahorro están perdiendo poder adquisitivo frente a esta galopante inflación del 10,8% en España.
Hay que destacar que en España los mayores vehículos de inversión son la vivienda y los depósitos. La inversión en inmuebles es un buen protector frente a la inflación, pero hay que tener en cuenta que tiene algunos inconvenientes a los que no se suelen hacer mucho caso: es una inversión ilíquida, costes inesperados, impuestos asociados al inmueble, ocupaciones, impagos y posibles cambios de normativas que puedan realizar la administración de turno. En cuanto a los depósitos, la rentabilidad que están ofreciendo a sus clientes es cercana al 0%, y las entidades que ofrecen rentabilidades entre el 1% y el 2% son bancos fuera de España que hasta un servidor desconocía la existencia de estas entidades y exigen una permanencia en el depósito de, al menos, dos años. En el mejor de estos casos, y con una inflación del 10,8% aquí en España, estaríamos perdiendo poder adquisitivo en un 8,8%. Y hay que saber que perder ese dinero ¡ya es un año malo en bolsa! y sin correr ningún tipo de riesgo…
Esto afecta también a la renta fija. En el mes de agosto la TIR de un bono a dos años del Reino de España estaba entre el 0,50% y el 0,80% y el de 10 años entre el 1,80% y el 2%, por lo que también perderíamos poder adquisitivo con respecto a los niveles actuales de inflación.
¿Qué hacemos en este entorno tan complicado? ¿Quién está ganando en este entorno inflacionista? Como en todas las situaciones hay un ganador: las inversiones en materias primas y en petroleras han sido las ganadoras en los últimos meses por dicha situación, pero estamos viendo hoy en día que esto puede cambiar de un momento a otro y pasar de ser los grandes ganadores a ser los grandes perdedores. Una coyuntura de desaceleración económica, como predicen muchos analistas y bancos de inversión, puede afectar a la demanda y también a los precios de las materias primas.
Esto también afecta al tejido empresarial. Muchas de las empresas, ya sean pymes o grandes corporaciones, se han visto muy afectados por este entorno. En el 95% de los casos estas empresas, ya sean grandes o pequeñas, tienen un alto nivel de competencia en sus respectivos mercados. Podemos pensar, por ejemplo, en grandes compañías de telecomunicaciones en el que el nivel de competencia es salvaje, con ofertas constantes y llamadas de marketing agresivas a potenciales clientes. O una pequeña pyme como puede ser un comercio de barrio, ya sea un supermercado o una tienda de muebles, son también mercados ultra competitivos en el que el margen de beneficio es bastante estrecho. Ambos ejemplos son de negocios con alto nivel de competencia y esto hace que muchos de ellos no pueden trasladar a sus clientes la subida de sus costes por la inflación al precio final y eso va en detrimento del ya estrecho margen de beneficios.
Entonces, ¿a dónde podemos ir? Tenemos que pensar y aplicar la lógica de quién saldrá reforzado de esta crisis inflacionista. Tenemos que ir a empresas en los que pueda trasladar el incremento de los costes a sus clientes sin perderlos e incluso incrementando aún más su nivel de ingresos y beneficios. ¿Qué empresas son esas? Las que mantienen una ventaja competitiva que no pueda igualar sus competidores o empresas monopolísticas en las que no tienen directamente competencia alguna. Suelen ser empresas que tienen altos márgenes de beneficio, con importantes reservas para hacer frente a cualquier eventualidad (o comprar cualquier posible futuro competidor), tienen un crecimiento mayor que el crecimiento de la economía y, por supuesto, suelen ser empresas poco endeudadas ya que no les hace falta financiación por su alto nivel de generación de beneficios y sus altas reservas, y por tanto, no se les verá afectado una subida de los costes de financiación por la subida de tipos de interés en la que estamos inmersos. Hoy en día hay pocas empresas que puedan estar en esa situación privilegiada en comparación con el resto de los mortales.
Hay que pensar en empresas que cumple con esos requisitos, por ejemplo: un software que utilizan la inmensa mayoría de las personas y/o las empresas y es muy difícil de sustituir, un videojuego en la que legiones de fans están esperando el lanzamiento de su próximo título, un smartphone, Tablet o portátil exclusivo que es difícil de imitar por sus competidores o ropa de alta gama en la que no suelen conocer la palabra crisis. Seguro que muchos de nosotros pensamos en algún servicio o producto que no podemos (o queremos) prescindir de el y que solo disponemos de esa alternativa de consumo.
Desde el punto de vista de los fondos de inversión, ¿cómo podemos aprovecharnos de esto? Apostando por fondos que inviertan en este tipo de compañías, a largo plazo la rentabilidad de estas empresas, si las tienen en su cartera, pueden ser más atractivas que el resto de las compañías que cotizan en mercado. Este estilo de inversión se le conoce como Quality, y aunque Warren Buffett se le conoce por ser un inversor value, a la hora de hacer sus inversiones tiene en cuenta la calidad de estas empresas y si dicha empresa tiene unos fundamentales solidos la elige para su cartera de inversiones.
Por tanto, tenemos que ser más exigentes a la hora de elegir nuestros fondos y los fondos ser más exigentes a la hora de elegir las empresas.
Tribuna de Francisco Miguel París Oliva, director general Eagle Hill Investments EAF y asesor del fondo de inversión Olimpo.