De acuerdo con Reuters, la cumbre de la Unión Europea de esta semana no resolverá una adhesión rápida de Ucrania. La propuesta rusa y la parsimonia política estadounidense y europea, que busca proporcionar una rampa de salida airosa a Putin, mantienen viva la esperanza de un acuerdo entre las partes. Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, parece haber sentado las bases para la negociación e incluso el presidente Volodímir Zelenski se muestra abierto a un tratado de seguridad fuera de la OTAN. El primer ministro israelí, Naftali Bennet, parece haber orquestado un acercamiento en las posturas.
No obstante, no parece recomendable lanzarse a comprar dando por hecho un desenlace pactado. Las conversaciones en Turquía entre los ministros de Exteriores Sergei Lavrov (Rusia) y Dmitro Kuleba (Ucrania) resultaron en avances significativos, aunque la situación es cada vez más insostenible y quizás por eso Lavrov dejó la puerta abierta a una reunión entre Putin y Zelenski. La continuación de las fuertes ganancias registradas en la sesión del miércoles –que fue uno de los 10 mejores días de la historia del DJ EuroStoxx– no está ni mucho menos garantizada.
La rapidez y contundencia de las sanciones anunciadas hasta la fecha, que convierten a Rusia en la nación más castigada, por encima incluso de Irán o Corea del Norte, reducen el arsenal de medidas a desplegar por Occidente y actúan como incentivo perverso para que Putin no ceje en su empeño de hacerse con el gobierno de Ucrania, dando la espalda a la vía diplomática. Además, la inteligencia estadounidense, que ha acertado en todos sus pronósticos desde hace semanas, lejos de apostar por un alto el fuego pronostica un endurecimiento en el ámbito militar. En este sentido y según informaciones del diario Kyiv Independent, que cita al Estado Mayor de las fuerzas armadas ucranianas, Rusia ha empezado a desplazar tropas de sus distritos militares del sur y del este para reforzar la ofensiva en Ucrania. Adicionalmente, el enfrentamiento puede verse dilatado por la ola de frío ártico que azotará Ucrania los próximos días, obligando a los rusos a frenar temporalmente sus avances.
La falta de visibilidad se ve incrementada por la inercia en el coste de las materias primas. Aunque los esfuerzos desde EE.UU. para estabilizar la escalada en precios (negociaciones con Maduro –y con Irán– para levantar parcialmente sanciones a la exportación, intentos diplomáticos con Arabia Saudí, o estímulos para incrementar la producción de shale), y el hecho de que el Reino Unido y la UE no reduzcan de momento las importaciones de energía rusa han moderado la escalada, el barril de West Texas Intermediate (WTI) cotiza a 112 dólares y el precio del galón de gasolina regular se vende a 4,25 dólares, los niveles más onerosos desde 1990. Rusia no solo es el segundo productor mundial de crudo, también el tercero de níquel (básico para la producción de baterías de coches eléctricos), es responsable del 36% del paladio extraído anualmente y del 40% del total de fertilizantes con base de potasio fabricados a nivel mundial.
Los efectos colaterales de las sanciones a corto plazo, en un entorno en el que los precios de la energía y los alimentos venían subiendo por el COVID, son difíciles de predecir y añaden una incógnita más a despejar.
En el pasado, los entornos de desaceleración económica, en combinación con bancos centrales hawkish respondiendo ante el efecto de shocks en los precios del crudo, acabaron siempre en recesión (Yom Kippur en 1973, guerra entre Irak e Irán entre 1979 y 1980 o la primera guerra del Golfo en 1989). Como vemos en la gráfica de abajo, el encarecimiento en el precio del petróleo tejano los últimos 18 meses anticipa una fuerte ralentización en la tasa de expansión de economías desarrolladas.
En esta línea, el índice compuesto de indicadores adelantados OCDE ha tomado pendiente negativa y el modelo de la Fed de Atlanta pronostica para el primer trimestre un crecimiento económico de solo un 0,5%. Así como la pendiente de la curva 2-10 años, que se mueve cerca del 0,25%.
La pérdida de poder adquisitivo por el incremento en precios y una tasa real negativa de aumento en salarios, el repunte en costes de financiación –además del impacto al bolsillo de una factura de electricidad más elevada– pueden facilitar el enfriamiento económico.
Aun así, los bancos centrales estadounidense y europeo mantienen su postura todo «halcón». El jueves Lagarde dio una de cal (las compras del APP podrían suspenderse el tercer trimestre) y una de arena (sugiriendo que la primera subida de tipos no coincidirá con la finalización del programa de compras y postergando decisiones más concretas hasta tener mayor claridad del impacto económico de la guerra en Ucrania).
La rentabilidad del TBond y del Bund ha vuelto a repuntar poniendo presión adicional sobre las valoraciones de las acciones más caras, así que la volatilidad se mantendrá elevada.
A pesar de la sobreventa y el pesimismo, los repuntes en precios de activos de riesgo estarán limitados hasta que la Fed vuelva a girar su discurso.