En plena resaca de la COP26, las firmas de inversión ponen el foco en aterrizar qué supondrán para los inversores los compromisos que se han anunciado a lo largo de estas dos últimas semanas de cumbre. En la parte climática, si se aplica plenamente todo lo acordado, sería suficiente para mitigar el calentamiento a 1,8ºC, pero a la hora de valorar qué es lo más relevante para los inversores cabe destacar tres aspectos: la reducción del uso del carbón, de las subvenciones a la energía fósil y el aumento de los objetivos de reducción de CO2.
En opinión, Bruce Duguid, jefe de Compromiso, EOS de Federated Hermes, “podría decirse que los inversores han sido la voz más progresista a la hora de impulsar los objetivos climáticos, y los últimos compromisos del Glasgow Financial Alliance for Net Zero (GFANZ) indican que la mayoría de los gestores de activos se han comprometido con objetivos de inversión netos cero. Ahora corresponde a los inversores dar el mandato a las empresas para que persigan objetivos netos cero con metas alineadas a 1,5°C y ayuden a salvar la brecha entre los objetivos nacionales y las reducciones requeridas”.
En este sentido, Duguid señala que los diversos acuerdos sectoriales publicados sobre el carbón, el metano, la deforestación, la automoción y la fast fashion ayudarán a los inversores a “proporcionar un anclaje adicional bienvenido sobre el que comprometer a las empresas para que se adhieran a las declaraciones por primera vez o las cumplan en los próximos años”.
En opinión de Christopher Kaminker, responsable de Inversión sostenible en Lombard Odier, para los inversores, esto no hace más que reforzar la convicción de que necesitamos comprender, identificar y abordar urgentemente los riesgos del carbono en las carteras. “A medida que más instituciones financieras empiecen a evaluar su alineación con la transición, con el Acuerdo de París y con las nuevas promesas de los gobiernos, el pensamiento y la sofisticación del mercado evolucionarán rápidamente, dejando de lado el enfoque simplista de simplemente evitar los sectores que hoy emiten mucho, para identificar las hojas de ruta específicas a las que se enfrenta cada sector e identificar a las empresas que están haciendo verdaderos progresos hacia ellas. Esto, a su vez, cambiará las opiniones sobre las empresas y la forma en que los mercados valoran los activos”, explica Kaminker.
Para Elena Tedesco, gestora de Vontobel, la inversión de impacto como forma de apoyar la transición a una economía baja en carbono. “Nuestro clima está cambiando a un ritmo alarmante y ya estamos notando los efectos. Para detenerlo, áreas clave como el transporte, la construcción de edificios y la gestión de residuos deben reducir las emisiones de forma significativa y simultánea, de lo contrario los objetivos de reducción global de emisiones de efecto invernadero (GEI) fijados entre el 80% y el 95% en el Acuerdo de París en 2015, estarán fuera de alcance”.
En su opinión, la descarbonización ofrece oportunidades para financiar áreas crecientes de la economía que ofrecen soluciones escalables a los retos medioambientales, al tiempo que generan una sólida rentabilidad. Los inversores pueden medir el impacto producido por las empresas que participan en las cadenas de valor que proporcionan productos y servicios para reducir o evitar las emisiones. Los pilares de impacto están alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Con la idea de concretar, Tedesco apunta cuatro ideas de inversión muy concretas: edificios ecológicos, un sector industrial con un uso de los recursos más eficientes, transporte de bajas emisiones y la llamada economía circular.
Tras su intervención en la COP26, Matt Christense, director global de Inversión Sostenible y de Impacto de Allianz GI, saca una clara conclusión: «Es necesario actuar hoy y requerirá valor, liderazgo y asunción de riesgos, incluyendo la innovación en torno a nuevos modelos financieros como los presentados en estas dos últimas semanas en torno a la financiación del desarrollo, incluyendo el Fondo de Acción Climática de los Mercados Emergentes y el Programa de cofinanciación gestionado de 3.000 millones de dólares para empresas privadas en economías en desarrollo».
La brecha de credibilidad
Según los expertos, la COP26 ha logrado una mayor ambición en una serie de áreas, pero existe una visión muy crítica sobre la “credibilidad entre las promesas de los gobiernos y las medidas tomadas”. En este sentido, Eva Cairns, directora de estrategia de cambio climático, y Jeremy Lawson, economista jefe de abrdn, la buena noticia es que el Pacto Climático de Glasgow fijó en 1,5ºC el objetivo climático global, con compromisos positivos en materia de deforestación, metano y la agenda Glasgow Breakthrough, que se centra en el suministro de tecnologías limpias.
“Por primera vez, también se hizo una referencia específica a la reducción progresiva de las subvenciones al carbón y a los combustibles fósiles ineficientes, a pesar de que la redacción se suavizó en el último momento para decepción de muchas partes interesadas. El sector financiero privado demostró una fuerte voluntad de desempeñar su papel en la financiación de la transición a la energía neta cero, con la adhesión de 450 actores al GFANZ. Y fue alentador ver la intención de colaboración entre los mayores emisores del mundo, Estados Unidos y China”, destacan.
Según consideran los expertos de abrdn, los países desarrollados se apresuran a juzgar a las economías en vías de desarrollo que suavizan el lenguaje de los compromisos, ya que se mueven en el delicado equilibrio entre la reducción de la intensidad de carbono de sus economías y el mantenimiento del crecimiento necesario para elevar el nivel de vida. Pero, matizan, su indignación moral estaría justificada si ellos mismos hicieran una transición más rápida y apoyaran mucho más al Sur del planeta, para quienes el coste de la reducción y los impactos físicos del cambio climático suelen ser mayores.
“En resumen, la COP26 envió una fuerte señal de que se están produciendo cambios positivos entre los actores públicos y privados para impulsar la descarbonización, pero el ritmo no es suficiente para limitar el calentamiento a 1,5º C. Un rayo de esperanza es el cambio acordado en el mecanismo de ajuste para actualizar las NDC: Ahora se pide que se actualicen antes de finales de 2022, en lugar del mecanismo de actualización original de 5 años. El éxito de Glasgow sólo podrá juzgarse realmente cuando veamos cuántos países convierten sus promesas en acciones creíbles y jurídicamente vinculantes e invierten rápidamente la tendencia actual de aumento de las emisiones. Hasta entonces, los objetivos de París seguirán siendo un soporte vital”, explican.
Para el equipo de Portocolom AV, la COP26 ha dejado un sinfín de acuerdo que, en su mayoría, no son vinculantes, por eso los ojos ya están puestos en la próxima cumbre. «la próxima parada será la COP27 de Egipto. Tenemos un año por delante para que promesas y pactos se materialicen, y que el cambio climático siga ocupando un lugar prioritario en las políticas de gobiernos y empresas», concluyen