Dorothy y su inseparable Totó sabían que la única de forma de volver a casa era seguir aquel camino de baldosas amarillas, gestionando la incertidumbre y las dificultades que encontraban a cada paso. Algo similar viven los inversores y gestores, que tienen que transitar por el camino que los bancos centrales están marcando con su política monetaria para volver a la normalidad, mientras se tropiezan con la inflación, la sombra de una recesión y el conflicto entre Rusia y Ucrania, entre otros “personajes” no tan secundarios.
Por eso, los dirigentes de los principales bancos centrales de los mercados desarrollados, principalmente la Fed y el BCE, han apostado por telegrafiar sus intenciones y así no pillar por sorpresa al mercado. Por ejemplo, la publicación ayer de las actas de la última reunión de la Fed no revelaron señales de que los funcionarios fueran a volverse más agresivos en su lucha por controlar la inflación; lo que dio un respiro a las acciones estadounidenses y registraron subidas. Además, esta misma semana, la presidenta del BCE dejó ver que, muy probablemente, en septiembre el tipo de depósito se sitúe ya en el terreno positivo. “Adelanta así subidas de tipos oficiales en julio, sería la primera subida del precio del dinero en 11 años, y septiembre, con incremento de 25 puntos básicos en cada reunión. Así, la senda de normalización monetaria favorecía ayer al euro, con un cruce frente al billete verde marcando ahora niveles de 1,071”, apuntan los analistas de Banca March.
Mientras los mercados digieren la postura más agresiva de los bancos centrales -con la gran excepción del Banco Popular de China y Rusia-, la pregunta que se plantean los inversores y los expertos de las gestoras es si la salida de la política altamente acomodaticia desembocará en una recesión.
En este sentido, los outlook de las firmas de inversión reflejan valoraciones diferentes. Por ejemplo, para Richard Bernstein, CEO de Richard Bernstein Advisors (RBA), es difícil argumentar que la Fed esté siquiera tratando de frenar la economía, y si sus decisiones frenarán la inflación. “Tenemos un largo camino por recorrer antes de que la Fed esté literalmente luchando contra la inflación. Sólo estamos en la primera entrada. No creo que una recesión en Estados Unidos sea inminente. Eventualmente tendremos una porque la Fed entrará en pánico en algún momento y probablemente apretará demasiado. Pero las probabilidades de que eso ocurra en los próximos meses o incluso este año me parecen bajas. Si vamos a tener una recesión, esta será la recesión mejor pronosticada de mi carrera. Normalmente las recesiones sorprenden a la gente, y les muerden el trasero”, afirma Bernstein.
En opinión de Virginie Maisonneuve, Global CIO Equity en Allianz GI, los próximos seis meses serán determinantes, pese a que considera que lo peor ya ha pasado. “Creo que estamos en un momento de sincronización de la ralentización económica global, pero de dispersión en cómo van a reaccionar los países a esta desaceleración. De hecho, esto ya ocurría antes de la guerra entre Rusia y Ucrania, y China es el mejor ejemplo de ello”, apunta Maisonneuve.
La inflación en el foco
Ante este contexto macro marcado por la inflación y el paso de tipos de interés negativos a positivos, Maisonnueve reconoce que estamos ante una “normalización monetaria atípica”. “Es la primera vez en mis 25 años de experiencia que veo un tapering tan rápido y ajustado, en el sector financiero; en especial por parte de la Fed”, afirma. Según su visión, esta situación muestra cómo los países están ante una situación común, el aumento de la inflación, “pero en diferentes estadios y, en consecuencia, con respuestas también diferentes”.
Las firmas de inversión insisten en que no se puede entender el camino que están marcando los bancos centrales sin tener en cuenta la evolución de la inflación. “En el crecimiento económico, la política monetaria y los mercados financieros, la inflación ha sido el factor impulsor subyacente durante algún tiempo. Esto repercute en las políticas de los bancos centrales (de endurecimiento) y en el crecimiento económico (menor), y a su vez, en la siguiente ronda, las propias políticas de los bancos centrales repercuten tanto en el crecimiento (menor) como en la inflación (menor). Este entorno puede describirse como estanflacionario. Como tal, es negativo para los precios de numerosas clases de activos. Mientras tanto, la retroalimentación de la caída de los precios de los activos con el crecimiento (más bajo), la inflación (más baja) y los bancos centrales (menos restrictivos) también está ganando relevancia”, señala Gerhard Winzer, economista jefe de la gestora Erste Asset Management.
Para Winzer, en retrospectiva, el cambio de perspectiva de los bancos centrales, de «inflación demasiado baja» a «inflación demasiado alta», se ha producido demasiado tarde. Según explica, la mentalidad imperante puede resumirse así: «Como la inflación es demasiado baja, la fase de recuperación puede sostenerse durante mucho tiempo».
En este sentido, advierte de que lo peligroso es una espiral de inflación. “En este entorno, la inflación sube en el siguiente periodo porque ha subido en el actual. La Reserva Federal y los demás bancos centrales de las economías desarrolladas muestran ahora un fuerte compromiso para controlar la inflación. Aunque pueden hacer poco para influir en la elevada inflación de este año, están tratando de dañar el crecimiento económico lo suficiente como para evitar una espiral inflacionista”, añade.
Recuperación, volatilidad, recesión, estanflación…
No podemos olvidar que, a principios de año, el escenario de referencia era la «recuperación». Los documentos de perspectivas de las gestoras no solo se debía alcanzar el nivel prepandémico, sino también la tendencia prepandémica en términos de PIB. “El crecimiento previsto de la economía mundial de 2022, cifrado a principios de año en el 4,4%, se sitúa ahora en el 3,3% según el consenso recopilado por Bloomberg. La situación económica y monetaria, así como sus perspectivas, no han cesado de empeorar desde principios de año, lo que ha provocado descensos significativos en grandes clases de activos, incluida la deuda pública considerada libre de riesgo de impago”, comenta Olivier de Berranger, director de inversiones y director de gestión de activos de la gestora francesa La Financière de l’Echiquier.
En opinión de Winzer, “inicialmente, la guerra en Ucrania había afectado, pero no anulado, este escenario. Mientras tanto, la probabilidad de una fase de crecimiento por debajo del crecimiento potencial había aumentado. En este entorno, la recuperación de la pandemia se detiene (pero no se anula), las presiones inflacionistas disminuyen, las expectativas de subidas de los tipos de interés oficiales al menos no aumentan más y los rendimientos de la deuda pública se mantienen”.
Por su parte, Louise Dudley, CFA, responsable de Crédito de Federated Hermes Limited, considera que los temores de estanflación siguen aumentando, y los inversores se refugian en posiciones de efectivo a medida que las perspectivas de crecimiento mundial se desploman. “La acumulación de efectivo ha alcanzado el nivel más alto desde septiembre de 2001, lo que indica un fuerte sentimiento bajista entre los inversores. El apetito por el riesgo resurgió brevemente esta semana, antes de otra fuerte venta de acciones. Dado que persisten las preocupaciones macroeconómicas derivadas del agresivo endurecimiento monetario, el conflicto entre Rusia y Ucrania y los estrictos cierres de Covid por parte de China, prevemos una gran volatilidad en el mercado”, afirma Dudley.
Para no quedarnos apesadumbrados, Stefan Kreuzkamp, Chief Investment Officer para DWS, valora un escenario moderadamente optimista a corto plazo, pero con una incertidumbre muy elevada. Sobre si ya ha pasado lo peor, Kreuzkamp reconoce que las incertidumbres son todavía demasiado altas: el conflicto de Ucrania, el COVID-19, la situación en China y la inflación. «Lo que podemos anticipar ahora es que la volatilidad se mantendrá presumiblemente alta en los mercados de renta variable, que la presión a los bonos corporativos se mantendrá por el momento y que los vientos en contra seguirán afectando a los mercados emergentes durante un par de meses”, afirma.
Pero, igualmente, anticipa un potencial de rentabilidad bastante aceptable para la mayoría de los activos de riesgo en un horizonte a 12 meses. Sin embargo, según añade, esto sólo ocurrirá bajo la condición previa de que los riesgos no se agraven -no haya recesión en Estados Unidos y Europa- y de que la FED consiga contener la inflación sin frenar demasiado el crecimiento económico. “Muchos condicionantes y mucho margen para las sorpresas, en ambas direcciones, al alza y a la baja”, concluye el CIO de DWS.