Los objetivos de descarbonización son claros y ambiciosos y, como consecuencia, el sector financiero ha vivido una invasión de nuevas regulaciones que pueden generar confusión. Andrea González, subdirectora general de Spainsif, considera que este sentimiento no se genera tanto por la velocidad de la aplicación, sino por el orden de los factores regulatorios. Según ha explicado en una mesa redonda dedicada a la ESG en el Congreso Anual de Aseafi, “se pueden generar fenómenos en los que tenemos que autoevaluar la categorización de los fondos sin tener el borrador de los criterios técnicos de selección. Estaría más preocupada por el orden que por la velocidad”.
Por su parte, Luis Martín, Head of Sales en BMO Global AM, considera que, aunque la regulación nació “coja”, la SFDR y el reglamento de divulgación tienen un impacto positivo en los asesoramientos porque otorgan transparencia. Para el experto, «el dinero llama al dinero» y el tipo de activos que más flujos han recibido han sido los productos sostenibles y temáticos, por lo que todas las entidades quieren subirse al carro lo antes posible. En este sentido, insiste en que «la regulación previene el greenwashing y es buena para los clientes”.
González también da un paso al frente a favor de la regulación, ya que admite que el sistema va a estar tan entramado que comunicarse como sostenible sin serlo no saldrá a cuenta.
Sin embargo, Senén Ferreiro, socio director de Valora, considera que la regulación va por detrás del mercado. “Hay mucho más apetito del mercado hacia inversiones con parámetros ESG, y es creciente, pero el reglamento llega ahora. No creo que el regulador se esté anticipando, sino que está intentado poner orden en un mercado que lleva años corriendo y va a correr más”, valora.
Respecto a la medición y el reporting, Ferreiro considera que el dato de la huella de carbono no aporta en sí mismo al debate. “La transformación hacia la sostenibilidad de las empresas es mucho más compleja. Se pretende que los flujos de capital ayuden a que las empresas se transformen y puedan alcanzar un objetivo de cero carbono, pero con condicionantes, cero carbono en 2050 sin hacer daño a los derechos humanos etc.”, relata.
En este sentido, para Ferreriro el gran reto es tener información de calidad de las compañías. “Hay muchos rankings construidos en base a algoritmos con unas ponderaciones que dan miedo. Nos queda mucho por hacer y construir, y esta es la esencia del reto que tenemos que abordar, cuando todo esto esté construido las decisiones de los inversores serán de mayor calidad”, apunta.
La importancia del engagement
El camino de la inversión sostenible se divide en tres etapas. La primera es la exclusión de compañías que por su conducta y actividad sean nocivas, la segunda es integrar criterios extra financieros en las valoraciones y, por último, el engagement.
Respecto a este último, Martín ha insistido en que «el engagement no es echar la bronca, es tener un diálogo constructivo para que mejore la empresa. En ese viaje tenemos la responsabilidad de actuar y cambiar para mejor la compañía”. Senén Ferreriro comparte esta visión y defiende que se debe “orientar las compañías hacia cambios ambiciosos igual que hacemos en el plano financiero”.
En este sentido, el experto de BMO Global AM también ha mencionado otro de los pasos más ambiciosos que se pueden dar en el reporting, la medición del impacto vinculándolo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS). Esta práctica, la inversión de impacto, junto con la demanda del asesoramiento financiero, son dos de las tendencias que localiza González desde Spainsif . “Los asesores son conscientes de que deberán tener una conversación con los clientes sobre la inversión sostenible y la demanda y el reclamo es de formación 100%”, explica.
Futuro: ¿hacia dónde vamos?
Para Andrea González el mercado español progresa “adecuadamente” y está convergiendo a la media europea. “Estamos pasando de estrategias de exclusión a integración ESG, engagement e impacto. Se espera que haya un desarrollo de madurez e iremos descubriendo formas nuevas de incorporar valor, como, por ejemplo, a través de lo social”.
Luis Martín define los próximos cinco años como clave, ya que en este periodo se demostrará si la inversión sostenible paga. “Si no, no habrá interés, aunque pensamos que si lo hará. Si juntamos regulación, la inversión en infraestructuras, el impulso de la Unión Europea y los cambios en el consumo, la inversión sostenible tendrá una viento de cola que le permitirá batir los índices tradicionales”, asegura. “Hemos cambiado, cada vez somos más sensibles con todo, las empresas que se adecuen a este patrón serán las ganadoras y en teoría son compañías que serán sostenibles”.
Respecto a la evolución de la ISR, Martín asegura que hay un mensaje muy claro de compromiso por parte de la industria, que se ha materializado en iniciativas como la Net Zero AM. “Esto no es una moda, es compromiso. No es temporal y la cosa es seria”.