En noviembre 2016, el Primer Ministro de la India, Narendra Modi, declaró que al final del año los billetes de 500 y 1.000 rupias dejarían de circular en el país y no tendrían ningún valor al iniciar 2017. La gente tenía que depositar el dinero en los bancos y posteriormente retirar los nuevos billetes, pero no se permitía intercambiar directamente los billetes, se pusieron límites a la cantidad de dinero a retirar por día tanto en las ventanillas como en los cajeros automáticos. Con esta medida el gobierno buscaba tres objetivos: 1) combatir la corrupción, 2) aumentar la competitividad de los negocios promoviendo el uso de medios electrónicos de pago y 3) que la gente ahorre en los bancos en lugar de efectivo en la casa.
La medida no era nueva, ya se había instrumentado en 1946 y en 1978. Tampoco era trivial, en la India el 90% de las transacciones se llevan a cabo en efectivo, el uso de tarjeta de crédito o de débito es bajísimo, incluso el 70% de las ventas por internet se pagan en efectivo al recibir la mercancía. La mayoría de los sueldos se pagan en efectivo, el sector informal representa el 45% de la actividad económica y emplea al 94% de la fuerza laboral. Los billetes a retirar representaban el 86% del efectivo de la economía.
A pesar de ello, el objetivo se logró. En dos meses se sacaron de circulación todos esos billetes, se abrieron 270 millones de cuentas bancarias y aumentó de manera sustancial el uso de medios electrónicos de pago, se registraban medio millón de solicitudes diarias para poder recibir pagos a través de teléfonos móviles. No obstante, el costo para la gente de tener que ir al banco y hacer largas colas para depositar los billetes que tenían guardados en sus casas y adatarse a nuevas formas de llevar a cabo sus operaciones comerciales, la popularidad del Primer Ministro aumentó, la gente apoyó su medida. Inclusive en las elecciones realizadas en marzo de 2017 su partido se fortaleció.
Los impactos sobre la economía han sido de diversa índole. El número tan elevado de nuevas cuentas bancarias en un periodo tan corto impidió que se pudiera asegurar que todo el dinero que se depositaba era lícito, por lo que la medida terminó ayudando a lavar dinero. Aumentó la demanda de oro, porque ahora los sobornos se pagan en ese metal en lugar de efectivo. Por lo tanto, es difícil que el objetivo de combatir la corrupción se llegue a lograr, quien ya depositó el efectivo que tenía atesorado ya limpió dichos recursos y los sobornos los recibirá de otra forma y eventualmente en efectivo con los nuevos billetes de 2.000 rupias, que permite almacenar mayor valor en menor espacio.
Afectó negativamente al mercado inmobiliario porque, para evadir impuestos, la mayoría de las operaciones se declaraban a un valor menor al de la transacción real y la diferencia se pagaba en efectivo. La falta de efectivo provocó que el mercado se desplomara, su recuperación aparecerá hasta que la gente esté dispuesta a pagar los impuestos correspondientes a las operaciones. Las ventas de algunos otros activos y bienes de consumo duradero, como los automóviles también disminuyeron. La recuperación en esas actividades también se podría presentar si se regresa eventualmente a las operaciones en efectivo. En zonas rurales afectó la actividad agrícola por lo complicado que se volvió conseguir los insumos para producir, lo cual terminó afectando la producción, pero sin que se reflejara en un impacto sobre la inflación.
En la siguiente parte abordaré otros aspectos negativos, los positivos y el balance que existe hasta el momento.
Columna de Francisco Padilla Catalán