MtGox, el mercado japonés de intercambio de bitcoins, ha cerrado. Como siempre con el bitcoin, nadie sabe nada. Por ejemplo: ¿cuántas personas se han visto afectadas? Según la web ‘Two-Bit Idiot’, 550.000 individuos de todo el mundo han visto sus cuentas en bitcoin congeladas. Al margen de este espectacular número, hay indicios de que del MtGox han sido robados a lo largo de años nada menos que el 6% de los bitcoin que hay en el mundo, lo que equivale a unos 370 millones de dólares.
Sea la cifra que sea, es casi seguro que quienes tengan bitcoin en MtGox pueden irse despidiendo de su dinero. El bitcoin no está regulado. Es una moneda producto de un programa informático creado de forma anónima, que la genera automáticamente. En la actualidad, se generan 25 nuevos bitcoin cada 10 minutos y, según la web especializada Blockchain, hay unos 12,5 millones de estas monedas en el mundo, almacenadas en monederos electrónicos. Pero, cada cuatro años, el ritmo de creación se reduce a la mitad. En torno al año 2140 habrá 21 millones de bitcoins en circulación. Y, entonces, el programa dejará de hacer más monedas virtuales.
El bitcoin ha sido recibido por una pequeña parte de la opinión pública con júbilo. Para los autoproclamados ‘libertarios’, esta divisa virtual supone el principio del fin de la presunta ‘tiranía’ de los estados, que tienen el monopolio de la creación de dinero. Y que, además, crean dinero fiduciario (‘fiat’) es decir, sin ninguna base en otro activo. Esta teoría, que encaja bien en las tesis del excandidato republicano a la presidencia Ron Paul y en ciertos sectores del ‘Tea Party’, insiste en que el dinero debe basarse en un activo de referencia (en este caso, el oro), y en que todo el mundo debe estar legalmente capacitado para emitir su propio papel-moneda, ya que luego será el mercado el que determine qué dinero es solvente y qué dinero no.
El cierre de MtGox pone de manifiesto la falacia de esta teoría. En primer lugar, si no hay regulación, hay riesgo de fraude masivo y, lo que es peor, de que los ahorradores pierdan todo lo que tienen. Algunos dicen que eso está bien, y que cada cual debe asumir su responsabilidad. El problema es que eso suena bien hasta que le afecta a uno. Si George W. Bush no hubiera rescatado los bancos en Estados Unidos, la gente habría perdido todos sus ahorros. Pretender que la autorregulación financiera funciona es el equivalente a quitar la Policía de las carreteras. En teoría, nadie va a poner su automóvil a velocidades que sean peligrosas para su vida. En teoría, claro…
Hay otro problema. Todo el dinero es ‘fiat’, fiduciario. Es decir, depende de la fe que pongamos en él. Eso también se aplica al oro. El oro, en sí mismo, no tiene otro valor que sus usos industriales. Si históricamente se le ha otorgado valor como medio de cambio o depósito de riqueza—que es lo que es el dinero—es por convención social y cultural. La oferta de oro, además, no se adecua a la marcha de la economía. Puede haber descubrimientos de oro que disparen la cantidad de ese metal en circulación y, por consiguiente, hundan su valor y generen inflación. O a la inversa: puede haber escasez de oro para sostener los intercambios comerciales, las transacciones financieras y el ahorro. En ese caso, los precios no bajan inmediatamente, sino que la actividad económica se paraliza.
El bitcoin replica ese esquema. Al generarse automáticamente, y al irse produciendo de forma cada vez más lenta, su precio está destinado a subir en relación a las divisas convencionales, como el dólar, el euro o el yen.
Eso lo convierte en un activo ideal para especular con él, pero no en un medio de pago.
La triste historia de MtGox debería ser una advertencia para aquéllos que sostienen que hay que volver al patrón oro y que los Estados deben dejar de tener el monopolio de la emisión de dinero. El sistema que tenemos no es perfecto. Pero MtGox ha dejado claro que los hay mucho peores.