Tribuna de opinión de Steve Watson, gestor de renta variable en Capital Group
Cuento con más de treinta años de experiencia en el sector de la inversión, y los últimos dieciséis meses de mi trayectoria profesional han sido intensamente dolorosos e increíblemente instructivos. En torno al 23 de marzo de 2020, los índices Standard & Poor’s Composite y MSCI All Country World llegaron a mínimos que establecieron así el mercado bajista más rápido de la historia mientras la pandemia de COVID-19 se extendía por todo el mundo.
En marcado contraste con dicha caída, los mercados de renta variable alcanzaron la semana pasada nuevos máximos históricos, por lo que hemos logrado cerrar el círculo desde las profundidades a las que caímos en 2020 hasta las alturas alcanzadas en 2021. Estos acontecimientos me han llevado a pensar que este puede ser un buen momento para compartir algunos de los aprendizajes que he logrado extraer de este periodo histórico tan inusual.
1. Las crisis de mercado son inevitables
La caída del mercado bursátil que provocó la pandemia me hizo pensar en las crisis de mercado de las que he sido testigo a lo largo de mi trayectoria profesional. Conté 21, entre ellas el colapso de la Unión Soviética, el estallido de la burbuja tecnológica, la crisis financiera mundial y, ahora, el COVID-19.
Me refiero a todas ellas solo para poner de manifiesto el hecho de que las perturbaciones del mercado son una realidad para los inversores. Según mi lista, hemos de enfrentarnos a alguna de estas circunstancias cada dieciocho meses, aproximadamente.
Nadie podía haber previsto la pandemia pero, en retrospectiva, habría sido lógico considerar la posibilidad de que ocurriera algo que viniera a interrumpir la increíble tendencia alcista de los últimos diez años. Si nos lo hubiéramos planteado en términos históricos, también habría sido lógico pensar que conseguiríamos superar la crisis y resurgir con más fuerza. De hecho, lo hemos hecho.
2. La interpretación de la historia no es una ciencia exacta
Esta lista de acontecimientos, relativamente corta, ofrece también otras lecciones importantes. Por ejemplo, nos enseña que la historia no tiene por qué repetirse exactamente en los términos que uno espera. Es fácil establecer falsos paralelismos, que fue exactamente lo que yo hice en los primeros meses de la crisis del COVID.
Por ejemplo, yo vivía en Hong Kong durante la epidemia de SARS (síndrome respiratorio agudo grave) de 2003, lo que me llevó a realizar rápidamente comparaciones excesivamente simplistas entre el SARS y el COVID. Aunque la epidemia de SARS fue aterradora, en términos relativos fue una situación mucho menos importante. Fue un error basarnos en la experiencia del SARS para extraer conclusiones en relación con el COVID porque, al hacerlo, no preparamos a los inversores para el alcance y la duración de esta pandemia.
3. ¿Crecimiento o valor? Ambos, en el momento adecuado.
Aunque reconozco que me produce cierta incomodidad la excesiva imprecisión y vaguedad de las etiquetas «crecimiento» y «valor», las utilizaré aquí a pesar de su falta de matices. Lo cierto es que mi reducida selección de compañías orientadas al crecimiento me salvó el pellejo en los peores días de 2020. Estas posiciones incluían algunas empresas tecnológicas, especialmente en el sector de los semiconductores, así como algunas compañías de comercio electrónico e internet orientadas al consumidor.
A pesar de mi preferencia por las compañías de valor, sigo confiando en la gran capacidad de resistencia del sector tecnológico. El momento de entrada en el mercado es importante. Muchas de mis inversiones relacionadas con la tecnología son posiciones a largo plazo que incorporé a mi cartera antes de que el mercado reconociera su potencial. Me gusta invertir en una compañía cuando los precios son bajos y no cuenta con el favor de los inversores, pero también me gusta mantener la inversión durante el tiempo suficiente como para que el mercado refleje el verdadero valor de la compañía en cuestión. Así, algunas de mis posiciones actuales no parecen contrarias a la tendencia, pero probablemente lo fueron en su momento.
A medida que estas compañías iban repuntando durante la pandemia, recorté gradualmente algunas de mis posiciones para invertir en áreas menos favorecidas por los inversores, como la energía, las finanzas y los viajes.
4. Los dividendos desempeñan una función importante
Y hablando de áreas poco favorecidas por los inversores: llevo bastante tiempo prestando especial interés a los dividendos como el principal mecanismo que utiliza una compañía para transferir valor a sus inversores. Siempre he pensado que los dividendos continuarán funcionando como un factor estabilizador en periodos de inestabilidad de los mercados.
Por desgracia, esta última característica se ha debilitado en los últimos diez años y pareció haber desaparecido por completo en algunos momentos de 2020. Pero no estoy dispuesto a decir que el rendimiento sea inútil. Las condiciones monetarias actuales, sin precedentes históricos, y la devoción del mercado por las compañías que transforman la sociedad y crecen con rapidez, han hecho que hayamos dado de lado a muchas de las normas históricas.
Sin embargo, no creo que el valor de los dividendos como mecanismo de transmisión de valor que vincula a las compañías y a los inversores haya terminado. En mi opinión, es hoy más importante que nunca. Y, de hecho, sigo invirtiendo en compañías con un gran volumen de dividendos, así como en empresas con dividendos en crecimiento.
5. El doctor Cobre ofrece un diagnóstico acertado
Es de sobra conocido que el cobre es una materia prima con un doctorado en Economía, dada su gran capacidad para ayudar a predecir la evolución de la economía mundial. Los precios del cobre registraron su nivel mínimo a finales de marzo. Ahora nos dicen que la economía está repuntando con fuerza y que lo más probable es que continúe haciéndolo. También es posible que el cobre nos esté avisando sobre un aumento de las presiones inflacionistas, pero por el momento no creo que la inflación, o la subida de los tipos de interés, sean una amenaza para los mercados de renta variable global.
También encuentro oportunidades más atractivas fuera de Estados Unidos. En concreto, y desde una perspectiva de valoración, los mercados emergentes resultan ahora mucho más atractivos que Estados Unidos, y mis carteras reflejan esta opinión.
En resumen, volvemos a tener todos los elementos que tanta confianza me ofrecían y sobre los que tan equivocado estaba a finales de 2019 y principios de 2020. Algunos podrían pensar que me cuesta aprender mis propias lecciones. Pero yo les respondería que a lo mejor el año de la pandemia ha sido una anomalía. Y que puede que ahora podamos volver a vivir con unos estilos de inversión que responden al comportamiento histórico de los mercados y tener la expectativa de que volveremos a las normas históricas.
Me atrevería a decir que incluso es posible que el crecimiento esté preparado para volver a pasarle el testigo al valor y que los mercados no estadounidenses podrían superar a Estados Unidos en los próximos años.
Ya veremos.