La última encuesta a gestores de fondos elaborada por BofA, que muestra el sentimiento entre los inversores profesionales, deja un escenario bastante pesimista: las expectativas de crecimiento y beneficios mundiales están en mínimos históricos, los niveles de efectivo son los más altos desde el 11-S, la asignación a la renta variable es la más baja desde Lehman Brothers (2008) y pese a que los fundamentos del segundo semestre son pobres, el sentimiento de los inversores indica que las acciones y el crédito se recuperarán en las próximas semanas.
Si nos centramos en la parte macro, vemos que las expectativas de crecimiento mundial se desploman hasta el -79%, marcando un mínimo histórico. En este sentido, la encuesta muestra que los inversores están anticipando una recesión, un sentimiento que ha ido creciendo y que es el más alto desde mayo de 2020.
Un dato llamativo es que el 76%, sin duda una gran mayoría, espera que la inflación caiga, pero el estado de ánimo de los inversores sigue siendo de estanflación y, por ello, quieren que las empresas refuercen sus balances y no aumenten las inversiones o las recompras. En este contexto, el porcentaje de inversores que esperan que los beneficios de las empresas se deterioren sigue siendo alto, superando las expectativas que señalaban en el contexto del COVID-19.
Además, los encuestados esperan que la Fed suba unos 150 puntos básicos más. Eso sí, una inflación por debajo del 4% sería el escenario más probable para que la Fed dé un giro a su política monetaria, según refleja el documento en sus conclusiones.
De cara a hablar de activos, la encuesta mensual refleja que las expectativas de rendimiento de los bonos están en mínimos de 3 años, ya que los inversores anticipan un aplanamiento de la curva de rendimiento.
Rotación en las carteras
Como consecuencia de estos sentimientos y expectativas, los niveles de efectivo en las carteras han aumentado, ya que los inversores se exponen al riesgo por debajo de los niveles de Lehman, y los inversores han dado un giro en sus carteras hacia valores más defensivos, llegando a los niveles de marzo de 2020.
Algunos rasgos de su asignación de activos es que las posiciones en sectores de final de ciclo, como bancos y materiales, están cayendo a niveles de noviembre de 2020. En términos de sectores, los inversores se mantienen alcistas en salud y productos básicos, y bajistas en consumo discrecional, servicios públicos y bancos.
Además, los inversores se han quedado largos en liquidez y activos defensivos, así como en commodities. En cambio, están cortos en renta variable, especialmente de la eurozona, de tecnología y en el ya citado consumo discrecional. “En las últimas cuatro semanas, los inversores han aumentado su asignación a bonos y productos defensivos al mismo tiempo que han abandonado la renta variable, la zona euro y los productos cíclicos tardíos”, señalan desde BofA.