Como era de esperar, el debate sobre el carácter permanente o transitorio de la inflación está lejos de cerrarse. Este tema fue tratado en la reunión externa que celebramos el mes pasado en torno a nuestras perspectivas a largo plazo y en la que analizamos y definimos las fuerzas estructurales que actúan sobre la economía y los mercados de capitales.
Una de las indiscutibles tendencias clave es el envejecimiento de la población en China, Europa y EE.UU., en ese orden. Desafortunadamente, la evidencia académica no es concluyente a la hora de determinar si el aumento de la tasa de dependencia de la población es inflacionista o deflacionista.
En el caso de Japón, los datos son claramente deflacionistas. ¿Podría suceder lo mismo en EE.UU.?
La pregunta es oportuna, ya que la pandemia ha provocado una ola de jubilaciones anticipadas en los Estados Unidos. No obstante, el producto interno bruto estadounidense ha logrado recuperar su nivel prepandemia con tres millones menos de trabajadores activos. Aparentemente, la productividad se ha acelerado, por lo que un crecimiento más rápido de los salarios no constituye necesariamente un factor inflacionista. Esta parece ser la opinión del mercado de bonos, ya que los bonos del Tesoro de EE.UU. han registrado un repunte tras el sólido informe de empleo de octubre, un mes que registró más de medio millón de puestos de trabajo de nueva creación.
En China, seguimos atentos al persistente aumento de la tensión en materia de financiación en el sector de la promoción inmobiliaria. Este impacto es el que persigue la política del gobierno y, si bien el sector inmobiliario chino constituye la mayor clase de activos del mundo, de momento los responsables políticos ni siquiera han pestañeado. En cuanto a la energía, nuestra previsión de que los precios de los combustibles fósiles terminarán cediendo empieza a materializarse.
La combinación de todos estos factores refuerza nuestra opinión de que es más probable que los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años vuelvan a acercarse al 1% antes de superar el 2%, algo que eventualmente ocurrirá, pero no todavía. Además, no vemos la perspectiva de que la Fed reduzca sus estímulos (tapering) como un problema a corto plazo. De hecho, la efervescencia de los precios de los activos justifica una mayor contención por parte del banco central estadounidense; mientras que los resultados empresariales siguen siendo sólidos. El crecimiento de los beneficios del S&P 500 del tercer trimestre avanza hacia el 39% interanual, dejando atrás el 27% previsto antes de la publicación de los resultados.
En cualquier caso, los balances de los bancos centrales del G5+ seguirán creciendo hasta bien entrado el año 2022. Resultados sólidos, liquidez positiva… ¿Dónde está el problema? Tal vez en las valoraciones. Sin duda, estas encabezan la lista de las preocupaciones de los inversionistas. Sin embargo, en estos momentos es importante recordar uno de nuestros principios clave de inversión: «Por lo general, la valoración es una consecuencia, no una causa». En otras palabras, no hay que operar en renta variable basándose simplemente en si la valoración de los títulos es demasiado barata o cara. La valoración solo es útil en horizontes temporales de varios años; a corto y medio plazo, mandan la dinámica de los resultados y la liquidez.
Dado que la prima de riesgo prospectiva de la renta variable de EE.UU. sigue siendo generosa, al situarse en el 3,8%, es poco probable que las empresas pasen de recomprar acciones a emitir otras nuevas. La autorización para la recompra de acciones en EE.UU. ha alcanzado recientemente un récord de 1 billón de dólares. El rendimiento total de retorno en efectivo del índice S&P 500 se sitúa en torno al 3%. Un aspecto crítico del principio expuesto arriba es que también se aplica a las acciones individuales. Esto es sumamente importante porque, como volvió a destacar un reciente estudio, el rendimiento del mercado bursátil está increíblemente concentrado. La mayoría de las acciones no superan a los bonos del Tesoro estadounidense a lo largo de su ciclo de vida en el índice al que pertenecen. En cambio, casi toda la creación de valor para los accionistas procede de unos contados y enormes ganadores, y así ha sido siempre.