Dando seguimiento al análisis que publiqué el 5 de agosto de 2021, ahora tocaré el tema de la escasez en un mundo hiperbitcoinizado. Como breve recordatorio, favor de hacer referencia a la Parte #1 de esta serie de artículos en donde propongo un método y una hipótesis de trabajo con la finalidad de llegar a un absurdo y concluir que un mundo hiperbitcoinizado no es posible. Para un acceso rápido a la Parte #1, ver aquí.
Dicho lo anterior, en este ejercicio mantenemos la hipótesis de trabajo: “A partir de hoy el Bitcoin es la única moneda global; tiene todas las características del dinero y resguarda valor. Todas las personas y países del mundo usan únicamente Bitcoin”, y revisaremos como funcionaría la escasez bajo dicha hipótesis. Una de las características más defendidas del Bitcoin es que es escaso. Por construcción, el número de Bitcoins en circulación está topado a 21 millones, y si bien es algo que podría cambiar, es extremadamente complejo y poco probable que suceda. Sería muy fácil asumir que el monto de Bitcoins en circulación crece, o bien, que se fragmenta en unidades más pequeñas que los actuales satochis (1 bitcoin es igual a 100 millones de satoshis, la medida más pequeña del sistema monetario Bitcoin), ya que, de ser así, la característica de escasez se rompería, y el Bitcoin se volvería tan “abundante” como cualquier moneda Fiat, lo cual no es deseable en nuestro mundo hiperbitcoinizado.
Entonces, dado que ese camino es muy poco probable que suceda y, dado que caería en la trampa de sobre simplificar el problema, en este ejercicio aceptaré la escasez como dogma irrefutable. El Bitcoin es escaso, y punto. ¿A dónde nos lleva entonces esta escasez? De entrada, a la eliminación de los Bancos Centrales en todo el mundo. La función de los Bancos Centrales es regular la oferta monetaria, y con ello, fijar las tasas de interés para intentar promover el pleno empleo y/o controlar la inflación. Sin embargo, dado que la oferta monetaria esta fija en 21 millones de Bitcoins, pues no hay necesidad de que nadie la regule. Entonces, ¡adiós, Bancos Centrales! De todos modos, la centralización no es algo que nos gusta en nuestro mundo hiperbitcoinizado. Esto elimina a la Política Monetaria como una herramienta económica útil.
Nos queda entonces la Política Fiscal, es decir, la habilidad de los gobiernos para recaudar impuestos y gastar el dinero recaudado. Sin embargo, otra característica del Bitcoin es que es inembargable, es decir, nadie te lo puede quitar. Entonces, tenemos un gobierno que no tiene herramientas de coerción para que la gente pague sus impuestos. Podríamos aquí argumentar que el gobierno tiene ejércitos y policías que por medio de la fuerza puede hacer que sus ciudadanos paguen impuestos, sin embargo, si los ciudadanos se resisten a hacerlo, eventualmente el gobierno no tendrá dinero para pagar a tal ejército y policía, quedándose completamente a la merced de la buena voluntad de sus ciudadanos. Algunos querrán pagar impuestos y lo harán (probablemente la minoría) y otros tantos no lo harán, y nadie podrá forzarlos a hacerlo. Entonces, en nuestro mundo hiperbitcoinizado, la política fiscal tampoco funciona como herramienta económica. ¡Está bien! ¡No importa! Nuestro sistema monetario maximalista tampoco es muy fan de los gobiernos. ¡Adiós, gobiernos!
Entonces, recapitulemos. La escasez nos llevó a eliminar a los Bancos Centrales y a la Política Monetaria; por otro lado, la misma escasez nos llevó a debilitar al gobierno al máximo extremo pues no tiene la capacidad de recaudar impuestos ni los recursos para hacer valer la ley, por lo que, también nos quedamos sin una Política Fiscal eficiente. Entonces, ¿dónde estamos parados? En el más libre de todos los mercados, en la versión más salvaje del capitalismo. Dicho esto, ante una perfecta escasez (como es la oferta de Bitcoin), en el capitalismo salvaje se buscará asignar recursos a proyectos cuya rentabilidad esperada esté por encima del promedio.
Obviamente, no todos los proyectos podrán tener una rentabilidad realizada por encima del promedio, por lo que solo se financiarán a aquellos proyectos con altas expectativas de rentabilidad, esto con el fin de maximizar la probabilidad de que la rentabilidad realizada sea lo suficientemente alta para que esté por encima del promedio. Esto generará, obviamente, que el promedio de rentabilidad requerido por el inversionista esté en constante aumento ya que, al final del día, se busca maximizar la rentabilidad y no tener recursos ociosos. La pregunta obvia en este punto del análisis es: A nivel global, ¿qué industrias son las más / menos rentables? En la (Gráfica 1) pongo un extracto de las industrias más rentables y menos rentables.
Como se puede observar, las industrias de servicios básicos y de producción de bienes básicos son de las menos rentables. Existen dos razones principales por las que son poco rentables: 1) Las empresas en esas industrias se mueven en un mercado muy competido; 2) Las empresas en esas industrias están fuertemente reguladas por el gobierno (dado que proveen servicios y bienes básicos para la población). Ahora bien, dado que en nuestro mundo hiperbitcoinizado el gobierno no tiene poder para regular, el segundo factor es irrelevante y queda como único factor el primero: la competencia.
Dado lo anterior, al buscar maximizar la asignación de capital, se tenderán a favorecer las industrias altamente rentables y a ignorar las que no lo son. Esto causará un doble efecto debido a la entrada/salida de capital de esas industrias: 1) Una disminución de la rentabilidad de las industrias que hoy son rentables debido al aumento en el número de proyectos y participantes, es decir, el mercado en estas industrias tenderá a ser más competido; 2) un aumento en la rentabilidad de las industrias ignoradas, pues muchos de los participantes en ellas saldrán del mercado por falta de capital, concentrando un sector que antes estaba competido.
De los dos efectos, el más preocupante es el segundo. Lo que implica es que se empezarán a descartar proyectos de subsistencia básica hasta el punto en que la misma escasez de dichos proyectos los vuelva altamente rentables. En otras palabras, los productores de bienes y servicios básicos se reducirán de manera importante, y solo subsistirán un porcentaje muy menor de ellos, generando escasez en productos relacionados a estas actividades. Sobra decir que dicha escasez impulsara los precios de dichos bienes y servicios al alza. Lo anterior conlleva a que la escasez monetaria nos llevará a sufrir escasez en bienes y servicios, sobre todo en industrias de bienes y servicios básicos. Ahora bien, esa escasez y alza en precios de productos básicos llevará al descontento social, lo cual a su vez llevará a una desestabilización del sistema económico reinante, es decir, nuestro mundo hiperbitcoinizado. Al parecer, uno de los atributos más envidiables del Bitcoin terminaría siendo el elemento que lo desestabilice, lo cual, nos hace llegar a un absurdo.
La conclusión, a mi parecer, es bastante profunda. La escasez, eso que hace “valioso” al Bitcoin, será la razón de su eventual fracaso: si la escasez genera escasez, entonces el sistema no es deseable y habrá que combatirlo. Para finalizar, un pequeño recordatorio: en los siguientes meses estaré publicando la tercera parte de esta saga y tocaré el tema de la deflación en un mundo hiperbitcoinizado, siguiendo el mismo formato que este análisis y el anterior. Sin más, y para recordar mis años de estudiante, Quod Erat Demonstrandum.
Columna de Franklin Templeton México escrita por Luis Gonzalí, CFA