La pandemia del COVID-19 ha provocado muchos desajustes económicos. Uno al que se ha prestado gran atención es la escasez global de chips de semiconductores. Según señalan Denny Fish, gestor de carteras, y Shaon Baqui, analista en Janus Henderson Investors, esta situación a menudo se circunscribe al contexto de la industria automovilística y el efecto dominó del parón en las cadenas de suministro y el fuerte encarecimiento de los coches de segunda mano. Pero la escasez de chips y los problemas que ha provocado son mucho más amplios, al afectar a todos los sectores de actividad, regiones y probablemente a un alto porcentaje de las familias de todo el mundo.
Un momento muy inoportuno
La industria de los semiconductores se ha distinguido por sus constantes desequilibrios, ya que los productores de chips y los consumidores tratan de lograr el equilibrio entre oferta y demanda. La estructura del sector, siempre fragmentada, solía agravar el problema. El (histórico) desequilibrio actual es el resultado del choque de dos factores, ambos directamente relacionados con la pandemia: Los problemas de la cadena de suministro provocados por los cierres económicos se produjeron a la vez que la demanda mundial de chip se disparó, ya que la pandemia aceleró la digitalización de la economía global.
En un ciclo normal, la industria de los semiconductores aumenta su capacidad para atender sus carteras de pedidos cuando la demanda vuelve. El desafío al que se enfrentan actualmente los fabricantes es que la inclinación de la curva de la demanda se ha pronunciado durante la pandemia, de forma que a los fabricantes de chips les está costando cumplir un objetivo cada vez más alto. Cuando empezó la escasez, los directivos del sector esperaban que las existencias se recuperasen a finales de este año. Cuando la magnitud del desequilibrio se ha hecho más evidente, las estimaciones optimistas apuntan a mediados de 2022 y las más precavidas temen que no remitirá del todo quizás hasta principios de 2023.
Dada la complejidad de la fabricación de semiconductores, la capacidad adicional no puede aparecer de la nada. Como la demanda sigue superando a la oferta ―y no hay grandes plantas nuevas que entren en funcionamiento hasta finales de 2022―, coincidimos también en que el mercado de chips se tensionará aún más en los próximos meses. Mientras tanto, los equipos directivos de diversos sectores se enfrentan a decisiones difíciles sobre la priorización de la producción que pueden afectar a sus flujos de ingresos y beneficios. Desde esta perspectiva, cualquier nuevo acontecimiento relacionado con la escasez de chips debería merecer la atención de todos los inversores.
Un proceso de dos años
Para entender cómo se ha llegado a esta situación, debemos volver la vista atrás a 2018. Durante ese año, y como es habitual en un ciclo normal de semiconductores, el sector acumuló existencias en previsión de una demanda de finales de año que luego no se materializó. A principios de 2019, mientras los fabricantes de chips seguían eliminando existencias, la guerra comercial entre EE.UU. y China empañó las expectativas de crecimiento global, reduciendo aún más la demanda, ya que ni los productores ni los compradores querían tener excedentes de existencias.
La aparición de la pandemia global tuvo la singular consecuencia de sofocar aún más la demanda de algunos mercados finales de semiconductores, mientras que en otros la estimuló. El sector del automóvil fue el ejemplo más evidente de lo primero, ya que los compradores cancelaron pedidos, mientras que todo lo relacionado con el teletrabajo y la digitalización de la economía global ―informática en la nube (cloud), computadoras portátiles, consolas de juegos y rúteres de wifi― son ejemplos de lo segundo.
Para cuando volvió la demanda de coches y otros productos utilizados fuera de casa, las carteras de pedidos de los proveedores de materias primas y fundiciones de chips ya estaban completas. Para empeorar las cosas, una serie de problemas idiosincráticos a lo largo de la cadena de suministro frenaron aún más la capacidad. La dura realidad es que el entorno de los semiconductores ha tardado dos años en sufrir este déficit y podría tardar ese mismo tiempo en recuperarse.
Días de existencias de los distribuidores de semiconductores
Una confluencia de factores ha provocado que el sector no sea capaz de atender la demanda disparada de chips tras el repunte de la actividad comercial y la digitalización acelerada de la economía global.
Esta vez es diferente
Varios factores nos llevan a la conclusión de que el desequilibrio actual de los chips no se resolverá tan fácilmente como en ciclos anteriores. Ante todo, la demanda de semiconductores ha alcanzado un punto de inflexión y, en nuestra opinión, no hay vuelta atrás, ya que una parte cada vez mayor de la actividad económica global se realiza de forma digital. El teletrabajo ha generado una demanda increíble de chips complejos que permiten la informática en la nube (cloud), la inteligencia artificial y los avances en los automóviles de todo el mundo, incluidos los sistemas de asistencia al conductor y la electrificación de vehículos. Un ejemplo: un vehículo eléctrico puede incluir hasta cinco veces el contenido de un semiconductor que los coches con motores de combustión interna.
El sector del automóvil es otro gran consumidor de chips analógicos, al igual que lo son diversos productos y aplicaciones relacionadas con el Internet de las cosas (IoT). Este segmento del mercado, que incluye los microcontroladores y los sensores, es un área que, según creemos, podría seguir sometida muy tensionada a medida que la demanda de chips analógicos se generalice aún más.
Aunque la industria de los semiconductores se esfuerza por responder al aumento de la demanda, también debe sortear los cambios tectónicos en el entorno geopolítico y comercial global. La cadena de suministro de chips es una de las más globalizadas, y la tendencia a la localización y el deseo de los países de controlar todo el proceso de producción tendrán probablemente consecuencias de gran alcance a medida que los productores de chips se adapten a un mercado potencialmente más fragmentado y aislado.
Por último, aunque gran parte de la atención se ha centrado en los usuarios finales, como los automóviles y los dispositivos del Internet de las cosas (IoT), algunos inversores podrían no reconocer plenamente el riesgo que supone la prevalencia de los chips analógicos en la maquinaria y las herramientas de las fábricas del mundo. En el peor de los casos, si una cadena de montaje depende de una serie de chips de cuatro dólares y varios de ellos se estropean sin que haya existencias de repuestos, la producción podría detenerse, lo que provocaría una escasez de productos sin relación aparente con los semiconductores.
Perspectiva del inversor
La escasez de chips no es un fastidio ni una cuestión secundaria. Los inversores de todas las clases de activos y sectores deben entender que la economía del siglo XXI no puede funcionar sin semiconductores. Desde el punto de vista de la oferta, creemos que el actual desequilibrio creará aún más estímulos para los fabricantes de bienes de equipo para semiconductores que hacen posible la producción de chips. Si los mercados se localizan más, probablemente aumentará el número de compradores de esta compleja maquinaria.
Aunque somos conscientes de los problemas a corto plazo relacionados con la oferta y la demanda, creemos que el apetito por los chips analógicos seguirá aumentando a medida que la digitalización dé lugar a niveles cada vez más altos de contenido de semiconductores en aplicaciones muy variadas. Por último, pensamos que la demanda secular de procesadores, aceleradores y chips de red que impulsan la inteligencia artificial y los servicios de informática en la nube (cloud) seguirá aumentando en los próximos años a medida que el mundo avance hacia una economía digital.
También hay que revisar las decisiones de los equipos directivos, ya que la práctica de las existencias «justo a tiempo» por parte de los compradores de chips ha agravado la escasez actual. Por consiguiente, las empresas que dependen especialmente de los chips en sus productos finales o procesos de producción podrían tener que plantearse pasar a un método de existencias «por si acaso». Para contrarrestar el riesgo de hacer pedidos de cuatro o cinco veces más chips de los necesarios con la esperanza de cancelar los envíos en caso de que la demanda no se materialice, los productores de chips exigen cada vez más que los pedidos no puedan cancelarse.
La escasez de semiconductores ha demostrado poder dar muchos dolores de cabeza a la economía mundial y apenas muestra indicios de que vaya a remitir. Aunque los matices de la estructura de la industria y el ciclo de los semiconductores suelen ser el dominio de los inversores en tecnología, dada la creciente dependencia de la economía mundial de la compleja funcionalidad de los chips que hacen posible la nube y la inteligencia artificial, así como de los chips analógicos orientados a los procesos, la evolución de la industria debería interesar a todos los participantes en los mercados financieros.
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