La demanda de inversiones que tengan tanto el potencial de rendir bien como de hacer el bien está creciendo, no sólo en los mercados de renta variable, sino en todos los ámbitos.
En 2020 fluyeron hacia la renta fija sostenible a nivel mundial 59.000 millones de euros, lo que representa un aumento del 39% frente a 2019. Y las mismas tendencias que están impulsando la demanda también están mejorando la oferta. A medida que los inversores, las empresas, los reguladores y los gobiernos se alinean con los objetivos del Acuerdo de París, la emisión de bonos verdes, sociales y sostenibles se está disparando, con una cifra que pasó de los 565.000 millones de dólares en 2019 a 732.000 millones de dólares en 2020.
Lo que hasta ahora era un mercado dominado por Europa se está ampliando, y al ritmo actual el dólar va camino de convertirse en la principal moneda para la financiación sostenible en 2021. Más allá del mundo desarrollado, también está creciendo la emisión de bonos sostenibles tanto corporativos como soberanos en los países emergentes.
El mercado es cada vez más variado además en cuanto a sectores, y las emisiones ya no se limitan a las industrias sometidas a un especial escrutinio acerca de la sostenibilidad de sus prácticas. Las emisiones recientes proceden de una amplia gama de segmentos, encabezados por los servicios públicos, los bancos, los REITs (inversión inmobiliaria) y la tecnología. Algunas empresas, sobre todo las de servicios públicos, han ido más allá y han declarado que es improbable que vuelvan a emitir un bono «no verde», ya que toda su financiación estará vinculada a programas sostenibles.
Las compañías están emitiendo bonos sostenibles para una amplia gama de propósitos, desde bancos que financian la construcción, renovación y/o conservación de viviendas asequibles en comunidades de bajos ingresos hasta las empresas automovilísticas que apoyan la investigación y el desarrollo de vehículos eléctricos. Los emisores gubernamentales han recaudado fondos para la transición a una economía con menos emisiones de carbono, para apoyar la resiliencia climática y para invertir en ciencia, tecnología y educación pública.
Equilibrio entre sostenibilidad y valor
Los inversores interesados en esta parte creciente del mercado de bonos deben tener en cuenta dos cuestiones clave: cómo evaluar la sostenibilidad y cómo evaluar el valor. Algunas empresas incluyen la sostenibilidad en las cláusulas restrictivas de los propios bonos.
Por ejemplo, en el sector de los servicios públicos, el proveedor italiano de gas y electricidad Enel se ha comprometido a un programa de cupones ascendentes vinculado explícitamente a metas de sostenibilidad. En una reciente emisión en libras esterlinas de un bono a siete años vinculado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, si la empresa no alcanza su objetivo de capacidad de energía renovable instalada del 60% a finales de 2022, el cupón aumenta en 25 puntos básicos.
El sector de los servicios públicos fue uno de los primeros emisores de bonos verdes, y se han establecido normas de buenas prácticas en torno a la rendición de cuentas, en vista de que la mayoría de las empresas asumen compromisos similares en base a objetivos de transición energética. En los ámbitos en los que las iniciativas ESG se alinean menos claramente con los objetivos del sector, la evaluación de la sostenibilidad puede ser más difícil. Creemos que la próxima etapa de desarrollo de los bonos vinculados a criterios ESG vendrá acompañada de una supervisión más independiente, similar a la que ofrecen las agencias de calificación crediticia, para garantizar que las empresas asuman su responsabilidad.
Cuando se trata del valor, los inversores activos tienen que evaluar cada bono sostenible por sus propios méritos, como hacen con los bonos tradicionales. Para nosotros, eso significa examinar los fundamentales, los factores técnicos y las valoraciones cuantitativas. Muchos bonos sostenibles cumplen los requisitos fundamentales, y ya hemos hablado de los factores técnicos positivos para el sector, con una demanda creciente por parte de los inversores. Sin embargo, algunos se quedan cortos en cuanto a las valoraciones.
Es razonable esperar que un bono verde o sostenible rinda algo menos que su homólogo no verde. Pero hoy en día, con los diferenciales de los índices tan ajustados, «un poco menos» es un descuento significativo. Con menos espacio para que los diferenciales se compriman, cada punto básico de rendimiento cuenta.
Entonces, ¿cómo identificar el valor? La compañía de telecomunicaciones estadounidense Verizon y la de servicios públicos Excel Energy Inc., ambas con buenos fundamentales y compromiso con la sostenibilidad, tuvieron resultados diferentes. La primera emitió un bono verde a 10 años en el mercado de dólares en septiembre de 2020 que esperaba colocar con 110 puntos básicos, pero que cotizó en 83 bps, por debajo del bono existente de la empresa con un vencimiento similar. En cambio, el de Excel Energy Inc. salió al mercado en junio del año pasado con un bono verde con un precio de 105 puntos básicos que superó a otros bonos garantizados a 30 años de sus homólogos durante el rally de finales de 2020.
Como demuestran estos ejemplos, un compromiso claro con las prácticas empresariales sostenibles es encomiable, pero los inversores de retorno total también deben examinar las valoraciones. Los inversores deben evaluar el precio de los bonos verdes en relación con los “no verdes”, así como analizar los fundamentales y por tanto el perfil de riesgo-rendimiento.
Más allá de los bonos verdes
Por supuesto, la inversión en bonos sostenibles no tiene por qué limitarse a los bonos etiquetados como «verdes» o «sostenibles». La mayor transparencia por parte de las empresas sobre las consideraciones ESG -desde el riesgo climático hasta la diversidad- está apoyando la toma de decisiones de inversión más informadas en todos los ámbitos. Al observar a través de la lente de la sostenibilidad todo el mercado, tanto los bonos tradicionales como los verdes, los gestores de fondos pueden construir carteras sostenibles a partir de una amplia gama de tipos de deuda.
La evidencia sugiere que considerar la sostenibilidad como parte de la toma de decisión sobre las inversiones es rentable en cuanto a resultados. Más del 89% de los estudios concluyen que las estrategias ESG generan mejores rendimientos ajustados al riesgo a largo plazo. Y en la extrema volatilidad de principios de 2020, los fondos sostenibles superaron notablemente a la competencia. Dado que los fondos de renta fija sostenibles permiten a los inversores alinear los objetivos de rendir bien y hacer el bien, esperamos que siga creciendo la demanda -y la emisión para satisfacer esa demanda-.
Tribuna de Marika Dysenchuk y Liam Moore, ambos especialistas en inversiones del equipo de Renta Fija Global, Divisas y Materias Primas (GFICC) de JP Morgan Asset Management