Durante el confinamiento de principios del año 2020, las imágenes tomadas desde los satélites mostraban que los niveles de polución del aire habían bajado considerablemente. Era demasiado bueno para ser verdad ya que, aunque el planeta se tomó un respiro, solo lo hizo durante un breve periodo de tiempo. Imágenes posteriores pusieron de relieve que China se había convertido en el primer país en recuperar su actividad económica. La contaminación había vuelto, lo que dejó claro que el alivio temporal experimentado durante la pandemia no iba a resolver por sí solo el problema a largo plazo que supone el cambio climático.
La crisis del coronavirus no debería utilizarse como excusa para reducir la protección climática, y, ahora más que nunca, necesitamos contrarrestar el cambio climático con tecnologías limpias. En este escenario, no es sorprendente que la Unión Europea quiera llevar sus objetivos climáticos un paso más lejos. La legislación internacional de la UE busca reducir en un 40% las emisiones de CO2 para el año 2030 en comparación con los niveles de 1990, pero se han puesto en marcha negociaciones para que ese objetivo llegue al 60%. Si queremos alcanzar esta meta, la inversión anual en tecnologías de energía limpia tendría que incrementarse en torno a 350.000 millones de euros cada año.
Para mitigar el cambio climático es necesario adoptar un amplio rango de medidas; desde la protección del clima, el medio ambiente y la biodiversidad, pasando por políticas de industria y movilidad, y considerando aspectos vinculados al cuidado de la agricultura y de los derechos del consumidor. El apoyo de cada persona es igual de necesario que el compromiso de las empresas para innovar en este campo, colaborando en la creación de oportunidades interesantes para los inversores. Cerca de uno de cada tres euros invertidos en el fondo se destina a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas, incluyendo la protección climática.
A la hora de frenar el calentamiento global, la descarbonización desempeña un papel clave, y, en este sentido, las empresas de producción de energía y el sector de los transportes son interesantes. Esto incluye, entre otros, a los proveedores de tecnología solar y eólica, a los operadores de redes eléctricas y de medición inteligente y a los productores de sistemas de almacenamiento energético. Asimismo, a los inversores también les merece la pena fijarse en aquellas empresas que ofrecen soluciones energéticas eficientes y respetuosas con el medio ambiente para negocios y viviendas.
En DWS contamos con empresas de apoyo que producen e instalan material de aislamiento en base a lana de roca o fibra de madera. Hacen una contribución importante para alcanzar la fuerte renovación que se demanda en el sector inmobiliario en términos energéticos.
Los descubrimientos en la investigación y el desarrollo de sectores como la tecnología agrícola, la medicina, la protección civil y la reconstrucción también desempeñan un papel importante ya que permiten que los seres humanos se adapten a las consecuencias del cambio climático. Por su parte, la e-mobilty y las formas alternativas de propulsión también son un segmento de inversión importante dentro de la protección climática. Además, la tecnología del hidrógeno ha despertado el interés de los inversores ya que sus aplicaciones parecen amplias y muy variadas.
De este modo, el uso del hidrógeno no se limita solo a ser un combustible respetuoso con el medio ambiente para el transporte por carretera, mar y aire, sino que también podría utilizarse para calentar viviendas o para almacenar el excedente eléctrico procedente de las plantas de energía solar y eólica.
A través de algunos fondos de inversión, los inversores pueden impulsar la protección climática y contribuir a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Esto pone sobre la mesa otra cuestión importante: la del agua. El agua es uno de los recursos más elementales de la Tierra, pero es cada vez más escasa. Por ello, desde hace un tiempo se ha convertido en un recurso disputado, incluso dentro de los países industrializados.
Tan solo Estados Unidos necesitará en torno a 944.000 millones de dólares de cara a 2050 para adaptar su infraestructura hidráulica como consecuencia del calentamiento global. Además de los servicios tradicionales, las empresas que aportan soluciones de cara a la extracción, desalinización y tratamiento del agua son atractivas. También existen soluciones interesantes en la agricultura, como son el riego por goteo o la irrigación circular, que permiten un uso más moderado del agua en los terrenos de cultivo.
Los inversores que, además de ver el cambio climático como una cuestión peligrosa, lo consideran una oportunidad, tienen un espectro de inversión muy superior al que tenían antes. Es un tema que tiene el potencial de demostrar de nuevo la idoneidad de los fondos a la hora de ayudar a los inversores a conjugar la rentabilidad y los objetivos de sostenibilidad.
Tribuna de Tim Bachmann, gestor de DWS Invest ESG Climate Tech fund.