La consolidación de la inversión sostenible no es igual en todas las regiones. Entre los países desarrollados, Europa es el líder de este cambio de interpretación de la inversión, que tiene un impacto directo sobre las empresas y las economías. Ahora bien, ¿qué pasa con los mercados emergentes?
Según algunos analistas, las compañías de estas regiones suelen obtener puntuaciones bajas en materias ESG en las métricas tradicionales, lo que plantea un gran reto para los gestores e inversores. Sin embargo, en opinión de Diogo Gomes, senior CRM de UBS AM Iberia, este hecho puede tener otra lectura. “Según nuestra experiencia, estas puntuaciones más bajas a menudo no se deben tanto a las diferencias reales de rentabilidad como al hecho de que los niveles de divulgación de las métricas tradicionales de sostenibilidad son más bajos. Por ejemplo, en la divulgación de las emisiones de dióxido de carbono -la métrica de ESG más frecuentemente reportada entre los constituyentes del MSCI ACWI- el 68% de las empresas de los mercados desarrollados reportan cifras de emisiones de Scope 1 y Scope 2, en comparación con menos del 45% de las empresas de mercados emergentes”, explica Gomes.
En este sentido destaca que un estudio de MSCI titulado How Markets Price ESG: Have Changes in ESG Scores Affected Stock Prices? demostró que, entre 2013 y 2017, las empresas con calificaciones mejoradas han superado al índice de manera global en 0,97% anualmente. Y este resultado en mercados emergentes fue mayor, con un 2,88% anual. “Esto también se ve confirmado por nuestra experiencia, en la que las empresas de buena calidad – ESG es un componente de la calidad- tienden a superar a las de mala calidad a medio y largo plazo”, añade.
Para Gomes la clave está en identificar a los líderes en sostenibilidad, ya que obtienen mejores resultados, especialmente en los mercados emergentes. Así lo explica el senior CRM de UBS AM Iberia: “Dados los bajos niveles de divulgación de las métricas tradicionales de sostenibilidad en los mercados emergentes, hay una mayor necesidad de análisis sobre las empresas de los mercados emergentes desde una perspectiva ESG, incluyendo interacciones regulares con la dirección y otros accionistas. Esto ayuda a complementar los datos y las puntuaciones/calificaciones ESG de proveedores externos y, permite emitir un juicio informado sobre los fundamentales y las prácticas de sostenibilidad de una empresa. Además, esto puede dar lugar a oportunidades para implicarse con las empresas y animarlas a mejorar sus prácticas. Esto no sólo puede conducir a mejores puntuaciones y calificaciones ESG para la empresa, sino que también puede tener un impacto positivo en sus resultados financieros a largo plazo”.
El foco sobre la inversión sostenible en los mercados emergentes no sólo está puesto en lo hagan sus empresas, también los gobiernos de estas regiones. Por poner un ejemplo, en enero de 2021, Chile ya había emitido 70% de 6.000 millones de dólares previstos para 2021 en bonos verdes y sociales, después de que en 2020, Egipto se convirtiese en el primer gobierno de Oriente Medio en emitir un bono verde, cinco veces sobre suscrito. Además, el 46% de dólares de bonos ESG en circulación de emergentes en moneda local muestran vencimientos superiores a diez años y 41% en el caso de denominaciones en divisas fuertes. En opinión de Mary-Therese Barton, directora de deuda de mercados emergentes de Pictet AM, estas emisiones reflejan la búsqueda de rentabilidad adicional de los inversores y el apetito por bonos destinados a proyectos ESG, pero considera que “hay que supervisar que los ingresos de estos bonos se utilizan según lo previsto y tener en cuenta que faltan datos ESG coherentes y transparentes en muchos países”.
“La emisión anual de bonos verdes, sociales y de sostenibilidad de gobiernos de mercados emergentes se multiplicó casi por cuatro en cinco años hasta finales de 2020, llegando a 16.200 millones de dólares. Este aumento de emisión de bonos verdes y sostenibles pone de relieve la disposición de los inversores a largo plazo en emergentes y los gobiernos de estos países están teniendo que publicar marcos de sostenibilidad, lo que ayuda a mitigar riesgos políticos. Más aún, estas emisiones pueden tener un impacto equivalente a los bonos Brady tras la crisis de deuda latinoamericana de la década de 1980. Ya en 2018 Standard & Poor’s citó el riesgo de un huracán cuando recortó perspectivas para la deuda soberana de Turquía”, explica Barton.
En su opinión, las consideraciones ESG se reflejan ineficientemente en los precios de los activos en mercados emergentes, pues el mercado está en una etapa temprana de comprensión y aplicación de estos factores. “Faltan datos coherentes y transparentes en muchos países, variando enormemente. Los más ricos son más capaces de tomar decisiones políticas positivas de alto coste, como cerrar minas de carbón en favor de la energía solar. De manera que invertir solo en base a calificaciones ESG penaliza a los países más pobres, aunque estén aplicando políticas para mejorar”, advierte.
Por último, al igual que Gomes considera que, en términos ESG, las gestoras pueden tener un papel relevante acompañando a las empresas en las que invierten, Barton considera que los compradores bonos pueden ejercer esta misma presión sobre los gobiernos: “Es posible influir en los responsables políticos de los países emisores de bonos soberanos para defender iniciativas sostenibles y ayudar a lograr cambios a largo plazo. Para avanzar en este sentido, el Banco Mundial elaboró en 2020 una guía sobre cómo los emisores soberanos pueden mejorar el compromiso ESG con los inversores. Por ejemplo, la forma en que los gobiernos reaccionan a cuestiones como el desarrollo de su capital humano influirá en sus economías y calificaciones crediticias”.
Asia y su cambio de rumbo
Para Kevin Net, gestor de fondos de renta variable internacional en Edmond de Rothschild Asset Management, aunque el cambio climático y las políticas medioambientales se asocian a menudo con el mundo desarrollado, es evidente que los países emergentes también están abordando la cuestión, y las empresas de los mercados emergentes deberían considerarse ya un elemento central del tema.
Net destaca el papel que está jugando China, responsable actualmente de casi un terciario de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y recuerda que el país ha anunciado su objetivo de alcanzar la neutralidad del carbono en 2060, unos 40 años antes de lo que esperaban la mayoría de los expertos. “Aunque este objetivo puede parecer lejano en el futuro, tendrá importantes repercusiones en el presente, en particular en la política china de energías renovables y vehículos eléctricos. China ya es el mayor instalador de energías renovables del mundo, además de ser responsable del 50% de las ventas totales de vehículos eléctricos en 2020 y, creemos que el objetivo de neutralidad en carbono acelerará aún más su abandono de los combustibles fósiles, al tiempo que animará a otros países a seguirlo”, apunta el gestor de Edmond de Rothschild AM.
Según su valoración, este objetivo marcado por China beneficiará a ciertas industrias, como por ejemplo las energías renovables y toda la actividad relacionada con la fabricación de vehículos eléctricos. “Otro argumento que se puede esgrimir es que las energías renovables y la tecnología de los vehículos eléctricos podrían ser el siguiente capítulo de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, especialmente con Joe Biden adoptando una postura más favorable al medio ambiente que la de su predecesor. China ha tomado un liderazgo temprano. Casi dos tercios de los paneles solares se fabrican en China. El país ya ha empezado a construir una cadena de suministro nacional completa de vehículos eléctricos, lo que podría permitirle exportar en un futuro”, añade al respecto.
Sin embargo, China no es el único país de Asia-Pacífico que ha tomado este camino. Por ejemplo, Corea del Sur se ha convertido en uno de los principales fabricantes de baterías para vehículos eléctricos, con LG Chem, Samsung SDI y SK Innovation controlando el 38,8% de la cuota de mercado en 2020, mientras que las empresas chinas eran las segundas con una cuota de mercado del 30,5%. Otro ejemplo es India, que se ha fijado un objetivo agresivo en materia de energías renovables: tener instalados 175GW de energía renovable para 2022 (100GW de solar, 60GW de eólica, 10GW de biomasa y 5GW de pequeñas centrales hidroeléctricas) y que, en 2030, el 60% de su electricidad se produzca a partir de energías limpias.