Tras un periodo de rentabilidades excepcionales, es probable que los inversores se enfrenten a un entorno de mercado más difícil en 2022 con una alta inflación y una recuperación económica posiblemente más lenta. Del mismo modo, cabe la posibilidad de que la COVID provoque más contratiempos y se produzcan más sorpresas en la arena política. Además de sortear esta incertidumbre, los mercados tendrán que adaptarse a un contexto de política monetaria menos favorable ahora que los bancos centrales han iniciado el delicado proceso de normalización.
Dados los baches que se vislumbran en el camino, prevemos que los inversores perseguirán posicionar sus carteras hacia estrategias más defensivas. En muchos casos, este cambio se puede traducir en una mayor diversificación de la cartera con el objetivo de evitar la sobreexposición a determinadas áreas del mercado, como las compañías tecnológicas de alto crecimiento. La forma más eficaz de mitigar el riesgo dependerá de la cartera, pero creemos que una exposición selectiva a infraestructuras cotizadas puede ser una opción interesante a la hora de construir una cartera más defensiva.
Una clase de activos más defensiva
El universo global de infraestructuras cotizadas contiene una atractiva selección de empresas que, a nuestro juicio, están bien posicionadas para ofrecer un crecimiento más sostenible, ya que poseen activos físicos duraderos que son fundamentales para el funcionamiento de las economías modernas. Por esa razón, es común que generen unos flujos de caja y dividendos más estables en el tiempo. También constituyen una manera de diversificar las carteras que puedan haber virado demasiado hacia el estilo de inversión Growth. Muchas de estas empresas «duraderas» existen desde hace décadas y ostentan una posición competitiva muy sólida y un amplio poder de fijación de precios; además, suelen estar ligadas a la inflación, al menos parcialmente, a través de normativas o contratos. Frecuentemente, a estas características defensivas se suma la exposición a tendencias seculares como la transición energética o la revolución de los datos, lo que favorece las perspectivas de crecimiento a largo plazo de estas empresas. Asimismo, aunque rentabilidades pasadas no son garantía de rentabilidades futuras, esta clase de activos ha demostrado cierto grado de resiliencia a la volatilidad excesiva. Hasta la fecha, también parece relativamente infravalorada en comparación con los mercados de renta variable globales, lo que podría indicar una menor exposición una posible situación de volatilidad generalizada.
El papel de la gestión activa
En nuestra opinión, la gestión activa está bien posicionada en la mitigación de drawdowns ya que se puede evitar la exposición a compañías excesivamente endeudadas o demasiado centradas en el reparto de dividendos, sobre todo en un contexto de aumento de los tipos de interés. Los inversores también deben tener en cuenta determinadas exposiciones, a veces ocultas, que pueden influir en el perfil de volatilidad de las empresas de infraestructuras cotizadas. Por ejemplo, algunas de estas empresas están intrínsecamente ligadas a ciertas materias primas o son más sensibles al ciclo económico.
Por último, con la transición hacia una economía baja en carbono, pensamos que para calibrar la capacidad defensiva de una compañía también hay que tener una idea exacta de la capacidad y la disposición que muestra para prepararse para un futuro de cero emisiones netas. Como comentamos en un artículo anterior, muchas de las empresas propietarias de estos activos duraderos están bien posicionadas para beneficiarse de la transición energética. No obstante, incluso algunas de las empresas que a primera vista parecen menos preparadas para un futuro de cero emisiones podrían evolucionar mucho más rápido de lo previsto por el mercado a medio plazo. Reiteramos que un gestor activo que haya realizado un análisis fundamental y exhaustivo tanto de la empresa como del sector contará con la información necesaria para dilucidar si dicha evolución es posible y hacer proyecciones a futuro. Este análisis será aún más robusto si se logra una estrecha colaboración con el consejo de administración y el equipo directivo de la empresa.
Conclusión
Las infraestructuras cotizadas pueden contribuir a diversificar las carteras que corran el riesgo de sobreexposición a los valores Growth orientados a la tecnología. En concreto, las empresas con activos duraderos muestran altos niveles de estabilidad, así como flujos de caja estables en el tiempo y buenas perspectivas de crecimiento a largo plazo; por tanto, ofrecen cierto potencial de mitigación de los drawdowns en condiciones de mercado volátiles. Sin embargo, hay que tener sumo cuidado para minimizar la exposición a los valores más vulnerables del universo de infraestructuras cotizadas. Siguiendo estas pautas, creemos que la exposición selectiva a empresas de infraestructuras cotizadas con activos duraderos podría ser un componente muy valioso para construir carteras más defensivas.
Tribuna de Tom Levering, Fund Manager y Global Industry Analyst, y Ken Baumgartner, Investment Director de Wellington Management.