La Marathon de NYC me venía regular en la planificación del año, pero es una de esas cosas que cuando tienes la fortuna de poder participar no puedes decir que no. Septiembre y octubre fueron buenos meses de entrenamiento y casi todas las semanas caían un mínimo de 40 km de entrenamiento. Una dieta sana de alimentos tras la vuelta de vacaciones me permitió quitarme 3 kilitos que me vino fenomenal.
Llegué a NY el viernes, un poco temeroso y reticente con la ciudad tras el aplazamiento de la carrera por el huracán Sandy el año pasado. Sin embargo parecía que todo fluía bien, algo de turismo, alguna comprita, pasar tiempo con amigos preparando todo hasta que el domingo te subes al autobús que te lleva al puente de Verrazano y comienzan los nervios. Mucho frío, viento y sin más alternativa que confiar que los cálculos de ropa, comida, ritmo de carrera, etc, etc hayan sido bien hechos.
Salimos en la primera tanda a las 9.40 am, tras escuchar el himno nacional y la canción de New York, New York de Frank Sinatra. La carrera se la quiero dedicar a una personita que necesita un poco de suerte. Tengo cero stress y solo ganas de disfrutar, el Ironman de julio me dejó agotado mentalmente y esta vez decido llevar un perfil emocional mucho más bajo. La primera milla pica para arriba mientras cruzamos el puente Verrazano así que regulo a 160 pulsaciones, bajamos y encuentro el ritmo de crucero, voy con dos amigos con los que iría hasta el final. Encuentro muy rápido un ritmo de 5.05 min/km que me lleva al cabo de unos 15 km a un ritmo ligeramente inferior de 3.40h. Mi tiempo en mi único maratón anterior fue de 3.51h, es el tiempo que quiero batir, luego 3.45h y si pudiera llegar a 3.39h sería perfecto.
El paso por Brooklyn es espectacular, miles de personas animando en las calles, chillando tu nombre de la camiseta, bandas de música por doquier tocando clásicos de U2, Beatles, Metallica, Eagles, Queen, etc, niños cantando, una iglesia góspel cantando con todo su coro en la puerta, sencillamente mágico mientras reflexiono acerca de lo infravalorado que está Brooklyn contra Manhattan. En el km 18 aprox se entra en Queens y el contraste llama la atención, la comunidad judía no quiere saber nada de la carrera, las calles desiertas y la ausencia de griterío llaman la atención. Al menos he dejado atrás al que iba disfrazado de Elvis, al que iba botando los dos balones y al que pedía que le tocaras el culo si le adelantaras.
Pasamos la media maratón en 1.48h, valientes, pero sin volvernos locos, voy bien, comiendo, bebiendo y poniéndome vaselina en los labios que se cortan rápido. En el km 23 se entra en Manhattan tras subir un puente demoledor que pasa factura, enlazas con la primera avenida y en teoría tienes 6 km de ligera bajada hasta el km 30. Yo no la percibo y paso mi peor momento de la carrera, el viento entra de cara y la avenida es muy ancha para mi gusto (no entiendo por qué no acercan más al público para sentir más calor). Vemos a gente que nos ha venido a animar y me alegro, aprovecho para comer tres geles en estos 6 km porque me estoy quedando clavado.
Los geles hacen su efecto al entrar en el Bronx, km 30 y las piernas empiezan a sufrir. Aquí la carrera es magnífica por el humor de los carteles del público, algunos no tienen desperdicio: “sonríeme si no llevas ropa interior”; “me gustan los hombres que aguantan mucho, llámame”; “corre como si te persiguiera su marido”; antes te has tirado un pedillo y lo sé”; “los que dicen que no queda mucho nunca han corrido un maratón”; “si un maratón fuera fácil lo haría yo”; “las primeras 20 millas no valen para nada, lo que cuentan son las 6 siguientes”… Estos carteles me llevan distraído hasta que volvemos a la Quinta Avenida y de repente en las pantallas gigantes y a todo volumen aparece un video de mi mujer y mis dos hijos animándome (la organización deja grabar videos de 5 segundos que se activan al paso de tu chip), no me lo esperaba, siempre vienen conmigo en mi cabeza, ellos ya lo saben, pero verles en las pantallas es sobrecogedor y se me escapa una lágrima a la par que me da una fuerza tremenda junto a los geles de antes. De ahí al final lidero el equipo, voy bien y podría haber ido un par de minutos más rápido de ir solo, pero veo que un amigo está a punto de perder el ritmo y prefiero aflojar un poquito y que venga a rebufo.
La subida a Central Park en el km 37 es demoledora, caen como moscas muchísimos, yo voy bien, no súper, pero bien, de subidón, lleno de pensamientos positivos y animando a mis compañeros, entramos en el parque, quedan 3 km, sube bajas finales, seguimos pasando gente reventada y entramos los tres en meta de la mano con un tiempo de 3.45h y mejorando 6 minutos mi récord (a 5.20 min/km). Se ha ido un poco al final el tiempo pero no es menos cierto que he disfrutado muchísimo con un nivel de sufrimiento muy bajo e infinitamente inferior a lo que tuve que pasar en el ironman.
Lo peor del Marathon viene al acabar, casi 40 min para salir de la zona de meta, tengo frio, hambre y me tiembla todo, no dan mucho abrigo y no lo veo bien montado. No recupero hasta llegar a casa, darme una ducha y meterme en la cama. Veo en el iphone los tiempos de todos los que corríamos, la gran mayoría mejor marca personal y todos los novatos habiendo terminado. Tan solo veo una persona al que no le ha salido una buen carrera y me da rabia porque había entrenado de cine y sé que le hacía ilusión, pero en las carreras a veces pasan estas cosas.
Por la noche lo celebramos con muchas costillas, hamburguesas, aros de cebolla, cerveza y demás comida rica en grasas polisaturadas.
Hoy estoy muy contento, casi todo lo que estaba planificado salió bien, la carrera fue bonita, el tiempo meritorio, la compañía excelente y la carrera muy bonita.