La nueva realidad que vivimos, desde hace casi dos años, trajo consigo importantes cambios en la sociedad. Diversas compañías de distintas industrias han entendido el importante rol que juega el sector privado en la reactivación económica y la generación de bienestar, y como consecuencia de ello han tomado la decisión de transformar sus modelos de negocio.
Estas empresas han identificado la necesidad de integrar objetivos y espacios de sostenibilidad a su gestión y a sus respectivas culturas, haciéndola parte del core de sus negocios, y no un adyacente a este. El concepto de sostenibilidad hace referencia a una serie de factores que afectan cómo es percibida una empresa entre sus distintos grupos de interés. Criterios de confianza, transparencia, gestión responsable, buen clima laboral o prácticas éticas con los clientes, son solo algunos ejemplos de estos factores no financieros que permiten identificar a una empresa sostenible, o en vías de serlo.
En el sector financiero, son muchas las instituciones que ya trabajan para incorporar criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) en su gestión y su estrategia, incluso durante la pandemia. Por ejemplo, en Credicorp, holding de empresas financieras regional con presencia en Chile a través de Credicorp Capital y la fintech Tenpo, nos embarcamos en nuestra propia ruta de sostenibilidad en el 2020, cuyos pilares están enfocados en crear una economía más sostenible e inclusiva, mejorar la salud financiera de los ciudadanos y empoderar a las personas para prosperar.
Es desde el segundo pilar, mejorar la salud financiera de los ciudadanos, que impulsamos distintas iniciativas para promover la igualdad de oportunidades y romper el círculo de la pobreza, entre las que destacan nuestros esfuerzos por educar financieramente a más personas en la región.
Resulta clave compartir conocimiento útil y relevante relacionado a las finanzas personales y al uso de plataformas y tecnologías digitales, para ayudar a los pequeños negocios a crecer.
Por el contexto que atravesamos, la digitalización ha sido vital para adaptar la gestión bancaria a las nuevas necesidades de los usuarios en tiempo récord – según la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (ABIF), el 90% de los montos totales transferidos en 2020 se hicieron a través de la banca online. Este gran impulso en digitalización también nos ha permitido maximizar el alcance de nuestros programas de educación financiera, impactando a millones de personas, llevando la tarea no solo de educar para bancarizar, sino también para incentivar la confianza, interacción, uso y permanencia en el sistema financiero formal. El fin último: generar bienestar a través de nuestras soluciones financieras.
Tenemos un firme compromiso de ayudar a las personas a mejorar sus habilidades y conocimientos financieros para tomar mejores decisiones y mantener una relación saludable con el sistema financiero. Estamos convencidos de que la educación financiera es fundamental para fortalecer la resiliencia y mitigar el impacto del estrés económico en las personas y en sus negocios, situación que continuamos enfrentando producto de la crisis sanitaria y económica mundial. Por ello, continuaremos trabajando incansablemente para promover activamente nuestras iniciativas de educación financiera.
Esta tarea no debe quedar solo en los planes y agenda de las empresas; debemos pasar a la acción y asegurarnos de que los contenidos y los canales que usamos sean relevantes y útiles para las personas. Impulsar la educación financiera es fundamental para hacer frente a la desigualdad y generar mayores espacios de inclusión, fomentado así el desarrollo de nuestra región, derribando las fronteras de la distancia y estimulando un círculo virtuoso de progreso que permita al beneficiario transformar su vida, la de su familia y la de su entorno.