El plan de la Unión Europea (UE) de gravar el contenido de carbono de las importaciones puede proteger a la industria de materiales europea de los competidores de otros países con normativas menos estrictas y costosas en materia de gases de efecto invernadero, principalmente China, pero no logra frenar la llamada “fuga de carbono”.
La Comisión Europea está preparando un proyecto de ley sobre el Mecanismo de Ajuste en Frontera de las Emisiones de Carbono (CBAM) como complemento del Green Deal de la UE, que impondrá a la industria nacional costes adicionales vinculados a la sostenibilidad. Pero la Comisión Europea también quiere evitar que las empresas trasladen la producción a jurisdicciones extranjeras más permisivas desde las que exportan bienes con carbono no gravado de vuelta a la UE.
Bruselas se enfrenta a la dificultad de identificar el contenido de carbono de los productos manufacturados importados. La identificación del contenido de carbono original y su cantidad en materiales importados como el acero o el cemento parece manejable, pero la tarea se vuelve cada vez más compleja en el caso de productos manufacturados, como los ordenadores y la electrónica.
Si los importadores de productos manufacturados están inicialmente exentos del CBAM, la medida aumentaría, en lugar de reducir, la fuga de carbono al fomentar la deslocalización de los productores europeos de materiales, como los proveedores de acero, cemento y productos químicos, que tienen una gran huella de carbono.
Igualmente, una tasa de este tipo fomentaría las importaciones de productos manufacturados cuyo contenido de carbono no se grava por el momento. Al mismo tiempo, los productos manufacturados son los más comercializados a nivel mundial en términos de valor añadido. El coste administrativo de definir e identificar el contenido de carbono de estos bienes es difícil: depende de las tecnologías de producción subyacentes y de la combinación de energías, ambas difíciles de identificar si la cadena de suministro implica a múltiples países de origen. Este es exactamente el reto al que se enfrentan los inversores a la hora de juzgar los riesgos e impactos ASG de las empresas con cadenas de suministro complejas y globales.
La tasa de importación de la UE recaería en mayor medida sobre los productos chinos que sobre las importaciones de cualquier otro país por dos razones. En primer lugar, China es el mayor exportador de carbono del mundo, ya que su economía depende en gran medida de los combustibles fósiles para la generación de energía. En segundo lugar, el país es uno de los mayores productores mundiales de materiales y productos acabados.
La carga de la tasa sería mayor en términos absolutos para las importaciones de productos manufacturados, pero es más punitiva para las importaciones de materiales, que representan una proporción mucho mayor del valor añadido que para los productos manufacturados, como la electrónica.
En consecuencia, es probable que los incentivos para cambiar las cadenas de suministro existentes repercutan más en el sector de los materiales que en el de las manufacturas, incluso si se gravan ambos.
Tribuna de Bernhard Bartels, director de análisis de Scope ESG.