El Grupo Técnico de Expertos en Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea presentó en julio de 2021 el primer borrador sobre taxonomía social, cuya segunda versión estaba prevista para el último trimestre de 2021. Debido a la complejidad de la agenda regulatoria, el ecosistema de la inversión sostenible sigue a la espera de conocer los detalles del documento que el subgrupo técnico de expertos remitirá a la Comisión Europea como propuesta final, tras incorporar las aportaciones de las consultas públicas que se celebraron en el verano de 2021.
Al margen de las características que se incluyan en el documento final, parece claro que la clasificación de actividades que contribuyan significativamente a objetivos sociales en la UE (la taxonomía social) contribuiría al impulso de la inversión sostenible en Europa, como han coincidido en destacar los participantes en el Encuentro ISR “La Taxonomía Social de la UE”, organizado por Spainsif.
El presidente Spainsif, Joaquín Garralda, ha explicado durante la inauguración de la jornada que “la taxonomía social es muy esperada y es igual de relevante o más que la taxonomía verde, pero al basarse en principios internacionales, normas y criterios relacionados con aspectos culturales, puede presentar un desarrollo más lento que la relativa a objetivos ambientales”.
Garralda ha destacado como aspecto positivo que la taxonomía social podría tener camino ya recorrido gracias al desarrollo de la clasificación verde, como el nuevo vocabulario aprendido en materia de inversión sostenible; los marcos de divulgación como el Reglamento SFDR en fondos clasificados en categorías de integración de riesgos (Artículo 6), promoción de características sociales y ambientales (Artículo 8) y objetivos de sostenibilidad (Artículo 9); y los requerimientos de transparencia para productos financieros y empresas. Por otro lado, reconoció que irremediablemente incorporará nuevos términos y mecanismos que tendrán que aprender a manejar gestoras, empresas o inversores.
Hugo Gallagher, Senior Policy Adviser de Eurosif, ha compartido la visión del Foro Europeo de Inversión Sostenible sobre el borrador de la taxonomía social y sobre cómo puede contribuir a impulsar las inversiones con criterios sociales. Gallagher ha señalado que “la idea de incorporar aspectos sociales se tomó en cuenta desde el momento en el que surgió la taxonomía verde, pero la taxonomía social recae de forma más marcada en estándares internacionales y en valores que en la ciencia. Además, la UE tiene competencias más limitadas sobre los aspectos sociales”.
El Senior Policy Adviser de Eurosif ha profundizado en los dos ejes de la taxonomía social: una dimensión vertical que incluiría actividades de alto impacto (enfocado a que éstas supongan una contribución sustancial a los objetivos sociales) y una dimensión horizontal que incluiría a las empresas desde un punto de vistas de procesos y prácticas (enfocado a que éstos no dañen significativamente los objetivos sociales).
Gallagher ha destacado los beneficios potenciales de su aprobación: métricas comunes, mayor credibilidad, visibilidad y reconocimiento al impacto social. Entre las controversias más visibles de su desarrollo ha mencionado las consecuencias que podría tener etiquetar determinadas actividades económicas como perjudiciales para los objetivos sociales sin tener en cuenta aspectos contextuales, citando ejemplos como la producción de vino o las industrias de defensa.
Oportunidad de inversión para el sector financiero
En el evento también participaron representantes del sector financiero. Los panelistas profundizaron en el potencial de la taxonomía social como motor de la inversión con criterios sociales en el momento en el que los mercados financieros cuenten con un lenguaje armonizado; si bien apuntaron la necesidad que los criterios de contribuciones sustanciales de las empresas requerirán de mayores niveles de transparencia e información de sostenibilidad, tanto a nivel cuantitativo como cualitativo. Destacaron, igualmente, la importancia de canalizar financiación para afrontar la desigualdad que se ha intensificado con la pandemia.
Como retos, Ana Rosa Castro, directora de Ventas España en Nordea AM, destaca la incertidumbre que genera no tener nada formal. “Vemos una falta de determinación que nos ayude a gestionar las carteras”, señala. Además, localiza diferencias respecto a la verde. Por ejemplo, la taxonomía social tiene que distinguir entre beneficios inherentes y añadidos, se fundamenta en normas internacionales, y mientras que la medioambiental vincula los criterios a actividades económicas, en la social se vincula a la actividad económica. “Otro reto es adaptarnos a todo esto”, añade.
Sin embargo, la experta de Nordea AM también encuentra numerosas oportunidades a nivel global, sobre todo por su vinculación a los ODS. Pero destaca las oportunidades que vienen de los emergentes. “Están expuestos a más riesgos que no están gestionados y hay una oportunidad de invertir en empresas que pueden incorporar factores sociales. Podemos ayudarles a mejora mediante el engagement”, explica.
La experta nombra oportunidades en la satisfacción de como recursos fundamentales mínimos (como la alimentación), en empresas enfocadas a la inclusión y microfinanciación, la educación, la sanidad, la innovación o la tecnología. “Si invertimos en este tipo de empresas cumplimos con un beneficio social y económico”, asegura.
Por su parte, Fernando Varela, socio director de Social Gob, ha destacado la doble dimensión que incorpora la taxonomía social, cuyo objetivo es acabar con el socialwashing. “La taxonomía no solo promueve actividades económicas que resuelvan problemas sociales, sino que toda las actividad económica no genere impactos negativos”, aplaude.
Ana Pilar Guardia, jefa del área de Mercado de Capitales de ICO, celebra que en el desarrollo del borrador se haya incluido a agentes sociales, pero alerta de que también será un reto encontrar un punto de acuerdo entre estos y los participantes del mercado.