Tras dos meses, 2022 está siendo muy complicado para los inversores en bolsa. Dado el enorme peso que tiene el sector tecnológico en los mercados bursátiles globales, no es de extrañar que los valores tecnológicos hayan determinado la suerte de los mercados en general. A 16 de febrero, el índice MSCI All-Country World registraba un -4,5% en lo que va de año, lastrado en gran parte por el hundimiento del 9,4% del sector financiero. Una evaluación precipitada de esa rentabilidad podría llevar a pensar que el momento de gloria de la tecnología ya ha pasado. Pero nosotros no creemos que sea así. En su lugar, consideramos que la reciente volatilidad ha sido resultado de cambios en las valoraciones, por el reajuste de los mercados de renta variable a un periodo de tipos de interés más altos. En efecto, cuando analizamos los fundamentos corporativos ―lo que debería impulsar la rentabilidad de las acciones a largo plazo―, creemos que las perspectivas de gran parte del sector han mejorado en los últimos meses.
Un guiño a la macroeconomía
No es por casualidad que el sector tecnológico haya liderado los mercados en los últimos años. Con la preocupación por el crecimiento predominante durante la tensión comercial entre EE. UU. y China y, más tarde, la pandemia de covid-19, los inversores buscaron crecimiento donde podían encontrarlo y, ante la incertidumbre, las temáticas de crecimiento secular alentadas por los productos y servicios de las compañías tecnológicas y de Internet de megacapitalización fueron uno de los destinos preferidos. Muchas de estas temáticas se aceleraron durante la pandemia, ya que tanto las empresas como las familias confiaron cada vez más en las soluciones digitales para afrontar los tiempos difíciles.
Más recientemente, la reanudación de la actividad económico y las restricciones de las cadenas de suministro han provocado un aumento de la inflación y, con ello, una respuesta política de los bancos centrales. A finales de 2021, los mercados de futuros preveían tres subidas de los tipos de interés de 25 puntos básicos cada una por parte de la Reserva Federal estadounidense en 2022. A raíz de la persistente inflación, las expectativas del mercado han aumentado ahora hasta seis subidas. Esto es relevante, puesto que las subidas de tipos influyen directamente en los tipos de descuento que se utilizan para valorar las clases de activos de mayor riesgo. Y el impacto de unos mayores tipos de descuento es más pronunciado en los activos a largo plazo, incluidas las acciones de crecimiento secular, cuyo valor resulta en gran parte de los flujos de caja a años vista.
La reducción de las valoraciones en perspectiva
Eso es exactamente lo que ha sucedido en 2022. En total, el ratio precio-beneficio del sector tecnológico global se ha reducido un 13% hasta el 15 de febrero de este año.
Pocos dudarían que la política monetaria flexible ha contribuido a las elevadas valoraciones de los distintos mercados financieros. Es lógico pensar que los múltiplos que están dispuestos a pagar los inversores por una unidad de futuros beneficios disminuyan si se retira esa «manga ancha». Las valoraciones de las acciones tecnológicas no son una excepción. Sin embargo, cabe apuntar que, en algunos casos, se ha ido demasiado lejos, sin separar el grano de la paja. Los valores de los semiconductores y el sector del software de aplicaciones ―que incluye muchas compañías de informática en la nube (cloud)― han registrado algunas de las reducciones de múltiplos más pronunciadas. Sin embargo, los chips de semiconductores y la informática en la nube son pilares fundamentales de la transición a una economía global más digitalizada. Estas temáticas han llegado para quedarse.
Primero, los modelos de negocio
Los tipos de interés influyen ―aunque no de forma determinante― en la inversión en tecnología y, aun reconociendo que los números que sostienen las valoraciones han cambiado, los modelos de negocio de estas compañías siguen intactos. Las perspectivas del sector tecnológico dependen de su capacidad para lograr eficiencias en toda la economía y, a la vez, multiplicar el crecimiento de los beneficios, y conseguir un porcentaje cada vez mayor de los beneficios corporativos totales. Como demuestran los beneficios publicados recientemente, muchos líderes del sector siguen por el buen camino.
En los últimos tres meses, las expectativas de consenso para todo el año 2022 para el sector tecnológico global han sido revisadas un 4% al alza. Cabe destacar los valores de semiconductores, con una rentabilidad del -7,3% en lo que va de año, por la contundencia de sus revisiones al alza. Mientras tanto, el software de aplicaciones, que puede servir de indicador aproximado de los valores informáticos en la nube (cloud), han registrado en torno a un -15%, a pesar de unas perspectivas de beneficios para todo el año un 1,9% más altas. La incoherencia entre la caída de las cotizaciones bursátiles y las optimistas estimaciones de beneficios indica que hay algo más que los fundamentos que influye en la reciente evolución del sector. Si, la reducción de las valoraciones ante los tipos más altos puede ser incómoda a corto plazo, pero los inversores deberían tener presente que la capacidad de estos modelos de negocio para ejecutar sus estrategias a largo plazo es lo más importante para generar rentabilidades atractivas.
Convergencia de lo secular y lo cíclico
Creemos que la resiliencia de los beneficios del sector se debe un entorno cíclico favorable. Ante la amenaza de que la inflación merme los márgenes o frene el poder adquisitivo de los clientes, las empresas de toda la economía están tratando de mejorar las eficiencias operativas. Aunque la tecnología se utilizó durante los peores momentos de la pandemia para mantener las operaciones con los clientes, ahora vemos que las empresas se centran en racionalizar las funciones administrativas para mantener los beneficios. Esto se refleja en las perspectivas cada vez más optimistas de diversas empresas de software.
Las perspectivas de los productores de semiconductores han mejorado por distintas razones. Se está avanzando en la ejecución de las carteras de pedidos superando los persistentes problemas de las cadenas de suministro y los precios se mantienen fuertes, debido a la sólida demanda tanto de chips analógicos como digitales más complejos. Este apetito se ve impulsado por el hecho de que los directivos de empresas reconocen cada vez más que la recopilación de datos, el análisis, el aprendizaje automático y la automatización posibles gracias a la proliferación de chips puede seguir mejorando la economía operativa de una empresa de medio a largo plazo.
Bienvenido sea el reajuste
A los inversores casi nunca les parece bien la volatilidad. Pero el reajuste de las acciones que conlleva en el sector tecnológico puede tener un lado positivo. El sector ha recibido gran cantidad de capital, lo que ha elevado las valoraciones, en algunos casos sin hacer distinciones. El giro hacia el endurecimiento monetario ha retirado el apoyo a muchos valores que no lo merecían y, lo que es más importante para los inversores disciplinados, ha dejado puntos de entrada atractivos en las acciones con modelos de negocio sólidos cuyas valoraciones también se han estirado más allá de lo que merecían sus fundamentos.
Los inversores en tecnología deberían seguir atentos a los riesgos. Si hay subidas de tipos de las que ya descuenta el mercado, la volatilidad podría ir a más. También podrían inclinar la economía hacia una recesión. Aunque podría aguar la fiesta para los valores tecnológicos de crecimiento cíclico, los valores de crecimiento secular podrían volver a ser uno de los pocos segmentos del mercado en el que puedan confiar los inversores a largo plazo.
Tribuna de Denny Fish, gestor de tecnología global e innovación en Janus Henderson Investors.
Glosario:
La reducción de los múltiplos es la reducción del ratio precio-beneficio, lo que da a entender que los inversores otorgan menor valor a una acción.
La política monetaria se compone de una serie de medidas adoptadas normalmente por un banco central para controlar la cantidad de dinero en circulación para alcanzar ciertos objetivos económicos.
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